La iniciativa presidencial de llevar a consulta popular algunos de los aspectos que implican una necesaria reforma laboral, invita a un debate social amplio, profundo y argumentado sobre el mundo del trabajo y todo lo que el mismo implica, con mucha más razón en una sociedad y un sistema socioeconómico como el que rige en nuestro país, cruzado por particularidades que de no ser detalladas llevarán a quienes lo integran a peores condiciones de vida. El Congreso rechazó y hundió la iniciativa oficial para realizar la Consulta Popular y revivió el debate sobre la Reforma Laboral, aunque los tiempos exigidos para su aprobación son casi que imposibles, lo que deja el camino a seguir por el Gobierno y los trabajadores en la incertidumbre.

Filosofía del trabajo 

El trabajo es un proceso que invade todo el ser humano y constituye su carácter específico. El trabajo es el lugar en que lo animal se transforma en lo humano, es decir, es la génesis de nuestra especie1

El trabajo como fuente de toda riqueza y de todo valor es un principio fundacional de la Economía Política. Lo es, en efecto, a la par de la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que ha sido el conducto para la creación del propio ser humano2. El trabajo es fuente de riqueza, valor y de cultura como trabajo social. 

Todo acto de trabajo constituye una actividad productiva de una clase determinada, llevada a cabo con un fin determinado. Este aspecto de la actividad laboral es una condición de la existencia humana independiente de cualquier forma de sociedad; es una necesidad natural eterna que media en el metabolismo entre los humanos y la naturaleza, y, en consecuencia, en la vida humana misma3.

Este proceso expresa el par dialéctico necesidad y libertad, una relación que se encuentra en toda sociedad y varía históricamente. El trabajo es proceso o acción en el que se constituye la unidad de la familia humana y de la naturaleza sobre la base de su recíproca transformación.

La vinculación de la economía y el trabajo está tan profundamente enraizada en la ciencia y la conciencia ordinaria que nada parece más fácil que comenzar por el análisis del trabajo para llegar a comprender el carácter de la economía; o, por el contrario, a través del análisis de la economía abrirse paso hacia la comprensión del trabajo.

La economía no es exclusivamente la esfera de la necesidad ni tampoco la esfera de la libertad, sino que constituye un campo de la realidad humana, en el que se crea históricamente la unidad de la necesidad y la libertad, de la animalidad y la humanidad. La economía misma no se manifiesta originariamente como una estructura económica, ya acabada, de la sociedad, como una plataforma histórica ya formada o como unidad de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción, sino como realidad humano-social que se está formando, creando, cambiando y evolucionando, realidad basada en la actividad objetiva práctica del ser humano colectivo. En resumen, la economía está situada allí donde se humaniza la animalidad y se realiza la unidad de la necesidad y la libertad. En este sentido la economía se manifiesta como nudo de relaciones humanas y fuente de su realidad; sin olvidar que la naturaleza real de la especie humana es la totalidad de las relaciones sociales. 

Desde el punto de vista de la economía, el trabajo se revela como regulador y como estructura activa de las relaciones sociales en la producción, la distribución, la circulación y el consumo. Como categoría económica, el trabajo es la actividad productiva social que crea la forma específica, histórica y social, de la riqueza. El trabajo en general es la premisa del trabajo en sentido económico.

El trabajo, en su realización, es una simbiosis entre la especie humana y la naturaleza. En él actúa el “homo sapiens” sobre la naturaleza y, al mismo tiempo, se transforma a sí mismo, desarrolla sus propias capacidades. El proceso de trabajo no existe nunca puramente como tal, sino que siempre tiene un lugar como un ejercicio socialmente determinado en cuanto su forma; por ejemplo, como proceso de producción de trabajadores asalariados. El sistema de trabajo asalariado entraña el esclavizamiento general de la fuerza de trabajo al capital.

La faena que crea la riqueza de la sociedad capitalista no es el trabajo en general, sino determinado trabajo. Bajo el sistema capitalista el trabajo es algo externo y ajeno al trabajador, que no labora para sí mismo sino para otro –el capitalista– quien se adueña del producto como propiedad privada.

El “capital” (como sustantivo) hace referencia a la matriz de la reproducción expandida, a la extracción de un excedente del trabajo y a la subordinación de los trabajadores a una alienada capacidad que controla y regula el proceso productivo. En toda sociedad basada en el dominio de clase, en general, y en el capitalismo (como predicado, designa al sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, la centralidad de la motivación por las ganancias, en la producción de mercancías y relaciones de mercado universalizadas, en las que los trabajadores venden su fuerza de trabajo), en particular, el tiempo de trabajo registra un carácter doble: el “tiempo de trabajo necesario” (en el que se producen aquellos productos que necesita la clase explotada para su reproducción) y el “tiempo de plustrabajo” (en que se produce plusvalor, es decir, la parte del producto global de que se apropia la clase dominante). 

En estas sociedades, el fin inmediato de la producción no es la satisfacción de necesidades humanas, sino la valorización del capital. La propiedad privada capitalista se basa en la explotación de la fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre. En esa dinámica y realidad, la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio del salario, sino a reducirlo. La actual sociedad es un sistema montado para la explotación de la inmensa mayoría del pueblo por una minoría insignificante y cada vez más reducida (menos de una décima parte de los miembros de la sociedad mundial actual). Es más, la producción capitalista solo desarrolla el proceso social de producción socavando al mismo tiempo las fuentes originarias de toda riqueza: la naturaleza y el trabajador. Al capitalismo le es inmanente un enorme potencial tanto constructivo como destructivo. 

Además, toda mercancía es a la vez un valor de uso y un valor de cambio, en consecuencia el trabajo que la produce posee un carácter dual. En primer lugar, es “trabajo útil” o “trabajo concreto”, y su producto es un valor de uso. En segundo lugar, el gasto de trabajo humano en general (gasto de fuerza de trabajo, trabajo humano puro y simple) genera valor, y se llama “trabajo abstracto”. El trabajo en la producción de mercancías es a la vez concreto y abstracto desde el mismo punto de partida. El concepto de trabajo abstracto es el reflejo en el pensamiento de un proceso social real: el proceso de trabajo, que en el capitalismo está impregnado de principio a fin por las relaciones de las mercancías. Como valores, las mercancías son simplemente cantidades solidificadas de trabajo humano El precio es la expresión monetaria del valor. 

Los capitalistas, al igual que todas las clases dominantes, tienen un “derecho” construido política, social e históricamente para extraer trabajo excedente, así como en algún momento los trabajadores ganan el derecho a resistir. Aquí tiene lugar una antinomia, derecho contra derecho, sellados ambos por la ley del intercambio mercantil, las relaciones sociales de producción y la lucha de clases. Entre derechos iguales decide la fuerza. 

La división de la sociedad en una reducida clase fabulosamente rica y una enorme clase de asalariados que no poseen lo necesario para vivir en dignidad, conlleva que esta sociedad se asfixie en su propia abundancia4.

Según Steven Pinker, profesor de psicología en la Universidad de Harvard, “la cantidad de violencia en una sociedad se halla más estrechamente relacionada con la desigualdad social que con su pobreza”5

Colombia ¿capitalista?

En nuestro país, solo uno de cada tres trabajadores es asalariado formal, es decir, personas que trabajan a cambio de un salario para empleadores que realizan los aportes obligatorios a la seguridad sociolaboral (salud, pensiones, riesgos laborales), reciben prestaciones y están “amparados” por el Código Sustantivo del Trabajo (principal cuerpo legal que regula las relaciones laborales)6. Al margen de ello, de cada 10 empleos, seis son informales. Solo 30 de cada 100 trabajadores se encuentran empleados en negocios de más de 10 trabajadores; las empresas gigantes son una minoría. La mayor parte del empleo lo aportan las microempresas de menos de 5 trabajadores, o empresas unipersonales, que no cumplen con las obligaciones de ley porque objetiva y financieramente no pueden asumir los costos que la formalidad exige. Las micro, pequeñas y medianas empresas constituyen el 99,3 por ciento del tejido empresarial colombiano. En ese contexto, el 59 por ciento de los trabajadores ganan un salario mínimo o menos (el valor de la canasta básica familiar de los obreros equivale a tres salarios mínimos; el 87 por ciento del total de trabajadores devenga menos de dos SML). Desde mediados de la década de 1960, la tasa de desempleo involuntario supera el 10 por ciento promedio anual de la población económicamente activa. 

El desarrollo sociopolítico y económico nacional no sólo es injusto y cruel, sino que es en gran medida absurdo. La compulsión al consumo en algunos, compite con la miseria de la mayoría. De acuerdo con los resultados de la “Encuesta Nacional de Calidad de Vida, 2024” publicada por el Dane, los hogares por opinión del jefe/a o del cónyuge respecto a si se considera pobre suman 7,5 millones equivalentes al 40,4 por ciento del total nacional (el número total de hogares en el país es de 18,4 millones). De otra parte, el informe publicado por la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) sobre la distribución de ingresos y la concentración de riqueza, basándose en las declaraciones de renta de personas naturales, concluye que en la cima de la pirámide económica se encuentra el 0,01 por ciento más rico de Colombia, constituido por unas 3.700 personas con patrimonios líquidos superiores a los 10.000 millones de pesos; este grupo recibe en promedio ingresos brutos anuales de 4.500 millones de pesos. 

La tendencia clave en el país es a convertir todo valor agregado en renta. La cultura rentista generalizada, y el populismo político son dañinos en cuanto socavan la democracia y la sostenibilidad del desarrollo, conduciendo al permanente conflicto y a la ruina de la sociedad. Es más, la guerra y el crónico conflicto social que padece nuestra sociedad, están asociados a la lucha y confrontaciones por la captura de rentas, legales e ilegales, por parte de todo tipo de organizaciones armadas (legales e ilegales, con narrativas políticas o simplemente delincuencia organizada, bandas y ejércitos criminales), políticas, sociales, económicas y comunitarias. Las rentas tienden a blindarse en derechos. Para la mayoría de los buscadores y apropiadores de renta, la guerra es un lucrativo negocio.

Al mismo tiempo, se presenta un fortalecimiento continuo del Estado, cuya función reguladora y distribuidora se está volviendo cada vez más omnipresente. El Estado, lo que originariamente debería ser un simple instrumento, tiende a independizarse frente a la sociedad. En Colombia, existen actualmente 34 organizaciones políticas con personería jurídica vigente; éstas son conformadas, en su gran mayoría, por cuadrillas de especuladores políticos que alternativamente se posesionan del poder estatal y lo explotan por los medios y para los fines más corrompidos; y la nación es impotente frente a estos poderosos cártel de políticos, pretendidos servidores suyos, pero que, en realidad, la dominan y saquean7. A ello se une una poderosa y creciente maquinaria de burócratas y fuerzas policiales y militares; en Colombia, el número de servidores públicos asciende a 1.381.340 personas (este número incluye a los empleados del Estado en todos los niveles, desde el nacional hasta los territoriales).

Actualmente, el país se encuentra polarizado sobre el propósito del Gobierno para realizar un cambio en el régimen laboral. El proyecto de Ley del Pacto Histórico busca hacer una reducción de la jornada laboral sin disminuir los salarios de los empleados, un incremento en los recargos dominicales y un refuerzo en la protección de los derechos de los trabajadores. El Congreso, sin debate, archivó el proyecto de Ley. Este rechazo se debió a la votación negativa de la iniciativa; el principal argumento para la impugnación fue el alto costo de las modificaciones propuestas y el posible impacto negativo que tendría el aumento de los costos salariales sobre las empresas, estimado en un recorte de 450.000 empleos formales. Tras el hundimiento de la propuesta política oficial, el Congreso rechazó una vez más esta propuesta del Presidente Petro y hundió, el 14 de mayo del año en curso, la aprobación de las las 12 preguntas que ha puesto en consideración el Ministerio del Trabajo mediante una consulta popular con el fin de lograr el respaldo ciudadano necesario. El mismo Congreso revivió el proyecto de la Reforma Laboral original, pero es algo formal ya que su aprobación, por los tiempos del Congreso, y los enemigos políticos de los progresistas es casi que imposible. Este artículo presenta un contexto histórico y coyuntural sobre la pertinencia, realismo y viabilidad de la propuesta de reforma laboral. 

Globalización y crecimiento económico 

La “lógica del capital” es universal. “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países”, señalaban tempranamente, en 1848, Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista. “El capitalismo ha vencido en el mundo entero, pero esta victoria no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital”, afirmaba Lenin en su escrito “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, publicado en 1913. 

El mercado mundial constituye la base y la atmosfera vital del modo de producción capitalista. La burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno, argumentan Marx-Engels en el “Manifiesto del Partido Comunista”.

Esta globalización de la economía conforma un todo estructurado jerárquicamente. El contexto de la política internacional se desarrolla en medio del conflicto y antagonismo entre imperios. Por imperialismo se entiende la tendencia de los Estados a ampliar su ámbito de poder más allá de sus fronteras, ya sea directamente por medio del aumento del territorio del Estado, ya sea indirectamente a través de una dominación económica, cultural, política o militar sobre otros Estados. El capitalismo global avanzó de la mano con la colonización, la violencia, la esclavitud, el asesinato de pueblos nativos, la destrucción focalizada de competidores potenciales y una inmensa transferencia de riqueza a los países centrales.

Los fenómenos discutidos bajo el rótulo de globalización no representan una ruptura total en el desarrollo del capitalismo, sino la fase más reciente de la configuración de las relaciones capitalistas en el mercado mundial y de las profundas transformaciones asociadas a ello en las relaciones sociales, económicas y políticas de los distintos países8.

En ese marco, el libre comercio no hace a todas las naciones competitivamente iguales: al igual que en la competencia nacional, favorece a los productores de bajo costo y tecnologías avanzadas al apegarse a las leyes de la competencia real capitalista9. Los costos están asociados principalmente a la estructura integrada de los salarios laborales, las tasas de ganancia y el sistema impositivo. Cuando los costos promedio aumentan por encima de la productividad estándar del trabajo (costo unitario promedio), la tasa de ganancia cae, se frena la acumulación, cae la generación de empleo y las exportaciones pierden competitividad en los mercados internacionales.

Colombia se halla a su vez, económicamente dentro del marco del mercado mundial, y políticamente dentro del marco de un sistema de Estados. Es un país periférico en el orden geopolítico global. Sus exportaciones hacia el mercado internacional son en su mayoría rentas del sector primario de la economía: minero-energéticos, agropecuarios y tráfico de estupefacientes, sin un significativo valor agregado. En consecuencia, el crecimiento económico depende de las dinámicas y cambios en el mercado internacional de materias primas (gráfico 1).

El comportamiento del PIB colombiano en el período 1940-2025 está más correlacionado, positiva y significativamente, con la dinámica de América Latina (la medida específica que cuantifica la intensidad de la relación lineal entre dos variables es de 0,56), mientras que la reciprocidad con la actividad mundial es, aunque también significativa y positiva, más débil: 0,24. En conjunto, ALC presenta una mayor conexión con la dinámica mundial: 0,40.

Globalmente, la economía mundial capitalista presenta una clara tendencia declinante, su fuerza se debilita, mengua. La sociedad capitalista ha entrado en conflicto con las necesidades del desarrollo social. La media de crecimiento del PIB en los años 1940-2025 es de 3,9 por ciento para Colombia; 3,6 en ALC y 3,5 a nivel mundial. ALC registra una mayor inestabilidad en la actividad productiva, el coeficiente de variación tiene un valor de 78,2 por ciento; este indicador es de 67,3 por ciento en Colombia y de 66 a nivel mundial. Para el año 2025, las proyecciones del crecimiento económico son de 2,4 por ciento para Colombia; 2,0 para ALC y de 2,8 para el promedio mundial. 

Desempleo e informalidad 

La noción del desempleo persistente puede remontarse a la teoría de Marx acerca del ejército industrial de reserva. La tasa natural de la tasa de crecimiento, que es la suma de la productividad y del crecimiento de la fuerza de trabajo, responde en sí a la rentabilidad del capital: la tasa de cambio técnico depende del costo relativo del trabajo y el crecimiento de la fuerza de trabajo a su vez responde, mediante cambios en la tasa de participación y la importación (exportación) de mano de obra, a los incentivos de la ganancia. Entonces, el crecimiento impulsado por las ganancias es capaz de generar una tasa de desempleo persistente10

El trabajo es la principal actividad de nuestra vida. Nos preparan para él desde pequeños. Nuestra escolarización, así como nuestra vida, está pensada y vinculada a él. Sobre este reposa toda la sociedad. Sin él no habría comida, ni ropas, ni un techo, ni escuelas, ni cultura, ni arte, ni ciencia. Realmente, el trabajo es vida. Negar a alguien el derecho al trabajo no es sólo negarle el derecho a un mínimo vital de vida; es privarle de dignidad humana, separarle de la sociedad civilizada, hacer su vida inútil y sin sentido. El desempleo es un crimen contra la humanidad11.

La tasa de desempleo involuntario durante los últimos 76 años es de 7,6 por ciento en ALC y de 9,8 en Colombia. La inestabilidad laboral es superior en Colombia respecto al conjunto de países de ALC, el coeficiente de variación registra valores de 39,1 por ciento y 26,5 respectivamente. Los máximos históricos también son más negativos para Colombia (19,7 por ciento en el año 2000) que para la región (11,2 en 2002). En el año 1950, la tasa de desempleo involuntario en Colombia era de 3,1 por ciento, para 2025 se encuentra en 9,6; en la comparación de estos años, ALC registra valores de 4,0 por ciento y 6,0 (gráfico 2).

En ALC, en general, y en Colombia, en particular, persiste un alto nivel de desempleo involuntario, un bajo ritmo de creación de empleo y una elevada informalidad en los mercados laborales. Según estudios de la Cepal, aunque el mercado laboral muestra señales de recuperación, el crecimiento económico moderado y la falta de avances estructurales podrían perpetuar la situación; es crucial implementar políticas que promuevan la formalización laboral y el empleo decente. Durante la última década, las economías de la región han registrado la menor tasa de crecimiento del número de ocupados desde 1950; pero no sólo se están creando cada vez menos empleos, sino que la mayoría de los empleos que se crean son informales. El menor crecimiento del PIB sin duda constituye una de las razones detrás de estos hechos, pero más allá del impacto que el bajo crecimiento económico tiene en la dinámica de la ocupación informal, hay ciertos grupos que suelen ser más propensos a obtener empleos informales que otros: i) la educación afecta de manera significativa la probabilidad de que un ocupado sea informal, cuanto mayor es el nivel educativo de la persona ocupada, menos probable es que sea informal; ii) la ocupación informal suele ser mayor tanto en los jóvenes como personas mayores, iii) la probabilidad de que un ocupado sea informal se incrementa si la persona es mujer, especialmente, cuando existen dependientes en el hogar; iv) un ocupado que vive en una zona urbana es menos propenso a ser informal que alguien que vive en zonas rurales, y v) los migrantes son más propensos a ser informales.

Los resultados reflejan que la informalidad laboral es un fenómeno que depende de múltiples factores, por lo tanto, la formalidad laboral solo podrá aumentar si se aplican una serie de políticas que se complementen y atiendan la gran diversidad de aspectos que la condicionan. En este sentido, la Cepal plantea que es necesario integrar políticas educativas, laborales y productivas que estimulen un mayor crecimiento económico y que faciliten la creación de empleos formales, en especial entre aquellos grupos que son más vulnerables. Adicionalmente, es necesario impulsar políticas que incentiven a pequeños productores y empresarios para que formalicen sus actividades.

La informalidad laboral sigue siendo una característica predominante del mercado de trabajo en ALC, con una tasa del 47,6 por ciento en 2024. Esto representa un reto para la calidad del empleo y la inclusión social, ya que implica que casi la mitad de los trabajadores de la región tienen contratos precarios, ingresos inestables, falta de seguridad social y mayor vulnerabilidad económica. 

En Colombia hay 23,5 millones de trabajadores, 13,5 millones de los cuales están en la informalidad, esto es, de cada 10 empleos seis son informales (gráfico 3). Según las estadísticas del Dane, ese es el dato más alto alcanzado en el país, si tomamos en cuenta el total de población ocupada informal.

Cabe destacar que en enero de 2025 la cifra de la población informal fue de 12,9 millones de informales y en febrero repuntó a 13,5 millones, es decir que este rubro viene en aumento. Entre enero y febrero de 2025, el número de puestos de trabajo creados fueron 567 mil; en el sector formal se destruyeron 100 mil y en el sector informal aumentaron 666 mil.

Sistema económico, reforma laboral y productividad del trabajo

A propósito de esta realidad, la consulta popular radicada el pasado primero de mayo por el presidente Gustavo Petro y que fue rechazada y hundida en el Senado el 14 de mayo generó prevenciones entre empresarios y analistas, debido a que ninguna de las 12 preguntas planteadas allí postula cómo se debe enfrentar la informalidad12. La iniciativa oficial para realizar un cambio en el régimen laboral favorece principalmente a los asalariados formales, es decir, uno de cada tres trabajadores. Al no diferenciar por actividades, trabajadores productivos e improductivos, zonas, regiones, tamaño de empresas, sector público y privado, la reforma estructural propuesta afecta negativamente a las micro y pequeñas empresas que son el 97,9 del universo empresarial. En Colombia, según el Censo Económico, el Dane reportó un total de 5.704.308 empresas, de las cuales 84,8 por ciento son personas naturales y 15,2 son personas jurídicas. El Gobierno parte de tres premisas falsas para su iniciativa: que la mayoría de quienes laboran son trabajadores asalariados formales; que todos los trabajadores y empresas son iguales, y que todos los empleadores están en capacidad de cumplir con las obligaciones que impone la ley y es posible obligarlos a ello.

La productividad laboral es un importante indicador económico que está estrechamente relacionado con el crecimiento económico, la competitividad y el nivel de vida de una economía y de la sociedad. La productividad laboral representa el volumen total de producción (medido en términos de Producto Interior Bruto, PIB) producido por unidad de trabajo (medido en términos de número de personas empleadas u horas trabajadas) durante un periodo de referencia temporal determinado. En Colombia, debido a la estructura laboral y a las carencias de los sistemas económico y educativo, la productividad laboral registra un persistente problema del bajo crecimiento (gráfico 4). 

En el período 1947-2025, la productividad del trabajo registró un crecimiento de apenas 1,7 por ciento anual; la inestabilidad es alta (el coeficiente de variación es de 171,1%), el rango de variación es de 19,7 puntos porcentuales, con un mínimo de -6,8 en el año 1999 y un máximo de 12,9 en 2006. Debido al fuerte descenso en 2020 –por el covid-19– el aumento de la productividad fue nulo, la productividad laboral repuntó en 2021, aumentando un 7,0 por ciento. El crecimiento de la productividad se ralentizó en 2022, aumentando sólo un 0,3 por ciento, en 2023 fue negativo en 1,2, en 2024 registra un insignificante aumento de 0,4 y para 2025 se proyecta un crecimiento de 1,3 por ciento.

Otros factores que causan el estancamiento y declive de la economía colombiana son: la cultura rentista generalizada (conversión del valor agregado –beneficios y salarios– en renta) y el creciente peso de las actividades improductivas. El término “rentismo” puede referirse a diferentes conceptos, pero en general se refiere a: i) la situación económica o social donde una persona o grupo de personas vive de las rentas que genera la tierra, o una propiedad o inversión, sin tener que trabajar; ii) también puede referirse a economías extractivas que dependen principalmente de la exportación de recursos naturales escasos, como el petróleo o la minería, sin diversificar su actividad económica; iii) la fuerza de trabajo, el tercer elemento del proceso de producción, también promueve la idea de una forma de renta que asegure la digna supervivencia de todos los ciudadanos, en especial de aquellos que no tienen otros recursos; iv) los empresarios presionan al Estado para que les garantice ingresos o rentas permanentes que los proteja de la competencia internacional o los fenómenos inflacionarios internos, como los subsidios a los combustibles que favorecen a los transportadores; v) los pueblos étnicos, negros e indígenas, reclaman una renta eterna fundamentada en un relato ya anacrónico de la deuda histórica causada durante la Conquista y la Colonia; vi) la clase política captura al Estado y mediante la corrupción convierte el presupuesto público en renta personal y partidista; vii) finalmente, todas las organizaciones armadas ilegales compiten por la captura de rentas ilegales y el control de territorios y comunidades. En un contexto más amplio, el rentismo implica prácticas o sistemas que buscan obtener ingresos, legales e ilegales, sin generar valor o contribuir de manera productiva a la sociedad.

La distinción entre trabajo productivo e improductivo es muy importante para la economía política marxista. El creciente número de empleados no comprometidos en la producción de mercancías es trabajo asalariado no productivo. El trabajo productivo está comprometido por el capital en el proceso de producción con la intención de producir plusvalía. Para Marx, los trabajadores improductivos no están implicados en la producción, que constituye la única fuente de plusvalía para el capital como un todo, incluso si sus actividades tienen como resultado un beneficio comercial para sus patronos. 

Sobre este particular, la evidencia empírica en Colombia registra seis comportamientos: i) aunque el sistema tiende a crecer algo más rápido que en tiempos pasados, el crecimiento efectivo va quedando cada vez por debajo de la tasa de crecimiento máximo; ii) de la producción (en especial el excedente) obtenida, una parte cada vez mayor se despilfarra y aplica a actividades improductivas; iii) el parasitismo económico –si se quiere vivir de lo que no se produce– va asumiendo un carácter cada vez más generalizado y estructural; iv) el capital de producción es remplazado por el rentismo; v) los capitales nacionales se orientan hacia el comercio, el sector financiero, la especulación inmobiliaria, el transporte, la renta de la tierra y los negocios asociados al turismo, todos ellos sectores improductivos; en general, cae el peso de los capitales que operan en el espacio de la producción y sube el de aquellos que operan, por ejemplo, en la esfera de la circulación (capitales de préstamo, servicios y capitales comerciales); vi) el Estado se convierte en el tiempo en agencia de presión extraeconómica, confiscando la propiedad e ingresos del sector productivo para desviarla al sector improductivo (inclusive gasta por encima de las capacidades del país, lo que se refleja en un crónico déficit fiscal que actualmente tiende al 8% del PIB, financiado con endeudamiento público). 

Es un hecho que cuando las condiciones de crecimiento se debilitan, podemos hablar que el sistema entra en una fase de decadencia histórica, lo cual siempre va asociado a un aumento del grado de parasitismo del sistema económico, político y social. Durante el período 1947-2025, el Estado pasó de monopolizar y controlar la riqueza social de 5,4 a cerca del 30 por ciento del PIB. Las actividades económicas improductivas representaban el 27,6 por ciento del PIB en el año 1947 y aumentan a 65,7 en 2025. En resumen, en Colombia opera un “capitalismo” parasitario, con una preferencia por la especulación monetaria, financiera, inmobiliaria, servicios y comercial en vez de por la producción de auténtica riqueza. 

“El volumen o la magnitud de la producción nacional varía continuamente. No es una magnitud constante, sino variable, y no tiene más remedio que serlo, aun prescindiendo de las fluctuaciones de la población, por los continuos cambios que se operan en la acumulación de capital y en las fuerzas productivas del trabajo”, expone Marx en las sesiones del Consejo General de la I Internacional, en junio de 1865. Además, en las conferencias de 1847 (Trabajo asalariado y capital) anotaba que “el rápido incremento de capital es la condición más favorable para el trabajo asalariado”. Hecho que se evidencia empíricamente en Colombia durante el período 1947-2025. La población total aumenta de 10,7 millones a 53,2 millones, esto es, se multiplicó por cinco, de manera análoga, la población ocupada creció de 3,8 millones a 23,7 millones; aumentó 6,2 veces, igual que la población asalariada que paso de 1,9 millones a 11,8 millones (gráfico 5). 

Un hecho perturbador es que la proporción de población asalariada aumenta su participación en el total de ocupados en los años 1947 a 1984, en términos relativos creció de 51,4 a 61,8 por ciento; en los años que siguen pierde protagonismo el trabajo asalariado y en 2025 tan solo contribuye con el 50,0 por ciento en la estructura laboral. Este fenómeno se encuentra asociado con el proceso adverso de la desindustrialización de las ciudades, que ha minado su dinamismo y ha desplazado la actividad económica hacia servicios no comercializables de baja productividad. 

En los años 1980, el fallecido Akio Morita, que fue presidente de Sony, advertía constantemente del peligro mortal que representaba para el capitalismo la tendencia a pasar de la industria productiva al sector de los servicios solamente. En 1988, Morita declaraba. “Me gustaría sugerir que esta tendencia, lejos de ser la maduración progresiva de una economía desarrollada y algo que haya de apoyar, es destructiva. Porque, a largo plazo, una economía que pierda su base industrial ha perdido su centro vital. Una economía basada en el sector servicios no tiene fuerza motriz. Así, la complacencia respecto a pasar de la industria al abrigo de los servicios de alta tecnología, en que los obreros se sientan delante de un ordenador e intercambian información todo el día, está totalmente fuera de lugar. Esto se debe a que sólo la industria crea algo nuevo, elabora productos cuyo valor es superior al de las materias primas de las que están hechos. Tendría que ser obvio que en una economía los servicios son subsidiarios y dependientes de la industria”13.

Como es conocido, el PIB per cápita es una medida económica que representa el valor total de la producción de bienes y servicios de un país dividido entre su población. Es un indicador de la riqueza y el nivel de vida de un país, aunque no refleja la distribución de la riqueza. Actualmente, Colombia es un país pobre; su PIB per cápita anual apenas se aproxima a los 7.000 dólares estadounidenses. Contrasta con el pequeño país del centro de Europa (sin litoral o salida al mar y con una superficie 441,5 veces más pequeña que Colombia): Luxemburgo, en 2024, se ubicó en el primer lugar mundial en PIB per cápita, con un promedio de 135.321 dólares estadounidenses (cerca de 20 veces más alto que el de Colombia), gracias a su gran competitividad fiscal, presencia de las empresas multinacionales más grandes del mundo, estabilidad política y eficiencia pública, un crecimiento económico sólido, baja inflación y reducido desempleo. 

Durante el período 1905-2025, la población ocupada en Colombia creció 16,2 veces y el ingreso per cápita real 13,4 veces (gráfico 6). Por subperíodos, entre 1905 y 1980 el PIB percápita aumento más rápido que la población ocupada: 6,3 veces y 5,7 veces, respectivamente. Entre 1980 y 2025 se invierte la dinámica, la población ocupada crece por encima del ingreso por persona. El problema, cada vez mayor, de la baja productividad del trabajo en el país es evidente. 

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la falta de productividad en América Latina es un problema muy serio, porque la productividad se necesita para crear mejores empleos y garantizar un espacio fiscal que financie programas sociales como las pensiones, la educación y la salud; es lo que finalmente determina la riqueza de un país. Reducir la informalidad del empleo, aumentar el tamaño de las empresas, invertir más en la formación de los trabajadores, fomentar la ciencia, la tecnología y la innovación y mejorar las infraestructuras básicas, son algunas de las soluciones propuestas por los investigadores de la OIT14.

En Colombia, la crisis económica y la desigualdad se han convertido en permanentes, simplemente en una manera de vivir. El pleno empleo, el crecimiento sostenido de la producción y de los niveles de vida, y del Estado de Bienestar son cosa de las narrativas del pasado; a lo que nos enfrentamos ahora es al estancamiento económico, la recesión, la inflación, la crisis de las fuerzas productivas, la mayor desigualdad, niveles de pobreza más altos y el desmadre de las violencias. 

La Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) que realiza el Dane cuantifica y caracteriza las condiciones de vida de los hogares que habitan en el país. Los resultados de la ECV muestran que en 2024 la percepción de pobreza que tienen los jefes de hogar o sus cónyuges en comparación con el año 2017 aumentó de 24,5 por ciento a 40,4. El incremento fue más alto entre 2017 y 2022, en este último año la autopercepción de la pobreza fue de 50,6 por ciento. Si bien las proporciones de jefes o cónyuges que se consideran pobres continúan siendo altas, en particular en la zona rural, la tendencia durante el período 2003-2024 es relativamente favorable: el total nacional descendió de 67,0 por ciento a 40,4; en las zonas urbanas pasó de 60,6 por ciento a 33,2; y en los centros poblados y rural disperso el cambio fue de 87,6 por ciento a 65,4 (gráfico 7). 

Trabajo, economía y orden social 

Es claro que el análisis del trabajo no puede realizarse de manera independiente del sistema económico y del orden social global. Máxime cuando se trata de realizar una reforma estructural laboral. Tampoco puede eludirse el conflicto entre capital y trabajo, aspirando, de acuerdo con el carácter peculiar de la socialdemocracia, de atenuar su antítesis y convertirla en armonía. 

De acuerdo con la economía política, todas las luchas históricas lo son entre clases sociales, cuya existencia y choques están condicionados, a su vez, por el grado de desarrollo de su situación económica, por el carácter y el modo de producción y de su cambio, condicionado por ésta. El grado de conciencia política, la organización participativa y la funcionalidad del sistema democrático también condicionan, en igual medida, el movimiento y cambio de la sociedad.

Es posible, sin embargo un nuevo orden social en el que desaparezcan las actuales diferencias de clase, por lo menos en lo referido al acceso por igual para todos, en proporciones cada vez mayores, de los medios necesarios para vivir decentemente, para disfrutar de la vida y para educar y ejercer todas las facultades físicas y espirituales. En lo inmediato, una mejoría en ese campo para el pueblo trabajador pasa por materializar una reforma estructural del Estado y el sistema económico, un proceso al cual se oponen, entre otros sectores sociales, los rentistas y la clase política hegemónica. 

En esa vía, el fomento del trabajo productivo y creativo, con garantía de estabilidad laboral, salarios justos, organización de la producción con participación deliberativa de todas las personas vinculadas a una rama de producción, empresa o similar, así como distribución justa del fruto del trabajo de todas y todos, a la par de la sostenibilidad ambiental deberán ser principios ordenadores del nuevo orden social. 

Para ello, más allá de la limitada reforma laboral propuesta, sopesando sus limites y consecuencias directas e indirectas sobre la mayoría de quienes están vinculados al mundo del trabajo, en lo inmediato, la sociedad colombiana puede adelantar cambios viables y significativos: i) construir un sistema universal de seguridad social financiado con los recursos del presupuesto General de la Nación, lo que implica la eliminación del pago de parafiscales y aportes a la salud por parte de los empleadores y trabajadores; ii) los sistemas de salud y educación deben permitir el acceso gratuito e igualitario de todas y todos, permitiendo la existencia de una oferta privada para quien lo prefiera y pueda pagarlo; iii) impulsar políticas de diverso orden, fiscales y financieras entre ellas, para el desarrollo de actividades productivas y que incentiven a pequeños productores y empresarios para que formalicen sus actividades; iv) desmontar todo el sistema de políticas sociales asistencialistas y rentistas; v) eliminar la transferencia entre regiones, productivas a improductivas, y promover el desarrollo autogestionario y la libre movilidad de la fuerza de trabajo junto con la población que busque por voluntad propia mejores oportunidades de vida mediante la emigración; vi) el régimen federalista en remplazo del centralismo promoverá con mayor fuerza el desarrollo local, regional y nacional.

El debate que deberá dar la sociedad sobre la necesaria reforma laboral de carácter estructural y todo lo que ella implica, está abierto y debería servir para iniciar un ordenado, amplio y constante proceso de politización social que estimule la autonomía y autogestión popular a todo nivel, sin dejar al margen la cimentación de poderes duales que inicien la superación del presidencialismo y de la dependencia estatal que hoy reina en todo el cuerpo social.

Se trata de lograr, en el proceso de superar la alienación que hoy persiste en todo nuestro tejido social, conciencia de la irreemplazable vitalidad de la organización consciente, libre y democrática de la producción social, en la cual solo el trabajo productivo, la producción real y la distribución que se llevan a cabo en forma planificada y concertada, puede elevar el bienestar de toda la población y garantizar el desarrollo sostenible y humano.  

1 Estas consideraciones preliminares sobre “filosofía del trabajo” y “trabajo y economía” tienen como marco común el libro de Karel Kosik. (1967). Dialéctica de lo concreto. Editorial Grijalbo, México, pp. 214-230.

2 Engels, Federico. (1973). Obras escogidas Marx-Engels: “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, escrito por Engels en 1876. Editorial Progreso, Moscú, p. 371.

3 Marx, Carlos. (1976). El Capital, Libro primero, capítulo I. Fondo de Cultura Económica, Colombia, pp. 3-47.

4 Marx, Carlos. (1973). Obras escogidas Marx-Engels: “Trabajo asalariado y capital”, publicado en 1849 en la Nueva Gaceta del Rin con base en las conferencias dadas por Marx, en 1847, en la Asociación Obrera Alemana de Bruselas. Editorial Progreso, Moscú, p. 67.

5 Pinker, Steven. (1997). Cómo funciona la mente. Ediciones Destino S.A. España, p. 502.

6 Su finalidad primordial, de acuerdo con la más pura doctrina socialdemócrata, es la de lograr la justicia en las relaciones que surgen entre empleadores y trabajadores, dentro de un espíritu de coordinación económica y equilibrio social.

7 Similar a la caracterización que realizó Engels de la institucionalidad pública norteamericana, en el texto La guerra civil en Francia, escrito y publicado en 1891.

8 Heinrich, Michael. (2022): Crítica de la economía política. Guillermo Escobar Editor, España, p.p. 277-278.

9 Shaik, Anwar. (2022). Capitalismo. Competencia, conflicto y crisis. Fondo de Cultura Económica, México, p. 48.

10 Shaik, Anwar. (2022). op. cit., p. 58.

11 Woods, Alan y Grand, Ted. (2005). Razón y Revolución. Filosofía marxista y ciencia moderna. Fundación Federico Engels, México, p. 445.

12 Las doce preguntas son las siguientes: ¿Está de acuerdo con que la jornada de trabajo dure máximo 8 horas y la jornada diurna sea entre las 6:00 a.m. y las 6:00 p.m.? ¿Está de acuerdo con que se pague con un recargo de 100% por el trabajo los días de descanso dominical o festivo? ¿Está de acuerdo con que las micro, pequeña y medianas empresas productivas, preferentemente asociativas, reciban tasas de interés en materia de crédito e incentivos para sus proyectos productivos? ¿Está de acuerdo con que las personas puedan tener los permisos necesarios para atender citas médicas y licencias por periodos menstruales incapacitantes? ¿Está de acuerdo en que las empresas deban contratar laboralmente al menos 2 personas con discapacidad por cada 100 trabajadores? ¿Está de acuerdo con que los aprendices del Sena y de instituciones similares tengan un contrato laboral? ¿Está de acuerdo que las personas trabajadoras en plataformas de reparto y transporte acuerden su tipo de contrato y se les garantice el pago de seguridad social? ¿Está de acuerdo con establecer un régimen laboral especial para que los empresarios del campo garanticen los derechos laborales y el salario justo a los trabajadores agrarios? ¿Está de acuerdo en eliminar la tercerización e intermediación laboral mediante contratos sindicales? ¿Está de acuerdo con que las trabajadoras domésticas, madres comunitarias, periodistas, deportistas, artistas, conductores, y demás trabajadores informales, sean formalizados o tengan acceso a la seguridad social? ¿Está de acuerdo en promover la estabilidad laboral mediante contratos a término indefinido como regla general? ¿Está de acuerdo con constituir un fondo especial destinado al reconocimiento de un bono pensional para los campesinos y campesinas?

13 Citado en: Woods, Alan y Grand, Ted. (2005), op. cit., p. 442.

14 Ver: https://voices.ilo.org/es-es/podcast/la-falta-de-productividad-en-america-latina-es-un-problema

* Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos Le Monde diplomatique edición Colombia y desdeabajo.


Reformas de la reforma laboral

por Sebastián Delgado

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