









Las lluvias en el valle de Abrurá y no son solo agua, el miedo son toboganes y nervios. En Hallizal, la montaña dio menos de 36 horas de lluvia y la casa terrestre del río. En Belén Altavist, la retroexcavadora no estaba esperando el cargador y chocó 117 casas con la orden del alcalde. En Villan, las botas policiales llegaron con el desalojo de advertencia y salieron de las paredes en la tierra.
No son tragedias aisladas. Son parte de un patrón más amplio, la reurbanización del territorio urbano que utiliza el riesgo y la legalidad para la expulsión de las comunidades, el espacio abierto para el capital y se convierte en una ventana de la tienda de turistas. Esta forma mejora el cambio climático, que es el aumento de la lluvia y se convirtió en descenso más frecuente, afectando directamente a los que viven en áreas altas.
Lluvia impredecible y miedo constante
Medellín, conocida como la ciudad de la primavera eterna, ya no es una célula clara o una lluvia predecible. Antes de que se dijo que si me caí duro, escapé rápidamente. Ahora, está muy lloviendo y lo primero que muchos piensan que no se puede eliminar, pero cuánto perderán a casa. Después de cada poderoso descenso, llega una nueva ola de víctimas. “Cada vez que escucho la fuerte lluvia por la noche, siento que no estoy durmiendo … Estoy pensando en si mañana mi casa se mantendrá”, dice Patricia, vecina de Ganilin.
Tragedia con más esmaltado en la frontera
Donja María Rita llegó de Nariño, Antioquia, que se escapa de la guerra. Encontró mucha vista en el puerto, pero con la posibilidad de levantar las paredes, una siembra de café y criar animales. Vivió allí más de una década. Nunca recibió una oferta residencial formal. Solo escuchó una “zona de riesgo”. 24. Junio de 2025, a las 3:15, la montaña explotó como una bomba. Dos de sus hijos perdieron sus casas. Uno arrastró 200 metros además del lodo y alcanzó el hielo con costillas rotas y pulmones perforados. Su esposa murió, encontrada sin vida en fatiga. “Ni el agua ni el país nos dan tiempo … cuando quería tomar todo lo que estaba en la cima”, recordó con una voz rota.
La comunidad no esperó a la institución y se excavó con lo que es de la mano. Las autoridades de Medellín y Bella dividieron la tragedia de acuerdo con las fronteras administrativas, ignorar al país no respeta los límites. Muchos de los que vivían allí compraron la tierra a bajos costos o los heredaron. No había letra, pero yo arraigé. Garnishing, como muchos asentamientos de Hillyside en Medellín, fue construido sin ayuda del gobierno. Antes, este trabajo colectivo trajo la prevención y la resistencia: se los consideraban un vecindario en su conjunto, no solo en su propia casa. Hoy, esta capacidad organizativa se debilita. La urgencia individual y la necesidad inmediata reemplazaron una gran organización comunitaria, y una pequeña unidad que se logra generalmente se enfoca en la ocupación de la tierra, luego deja a todos para resolver su propia felicidad.
Déficit residencial y acceso limitado
Mientras tanto, el acceso a la vida del interés social es más difícil. Según Medellin a medida que avanzamos, la oferta de este tipo de vivienda ha empeorado en la última década. En 2013, se construyeron más de 2,000 unidades, y en 2018. Solo 167, mientras que la demanda anual en el valle de Aburá supera los 16,000. El déficit residencial, y cuantitativo y cualitativo, continúa creciendo y atacando los hogares de las capas bajas.
Altavist del riesgo
En la mano de Dios, Belén Altavist, la amenaza no llegó con lluvia, sino con una orden de desalojo. Entre finales de mayo y principios de junio de 2025. El Ayuntamiento ha colapsado 117 casas. Anunciaron que solo 21 por “alto riesgo”, pero al día siguiente derribaron el resto. No hay un plan de reubicación, gratuito. La tierra pertenece a un ladrillo privado. Hace los años, su dueño prometió no ser elocado. La decisión institucional borró esa promesa. “Nos dijeron que nos calmáramos, que ya no mentiría … y al día siguiente llegaron con máquinas”, dice Julián, uno de los desalojados. Varias casas tenían dos pisos y años de construcción; Otros fueron recientes, criados con mucho esfuerzo, y ahora sin la posibilidad de recuperación invertida. Otras casas más amenazan. Aquellos que están estrechamente asesinados, realmente expuestos, no fueron tocados: tienen escritura. Aquí, el riesgo se convirtió en una excusa para proteger la propiedad privada.
Notificaciones tardías y demolición
En La Libertado no. 2 Villatin, la comunidad advirtió 15 días antes del movimiento de la tierra. La oficina del alcalde evacuó solo la casa. 4. Julio de 2025, casas de bolas. Luego entre 21 y 24. 23 de junio más demolido sobre la base de estudios técnicos y regulaciones de riesgos. El aviso fue un día. “Me dijeron ayer que empacara, pero ¿a dónde debería ir una noche? ¿Qué le construí con mis manos”, dice Luz Marina, golpeado por la demolición. Varias familias negaron que las inspecciones se realizaran superficialmente y que no hubo garantías reales reales. Más de 200 personas se fueron entre escombros y deudas, víctimas de abandono previo y demolición. La operación fue selectiva: casas con hechos, más cerca del avión, se puso de pie. Es castigado informalmente. Formal, protegido.
Turismo y expulsión
Medellín vive un rápido proceso turístico y tierra. La lógica de la gentrificación convierte el territorio para abrir el camino hacia el capital, moviendo las poblaciones históricas. El “riesgo” se convierte en una herramienta de eyección técnica, mientras que parece invisible que estas comunidades se construyan desde abajo. Los vecindarios de Lader aparecieron desde el convertidor, desde el trabajo colectivo de material reciclado. Lo que la institución no hizo, la gente. Hoy, estas mismas áreas se desean o estigmatizan, y sus residentes fueron tratados como intrusos.
La infraestructura que Hine
No solo la lluvia o el desalojo formal crean un cambio. Los grandes trabajos de infraestructura también han causado la expulsión forzada de miles de personas. El caso Metro de la 80 es ilustrativo: la construcción de este proyecto de tráfico masivo ha afectado a miles de habitantes, y algunos con décadas viviendo en sus hogares. Las organizaciones conjuntas y de medios han negado que las evaluaciones ofrecidas por la administración municipal estén significativamente por debajo del valor comercial, lo que les impide que se vean afectados de la adquisición de otra casa en la misma área. Los comerciantes y las familias temen que, fuera de la promesa de movilidad, el trabajo se traduzca en el desplazamiento forzado disfrazado en progreso. El cambio intraurbano generado por este tipo de proyecto se agrega a la larga lista de presiones que enfrenta comunidades populares, fortaleciendo la expulsión a áreas periféricas e incluso riesgosas.
Violencia y reubicación intraurbana
Para el mercado de la presión, la lluvia y las grandes obras, se agrega un cambio intraurbano a la violencia. Medellín sigue siendo una de las ciudades con el índice más alto de este fenómeno en Colombia. Grupos armados ilegales, las disputas del control territorial y las amenazas directas obligan a miles de familias a abandonar sus hogares cada año, muchas veces para establecerse en las áreas de igual o mayor riesgo. La violencia de la ciudad no solo las tiras de techo, sino también la comunidad y la comunidad de telas, lo que hace que sea más probable un ciclo en el que tenga su propia vivienda y vivienda de dignidad. En este contexto, la vivienda se vuelve frágil bien, vulnerable a múltiples bordes de rechazo que operan y se fortalecen entre sí.
En Medellín, muere bajo avalanchas o permanecer en la calle puede depender del papel. Después de escribir, puede salvar la casa. No tienen la curva de esa víctima. Nadie elige vivir en una pendiente inestable: llegas allí porque falla un modelo urbano. Remolcado de lluvia, pero así el mercado. El rendimiento de la tierra, pero también la institución, al decidir proteger la propiedad privada antes de la vida. Medellín no necesita más promesas de urbanismo social. Necesita justicia territorial y reconoce a quienes construyeron la ciudad como sus verdaderos fundadores.