Cada martes y jueves, cuando Popayán se prepara para las veneradas procesiones de Semana Santa, Santiago Valencia Quintero se enfunda en un sombrero y una túnica tradicional. Se calza alpargatas de Cabuya y se ajusta un cinturón de ropa, mientras confía su día a Dios. Este ritual marca el inicio de su labor como carguero en las emblemáticas marchas de la capital del Cauca.
Los cargueros son individuos que tienen la responsabilidad de cargar en sus hombros imágenes religiosas que simbolizan su fe y devoción durante esta significativa celebración en el centro histórico de la ciudad.
Santiago Valencia es un ingeniero industrial de 35 años. Foto:Francisco Perafán y bondad
Desde que era un niño, Santiago ha formado parte de estas celebraciones. Su andadura comenzó en las procesiones de Chiquitas, una tradición que surgió a finales de la década de 1950 en Popayán, donde niños de entre cinco y once años participan de una forma adaptada y simbólica de las procesiones mayores de Semana Santa. “Mi primer paso fue con San Juan Evangelista en la procesión del Viernes Santo. Luego cargué a María Salomé, y más tarde estuve en una de las cruces que, en 2001, me otorgó la oportunidad de cargar en la tradicional Semana Santa”, recuerda Santiago.
Los pequeños que participan en estas procesiones visten trajes muy similares a aquellos que usan los adultos en las celebraciones principales. De esta manera, los niños comienzan a familiarizarse con la tradición de la Semana Santa y aprenden sobre el simbolismo de los colores y vestimenta que datan de más de 460 años de historia.
“La esencia de estas procesiones infantiles radica en establecer una conexión con las futuras generaciones que participarán en la Semana Santa. Es esencial que comprendan cómo cargar, detenerse y comportarse adecuadamente bajo el peso de las imágenes sagradas,” explica.
Un aspecto curioso que Santiago ha integrado en su vida es la superstición de comenzar el día con el pie izquierdo. Desde su primera experiencia en las procesiones Chiquitas le enseñaron que al levantarse, el primer pie que toca el suelo debe ser el izquierdo. “Para nosotros es algo completamente natural,” dice.
Santiago Valencia ha estado involucrado en esta práctica tradicional desde muy joven. Foto:Francisco Perafán y bondad
A los 11 años, su tiempo como carguero en las procesiones Chiquitas llegó a su fin, pero un año después, en 2002, tuvo la oportunidad de asumir un nuevo rol que nunca había desempeñado: Moquero.
Los Moqueros, al igual que los cargueros, usan vestimenta similar, pero tienen la responsabilidad adicional de limpiar la cera que gotea de las altas velas que iluminan el camino. Los niños seleccionados para esta tarea deben tener entre 9 y 12 años y son escogidos entre quienes se postulan. Cuentan con un palo de tres metros que utilizan para encender las velas que se han apagado.
“La función principal del Moquero es acompañar el paso y asegurarse de que las velas se mantengan hermosas y duren más. Recuerdo que en una ocasión volví a casa con una mochila llena de cera, la cual utilicé para hacer velas en mi casa,” comparte Santiago.
Desde los 4 años, muchos niños ya están inmersos en la tradición de los Cargueros. Foto:Francisco Perafán y bondad
El ambiente de las procesiones está impregnado de olores característicos: incienso, sahumerio y el aroma del laurel de las velas.
Santiago recuerda particularmente la cera que moldeó a los 12 años: “La vela que hice en ese entonces estaba hecha de cera de laurel, un material que tiene un aroma único, característico de nuestra región y una tradición que sólo encontramos aquí en Popayán, especialmente durante esta época del año.” Este tipo de vela no se encuentra en otras partes del mundo, lo que resalta la singularidad de la tradición local.
En el ámbito de las procesiones, se dice que la tradición de ser carguero se hereda de padres a hijos; esta conexión se conoce como Barte. Sin embargo, en el caso de Santiago, la historia fue diferente. Aunque no procede de una familia con esa tradición, ya que sus padres eran de Manizales, tuvo que esforzarse por encontrar su lugar en las procesiones de Semana Santa. Su pasión y dedicación le abrieron las puertas a esta rica herencia cultural.
“Para aquellos que no procedemos de familias profundamente arraigadas en estas tradiciones, es un desafío establecer nuestro propio patrimonio y conexión con la comunidad. En mi caso, fue a través de mi adolescencia que logré establecer relaciones dentro del entorno de la Semana Santa, lo que me permitió cargar por primera vez en la serie de Verónica en 2009,” explica.
Para el carguero, esta práctica es mucho más que una actividad física; es una expresión de fe. Foto:Francisco Perafán y bondad
El confidente es el encargado de decidir quién participará durante las festividades de Semana Santa, un papel fundamental en la organización de estas ceremonias.
Carga elegante de “tortura”
Santiago ha forjado su camino basado en su dedicación. Desde 2009, cuando tenía 19 años, ha cargado en las procesiones de Semana Santa, exceptuando 2020 y 2021, debido a la pandemia de Covid-19. Santiago se hace uno con las calles, simbolizando la pasión de Cristo.
“La actividad de cargar no es solo un esfuerzo físico extremo, sino también un acto espiritual; cada persona tiene sus propias razones para llevar el peso,” afirma. Para muchos, es una manifestación de fe y cada carguero debe encontrarse preparado tanto mental como espiritualmente para enfrentar el desafío que supone llevar esos sentimientos, así como el cansancio y el peso del anda.
Las imágenes que se transportan suelen elevarse sobre estructuras de madera de aproximadamente 500 kilogramos, con dimensiones que pueden alcanzar los 1.60 metros de altura. A veces, en medio del esfuerzo, se siente que los cargueros podrían desmayarse, imitando el sufrimiento que Jesús enfrentó en su viaje a Gólgota. Sin embargo, la fe que les sostiene es su mayor fortaleza.
Este ingeniero reflexiona sobre el arte de cargar: “No se trata solamente de someterse bajo el peso del anda, sino que debe llevarse con gracia; no se debe demostrar sufrimiento. A lo largo de la porción de su carga, las técnicas evolucionan y se vuelven más complejas, pero la dignidad del carguero siempre debe mantenerse, realzando la belleza del momento.”
Durante cada procesión, un grupo de ocho cargueros se encarga de las andas y recorren alrededor de 20 cuadras por el centro histórico de Popayán. Al finalizar, cada participante habrá portado 60 kilogramos durante aproximadamente un kilómetro y medio.
“Lo bello del acto de cargar es que todos lo hacemos juntos; el peso es compartido por todos en el anda. No importa el trasfondo social o económico de cada carguero; en ese espacio todos somos iguales y trabajamos como un solo equipo,” concluye Santiago.
Ropa de carga
El atuendo utilizado durante la Semana Santa en Popayán posee múltiples significados litúrgicos, históricos y seculares:
El color azul oscuro simboliza el luto por la muerte de Jesucristo.
La túnica y las alpargatas reflejan la vestimenta de Jesucristo y de los habitantes de su tiempo, simbolizando la humildad que caracteriza a los cargueros.
El cíngulo y la tela rememoran las herramientas utilizadas por José de Arimatea y Nicodemo para bajar a Jesús de la cruz, al mismo tiempo que sirven de soporte para el carguero.
El capirote es un elemento que usan los “penitentes” para cubrir su rostro, lo que representa el deseo de ocultar sus pecados en busca de redención.
Semana Santa Popayán, patrimonio cultural intangible de la humanidad
Año tras año, Popayán se viste con fervor y devoción para celebrar la Semana Santa. Esta ceremonia católica ha perdurado desde 1556, consolidándose como una de las tradiciones más viejas y significativas del país.
La UNESCO reconoció en 2009 las procesiones que recorren el centro histórico de Popayán como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, debido a su autenticidad e importancia cultural.
En total, se realizan cinco procesiones de Semana Santa entre el Martes y el Sábado Santo, en las que participan entre 10 y 12 iglesias de la ciudad.
Por su parte, Santiago continúa con su ansia de cargar, participando en la procesión de Nuestra Señora de Los Dolores el Martes y la del Señor Veracruz el Jueves Santo, con la esperanza de seguir hasta que su cuerpo lo permita, o hasta que cumpla el límite de edad para cobrar, que es de 60 años.
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