La precandidata y senadora del Centro Democrático Paloma Valencia aspira a que de una coalición de centroderecha, que está invitando a organizar, salgan los próximos gobiernos que garanticen veinte años de continuidad para reconstruir el país.
¿Qué opina sobre las últimas noticias de complots que pretenderían matar al Contralor, a la representante Juvinao y a usted?
Los colombianos no dejaremos que los violentos ni los corruptos escriban el destino del país.
Hoy lunes todavía no se conoce el sentido de la decisión de segunda instancia sobre el caso de fondo contra el expresidente Uribe.
Creo que el expresidente Uribe es absolutamente inocente. El senador Cepeda y yo tenemos una cosa en común: hemos hecho una carrera al lado del presidente Uribe, él persiguiéndolo y yo defendiéndolo. Aquí los únicos que ganaron fueron los delincuentes. Eso sería inadmisible en cualquier nación del mundo. Yo estaba a su lado cuando nos empezaron a llegar las historias de cómo el senador Cepeda recorría las cárceles, ofreciendo beneficios jurídicos a quien diera testimonios en su contra. Como cualquier colombiano, Uribe presentó una denuncia que, me parece, no fue atendida debidamente y terminaron persiguiéndolo. Lo único que hizo fue buscar testimonios para demostrar que el senador Cepeda estaba en esa peregrinación. Los petristas sí se pusieron muy bravos cuando ‘Iván Mordisco’ salió a decir que iba a hablar de Petro.
¿Cualquiera que sea la decisión cambiará el ritmo de la campaña?
Despertará una enorme solidaridad entre los colombianos. Creo que la votación del Centro Democrático se va a potencializar, porque tantos que hoy sienten gratitud con el presidente Uribe lo harán saber con su voto.
Usted dice que no volverá al Congreso. ¿Si no gana, seguirá en la vida pública?
La política es una vocación. Pero hoy mi voluntad es ser la candidata del partido y luego, la primera mujer presidenta de Colombia. En este mes que queda de campaña vamos a consolidar el crecimiento que nos permita ser la candidata que después una a todas las demás fuerzas. Mi sueño es organizar una gran coalición donde estén todos los sectores políticos de centroderecha y ganar en primera vuelta.
Al candidato definitivo del Centro Democrático lo elegirán por una encuesta en noviembre. ¿Le da tranquilidad ese método?
Lo importante es que tengamos un solo candidato. Espero ganar esa encuesta, creemos que nuestras propuestas han ido calando.
¿Por ejemplo cuáles?
Cuando yo comencé a tocar el tema de la informalidad, a nadie le importaba. Hoy todos hablan de ella. Pero les llevo la ventaja de tener, incluso, un proyecto preparado para reducirla. Sacamos con el gobierno Duque el régimen simple. Hoy, las mejores propuestas para la solución de la informalidad y la necesidad de los colombianos de generar más están construidas por nosotros y eso lo ha empezado a ver la gente. A veces el que menos corre vuela, más cuando es Paloma… (risas).
El Gobierno defiende unas cifras buenas de empleo. ¿Pero ha crecido la informalidad? El Dane dice que no. Yo al último director que le creí fue a Juan Daniel Oviedo…
Las cifras del Dane muestran un crecimiento de la informalidad dramático. En una economía normal, se crean unos negocios, unos crecen y otros se mueren. En Colombia, ni crecen ni se mueren, porque lo que construimos son economías de subsistencia.
¿Qué apoyo les falta?
Acceso al capital. Hoy usted tiene tributando a los colombianos más pobres, con intereses atroces que pueden ser del 20 por ciento diario, en el ‘gota a gota’. Deberíamos tener programas que permitan edificar historias crediticias.
Esos programas no han resultado fáciles de construir…
La aparición de Bre-B, la plataforma de pagos del Banco de la República, es una oportunidad. Si se pudiera hacer que las transacciones de los mangos que se venden en la calle las pagaran por Bre-B, se iría construyendo historia crediticia portable, abierta, para que esa persona pueda obtener créditos.
¿Cómo mejorar el acceso crediticio?
Las cámaras de Comercio deberían hacer el banco para los más pobres, y las cajas de compensación, crear incentivos para que la gente se formalice. El acceso al capital es el que cambia el ritmo de los negocios. Cuando se pasa de tener un puesto de mangos a tener cuatro, usted ya se está saliendo de la pobreza. No podemos seguir hablando de la economía colombiana con una mano sobre un ojo. Más de la mitad de los negocios de este país están excluidos de las posibilidades de crédito y de ayuda del Estado.
¿Qué necesitamos, entonces, para esa formalización?
Un minirrégimen simple, que le permita a la gente pagar 50.000 pesos que, entre otras, debemos meter al ahorro pensional para que la gente vaya construyendo su colchoncito para su vejez, y el Estado le ponga plata también. Necesitamos dar la garantía de que cuando usted entra a ese régimen, puede quedarse ahí quietico, no le van a pedir ningún trámite más, ni le va a caer ninguna entidad a molestarlo. Debemos desatar la capacidad productiva de este país en lo pequeño, y en lo grande hacer unas apuestas. Los colombianos no nos hemos dado cuenta de que se nos acabó el boom demográfico y nos estamos volviendo viejos antes que volvernos ricos.
¿Dónde ve oportunidades para crecer?
Hay una enorme en la revolución de las energías, para que este se vuelva un país de muchos ingresos.
¿Renovación de energías, tipo Petro?
Mucho más allá. Hay que pensar en todas las energías: petróleo, gas, y para ambos, fracking. Hay que jugársela por nuevas hidroeléctricas. Además de las fotovoltaicas y las eólicas, hay que entrar en las térmicas y las atómicas: las energías nucleares con microrreactores pueden ser una gran oportunidad. Si Colombia se vuelve una potencia energética, para lo cual tenemos ventajas comparativas y competitivas, podríamos sacar este país adelante, ajustando el buen sistema que tenemos con nuevos mecanismos de mercado, con estabilidad jurídica, con tranquilidad para quien invierte en Colombia. Ahí sí puede pensar usted en nearshoring, en invitar a las empresas de inteligencia artificial. Nos podemos volver un polo de desarrollo latinoamericano.
¿En materia de agro, por qué teme que el Gobierno esté reviviendo la expropiación exprés?
Ese fue el ‘mico’ que metieron en el Plan de Desarrollo, que consiste en eliminar la fase judicial en los procesos de expropiación. Lo demandamos y finalmente terminó cayéndose. Pero han seguido intentando. Lo nuevo es que ya teníamos un acuerdo con la ministra de Agricultura en la jurisdicción agraria, que iba por muy buen camino; se garantizaban las fases judiciales y con el blindaje de unos tiempos de caducidad de las acciones, sobre todo para el tema de baldíos, se generaba cierta tranquilidad. Pero el director de la Agencia de Tierras decidió demandar los decretos para volver a tumbar la fase judicial. Nosotros ya intervinimos y, además, la Corte Constitucional había fallado sobre el tema. La fase judicial se debe mantener.
Se nos vinieron encima las elecciones. ¿Cómo está viendo los líos de la próxima consulta de la izquierda?
La izquierda está acostumbrada a financiarse con la consulta de octubre. Ahí hay un dinero por reposición de votos, que resulta ser muy útil para las campañas. A los de la izquierda radical les gusta la ley del embudo, siempre lo ancho para ellos.
¿Por qué lo dice?
Son siete los partidos que ellos tienen, todos financiados por el Estado, en desmedro de otros como el Centro Democrático, el Liberal o el Conservador. Todos perdimos financiación del Estado porque había que financiar un montón de pequeños partiditos. En el Congreso tenían el mismo tiempo para hablar que un partido de trece senadores como el Centro Democrático. Ahora no quieren pagar la cuenta de tener un montón de partidos, que significa más plata, más tiempo en el debate parlamentario, más avales. A todos debieron darnos un partido uninominal, con financiación individual, con tiempos en el Congreso. Las normas hay que cumplirlas. La izquierda colombiana, sobre todo esa radical, está acostumbrada a pasar por encima de todo y tiene que entender que hay límites. Como los que le ha puesto al presidente Petro la Rama Judicial. Están acostumbrados a pasar por encima de la ley.
Quien gane en el Centro Democrático tiene la gran obligación de convocar a otros sectores a hacer una gran coalición. La izquierda, por su lado, hará la suya, en el llamado Frente Amplio. ¿Dónde ve al centro? ¿Se lograrán organizar todas las opciones electorales para elegir entre dos?
Creo que hay una línea roja para los que estamos muy aburridos con Petro: esa línea hay que usarla para unir. Colombia no necesita ganar unas elecciones, Colombia necesita es buenos gobiernos, que son cosas distintas. El país quiere unidad. Si soy la candidata, seré garantía de una coalición lo más amplia posible. Quisiera que en ella estuvieran Fajardo, Galán, Luna, Oviedo, Cárdenas, el Partido Conservador, el Partido Liberal. Hay que buscar que todos ellos se sumen.
¿Esa coalición se está preparando?
Venimos construyéndola desde hace mucho tiempo, en conversaciones con otros partidos, con otros sectores, teniendo buenas relaciones con todo el mundo. Esa gran coalición deberá permitirnos tener varios gobiernos sucesivos.
¿Por qué casi no se nota el ánimo de unión? Varios candidatos parecen decididos a emprender casi solos su aventura electoral…
Es muy temprano y no hay caras. Cambiará cuando cada partido tenga la suya.
¿Qué le espera al próximo gobierno?
Se necesitará la mejor gente porque Petro nos deja cuatro grandes crisis: la de energía, la de finanzas públicas, la de salud y la de la seguridad. A eso súmele la vivienda. El país no solo debe recuperar lo que perdió. En cuatro años del próximo gobierno, porque es un período corto, alguien que haga parte de esa coalición tiene que volver a ganar, y en cuatro años otro tiene que volver a ganar. Necesitamos una continuidad de 16 o 20 años para que este país consolide una ruta. Se nos acabó el tiempo, y repito: o el país se enriquece, o vamos a ser un país de viejos pobres.
Terminemos hablando de seguridad. ¿Qué es este despelote que está sucediendo bajo el amparo del diálogo con criminales de espantoso prontuario? Hay varios de ellos presos. ¿Estarán eludiendo extradiciones o decisiones de la justicia nacional? ¿Qué garantías tendremos de que son cabecillas que pueden comprometer a sus organizaciones?
Es equivocada la teoría de que, para tener paz, se necesita la voluntad de los violentos. No es con la voluntad de los violentos, sino con la autoridad del Estado, como se consigue la paz. ¿Cómo? Dándoles duro a los negocios ilegales. Hay que reducirle al crimen los ingresos. Hoy, los grupos ilegales tienen más plata que todo el presupuesto de defensa del país. ¡Eso no puede pasar! Hay que combatir con contundencia la droga no porque lo diga Trump, sino porque es la que nos está matando a los colombianos. Necesitamos políticas serias, con inteligencia financiera, entrarle al bitcoin, quitarles hasta el último centavo y reducir la participación de las drogas en el PIB. De lo contrario, no les vamos a ganar.
¿Qué hacer con la Fuerza Pública?
Necesitamos robustecerla. No podemos tenerla destruida, con los helicópteros y los aviones parados, sin plata para gasolina. Me cuentan que en el Cauca, cuando llaman a una patrulla de policía, toca buscar contribuciones, como en años pasados, para pagar la gasolina y para que paguen los servicios públicos en los batallones. Eso es humillante para la Fuerza Pública. Sin contar con el gran problema de seguridad jurídica. Para que la Fuerza Pública la recupere hay que resolver el tema de la JEP. Hoy no existe en el país el fuero penal militar. Y es fundamental reconquistar a las comunidades colombianas, que no pueden seguir esclavizadas por los grupos ilegales. Que no sigan echándonos el cuento de que a los campesinos les va muy bien sembrando coca. Si fuera cierto, Cauca, Nariño o el Catatumbo no serían tan pobres ni tan violentos, con tres veces más de incidencia en violencia sexual. Hay que crearles a los campesinos negocios viables, que no son solo aguacates, sino fábricas de aceite de aguacate; no solo palma de aceite, sino hacerlos socios de las extractoras de aceite.
¿Cómo recuperar a esas comunidades?
De la mano de la Fuerza Pública y restableciendo en Colombia el principio de legalidad. Vengo haciendo el siguiente ejercicio en los auditorios a donde voy. Qué se le responde a un visitante extranjero que pregunte: ¿qué me pasa si vengo a Colombia a secuestrar? Hay perplejidad en el auditorio. Unos me contestan que lo nombrarían gestor de paz; otros, que probablemente le den una curul. Una sociedad que ante un delito grave no sepa qué es lo que debe pasar perdió el sentido de la legalidad. A un delito grave corresponde la cárcel, y sobre eso tiene que haber total claridad.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO