Informe del G20

El 1 por ciento con el 41 por ciento

El G20, el grupo que reúne a las 20 mayores economías, lo reconoce en su primer informe sobre la desigualdad, difundido la semana pasada: «Hay una emergencia de desigualdad en el mundo». Encargado por la presidencia del grupo cuando esta estaba ejercida por Sudáfrica, el documento no es representativo, en sus alertas, consideraciones y conclusiones, de lo que piensan y sobre todo de lo que hacen los gobernantes de buena parte de esos países. Detrás del paper hay un grupo de expertos dirigido por el nobel estadounidense Joseph Stiglitz, que hace ya tiempo rompió con el círculo de economistas más promercado, aunque no deja de creer en las bondades de lo que llama capitalismo progresista.

Uno de los datos duros del informe dice que el 1 por ciento más rico de la humanidad se ha quedado con el 41 por el ciento de la riqueza creada desde el año 2000, y el 50 por ciento más pobre con apenas el 1 por ciento. (Probable es que no diga, eso sí, que muchos de los creadores reales de esa riqueza estén dentro de ese 50 por ciento más pobre.) El puñado de milmillonarios concentra en la actualidad 16 por ciento del PBI mundial, el nivel más alto que ha alcanzado a lo largo de la historia; mientras 2.300 millones de personas, un cuarto de los habitantes de la Tierra, padecen de algún grado de inseguridad alimentaria, 335 millones más que en 2019.

En declaraciones al diario español El País, Stiglitz dijo: «Sentimos que hoy existe una crisis de desigualdad con muchas dimensiones, no solo económicas, sino también democráticas». Y apuntó que las naciones con alta desigualdad tienen «siete veces más posibilidades» que las más igualitarias de conocer «un declive democrático». En la primera condición están el 83 por ciento de los países, en los que vive más del 90 por ciento de la población del planeta. «El sistema económico que tenemos hoy en día no está proporcionando bienestar, dignidad ni políticas públicas para la mayoría de la población mundial», le dijo también a El País Adriana E. Abdenur, una científica social brasileña que intervino en el informe. «Esto requiere una respuesta contundente si no queremos entrar en un círculo vicioso en el que, una vez que haya demasiada desigualdad, los ricos establezcan las reglas del juego para ayudarse a preservar su riqueza. Será muy difícil salir de ahí», completó Stiglitz, firme defensor de imponer gravámenes a los más ricos, individuos y empresas, a nivel internacional y al interior de cada país. La brecha de ingresos y social en general ha crecido, y tiende a seguir creciendo, entre Norte y Sur globales y dentro de cada uno de los países, dijo el economista en otra entrevista. «Hay un sur en el norte que ya no es solo un manchón», graficó.

Tanto Stiglitz como Abdenur ven «un problema grave» en la aparición en escena de las grandes plataformas tecnológicas, que aumentan la concentración de la riqueza y el control social, lo que les permite «perpetuar su poder». «No solo afectan a la política de la forma habitual, a través de la influencia o la financiación de campañas y políticos, sino que también lo hacen de forma indirecta, controlando los medios de comunicación, incluidas las redes sociales. Los algoritmos determinan lo que ve la gente y eso [a su vez] determina cómo la gente ve el mundo», dijo el estadounidense. Abdenur puso también el acento en «el poder de los herederos». La riqueza heredada no ha parado de aumentar en los últimos años, y se prevé que en los próximos se transfiera hacia los herederos unos 70 billones de dólares. «Este es un gran desafío para la movilidad social, la equidad y la igualdad de oportunidades.

Una vez más, la desigualdad de riqueza no es una crisis momentánea, es un problema intergeneracional. Y si no lo abordamos ahora, la situación empeorará en las próximas décadas», dijo la brasileña. Los autores del informe son favorables a crear un panel internacional sobre la desigualdad similar al que aborda el cambio climático. Por lo menos, piensan, crearía conciencia y plantearía alguna que otra salida.


Adiós A La Tasa Zucman En Francia

«La santa alianza de la guita»

El 31 de octubre el parlamento francés echó por tierra las pretensiones de los partidos de izquierda (Francia Insumisa, comunistas, socialistas, ecologistas, hasta hace poco unidos en el Nuevo Frente Popular [NFP]) de imponer un impuesto a los más ricos. Se lo llamó tasa Zucman, por el nombre de su impulsor, el joven economista Gabriel Zucman, especializado en el estudio de las desigualdades sociales, y consistía en un gravamen de 2 por ciento anual a los patrimonios superiores a 100 millones de euros (algo menos de 120 millones de dólares). La propuesta fue rechazada por todo el arco de derecha y centro, desde la Agrupación Nacional de Marine Le Pen hasta los partidarios del presidente Emmanuel Macron. «Desalienta la inversión, perjudica a quienes crean riqueza y destruye empleo», dijo en el parlamento el primer ministro Sébastien Lecornu, echando mano a los argumentos clásicos del liberalismo. La santa alianza de la guita llamó a esa coalición de hecho el diputado de Francia Insumisa Matthias Tavel. Lecornu respondió cuestionando el «patriotismo» de los legisladores situados a su izquierda, alguno de sus colegas del gobierno habló de la tasa Zucman como de un «impuesto bolchevique» y otro de «un impuesto destinado a favorecer a los holgazanes». La propuesta consensuada finalmente por la izquierda era, sin embargo, por presión de los socialistas, bastante más moderada que la que figuraba en el programa del NFP.

A comienzos de año, un estudio de la Dirección Nacional de Finanzas Públicas reveló que entre 2003 y 2022 el ingreso del 0,1 por ciento de los franceses más ricos creció 119 por ciento, y que esta tendencia se verificó, con diferencias de matices, bajo gestiones de distinto signo (liberales y socialdemócratas). Se trata de algo más de 40.500 personas que en 2022 recogieron un ingreso 30 veces superior al del promedio de los franceses. En paralelo, la tasa de pobreza fue situada en 2024 por el Instituto Nacional de Estadísticas y de Estudios Económicos en 15,4 por ciento, alcanzando a casi 10 millones de personas, su nivel más alto desde 1996.


Cómo los milmillonarios esconden sus ingresos

Te busco en tu laberinto

Las discusiones en el parlamento francés a propósito de la tasa Zucman hicieron que en París se llevaran a cabo en los últimos meses diversos encuentros de investigadores de diferentes latitudes sobre la manera de combatir las desigualdades a partir de reformas fiscales. Una de ellas tuvo lugar en mayo y fue organizada por el Observatorio Fiscal de la Unión Europea, que dirige el propio Zucman. «Concentrarse en un caso extremo, el de los milmillonarios, permite observar el conjunto de los sistemas fiscales, su eficacia y su progresividad», dijo entonces el economista. Los investigadores se centraron en algunos casos particulares (Estados Unidos, Francia, Brasil, Italia, Reino Unido, India, Países Bajos) suficientemente importantes como para «elaborar una visión global» sobre cómo actúa ese 1 por ciento más rico de la población a la hora de pagar impuestos. Primera conclusión: los evaden a lo loco. Segunda: sus ingresos no paran de aumentar, mientras lo que pagan por ellos no para de caer. Saber cuánto ganan es en particular difícil, porque «no se puede hablar de agujeros en los datos que aportan, sino de enormes buracos. Hay que recurrir a documentos financieros para establecer conexiones, y no es nada obvio», comentó Laurent Bach, autor del documento ¿Qué impuestos pagan los milmillonarios?, publicado por el Observatorio. Y un holandés, Wouter Leenders, dijo que «a la inversa del 99 por ciento de la gente, cuyos ingresos se basan en el trabajo, la fortuna de los ultrarricos ni siquiera se funda en los dividendos que obtienen de sus acciones bursátiles, sino que se esconde en los holdings que controlan». El ingreso «en el sentido fiscal del término, es decir lo que es gravable, apenas representa un tercio del ingreso real de los milmillonarios», dijo a su vez Zucman.

En todos los países analizados se vio que una ínfima proporción de los ciudadanos más ricos figuran entre los que más impuestos pagan. «Como la fiscalidad ha dejado de cumplir un papel redistributivo, las desigualdades aumentan», comentó el diario francés L’Humanité. Y citó algunos datos: en Estados Unidos, las 400 personas más ricas tienen una fortuna equivalente al 20 por ciento del PBI, pero pagan impuestos como se si se tratara de gente de clase media baja; en Brasil, el 1 por ciento de los más ricos concentra cerca de la tercera parte de la riqueza nacional, pero están a años luz de aportar al fisco a esa altura. «Brasil es dueño de uno de los sistemas fiscales más injustos del planeta, al estar basado casi exclusivamente en gravar el consumo», dijo en París el economista Theo Ribas Palomo.

A propósito de Brasil, según un estudio reciente de Fiscal Data, entre 2017 y 2023 el 0,1 por ciento más rico de la población aumentó sus ingresos en casi siete puntos porcentuales, cinco veces más que el promedio de los brasileños. La participación en la renta nacional de ese grupo, integrado por unas 160 mil personas, pasó del 9,1 al 12,5 por ciento en esos seis años. Si se toma un conjunto más reducido, el 0,01 por ciento más rico –unas 16 mil personas–, su participación en la renta pasó del 4,3 al 6,2 por ciento en el mismo período, y si se lo amplía al 1 por ciento más rico, alrededor de 1,6 millones de brasileños, también se encuentra un crecimiento claro: su participación en la renta, que era de 20,4 por ciento en 2017, trepó al 24,3 en 2023. La parte más sustancial de los ingresos de este 1 por ciento provinieron de los dividendos y los intereses sobre el capital.


Zonas, agujeros negros, paraísos

La secesión de los ricos

En las últimas décadas, en especial en los últimos años, se han multiplicado en el mundo los espacios en los que los ricos intentan organizar su separación del resto de la sociedad, territorios grandes o pequeños a los que procuran hacer funcionar como si fueran una empresa. En algunos casos pueden ser localidades, como la estadounidense Starbase, surgida en mayo pasado en torno a la base de lanzamiento de cohetes de la SpaceX, la compañía del multimillonario Elon Musk. Tiene poco más de 200 habitantes, su alcalde es un alto cargo de SpaceX y es administrada como si se tratara de una propiedad privada. Como buen libertariano, Musk, que la promovió, piensa que ese debe ser el modo de organización de las sociedades del futuro: miles de pequeños paisitos sin Estado, con sus propias monedas (cibermonedas), sus propias reglas jurídicas, una especie de jungla medieval en plena era del capitalismo tecno. «En estos años 2020, los que poseen la riqueza soportan cada vez menos el peso de la democracia política y social» y en su carrera desenfrenada por «la ganancia y la renta buscan cada vez más administrar directamente territorios o, como mínimo, organizar su funcionamiento exclusivamente en su propio interés», dice la introducción a una serie de artículos que el portal francés Mediapart consagró a lugares en los que «la riqueza es la norma, la empresa la referencia y la democracia representa una amenaza». La serie evoca en particular los casos de los microestados de Mónaco y Liechtenstein, enclavados en el corazón de Europa y que funcionan como lavaderos a gran escala, la City de Londres, presentada como «una anomalía democrática y un paraíso privado», el puerto franco de Ginebra, en Suiza, o Gujarat, una suerte de ciudad ultramoderna creada en India en 2006 por fuera de las normas fiscales, financieras y urbanas nacionales para atraer inversores. Pero, en esos espacios ideados a imagen y semejanza de los ideales de los más ricos, entran también countries, barrios privados y utopías de las más locas que apuntan a materializar el sueño secesionista de los libertarianos. Utopías como Grafton, una localidad de New Hampshire donde unas pocas centenas de ricos fundaron a comienzos de este siglo un «pueblo libre» en el que pretendieron vivir sin regulación alguna, acabaron en la ruina, peleados entre sí y atacados por los osos del bosque lindero (véase «Libertarios de la Biblia, el dólar y la espada», Brecha, 22-IX-23). O Liberland, un no man’s land en la ex-Yugoslavia en el que desde 2015 un multimillonario checo pretende sin éxito fundar una «república libre». Antes de ser presidente de Argentina, en 2019, Javier Milei tomó a este país (todavía) de fantasía como modelo y en una fiesta de disfraces se presentó como un corsario enmascarado y gritó: «Soy el General Ancap [??!!]. Vengo de Liberland, una tierra creada por el principio de apropiación originaria del hombre. Una tierra de siete quilómetros cuadrados entre Croacia y Serbia. Un país donde no se pagan impuestos, donde se defienden las libertades individuales, donde se cree en el individuo y no hay lugar para colectivistas hijos de puta que nos quieren cagar la vida». Fuera de toda locura, en el mundo hay hoy alrededor de 5.400 sitios que los libertarianos toman como referencia en algún aspecto en sus sueños líquidos de neoliberalismo extremo, dice en su libro El capitalismo de la fragmentación. El radicalismo de mercado y el sueño de un mundo sin democracia (Paidós, 2023) el historiador de las ideas canadiense Quinn Slobodian. Él los llama zonas, por analogía con las zonas francas industriales: espacios que perforan los sistemas legales de los países, inspirados de territorios «especiales» como Hong Kong, Singapur, Dubái. En esos espacios, dice, donde avanza la desregulación y el autoritarismo, retroceden el derecho (sobre todo de los asalariados y los más débiles) y cualquier forma de democracia. En América Central y el Caribe han proliferado. Uno de los más emblemáticos ha sido Próspera, una ciudad autónoma creada por un administrador de fondos de inversión venezolano en una zona franca de Honduras. Cuando el gobierno progresista de Xiomara Castro quiso desactivarla, «los libertarianos radicales de Próspera presentaron una demanda ante la OMC [Organización Mundial del Comercio], una organización que aborrecen por ser parte de un sistema multilateral. Pasa siempre así con los neoliberales: repudian al Estado, hasta que, cuando están en dificultades, recurren a él», dijo Slobodian.

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