La educación en estos territorios enfrenta hoy el desafío de superar su carácter homogeneizador para reconocer la diversidad de saberes. He aquí una reflexión sobre esta realidad, con los desafíos que de ella se derivan para cada proceso y acción que se proponga el otro país.
Desde la perspectiva de Orlando Fals Borde, la cultura es un patrimonio vivo inscrito en los aspectos que configuran el territorio. Aquí la figura de la escuela cobra significado e importancia, porque no sólo tiene como objetivo transmitir el conocimiento científico. En él y como lo expresa Don Sebastián Arroyo, el conocimiento tradicional no es un contenido estático, al contrario, es vivido, construido y deconstruido colectivamente. Para él, no sólo se aprende en la práctica: “vienen en nuestra sangre. Las aguas secretas y los barrancos pasan de generación en generación”.1.