nosotros de soatama

Con botas, ruano y sombrero.

Para los que vienen a visitarnos

Le damos amor sincero.

Asly Porras (canción familiar).

Las luces de la mañana y el canto de los gallos son la señal del inicio de la jornada laboral. La baja temperatura reúne a la familia en la cocina, cerca de la estufa de leña, mientras esperan el vino tinto caliente que calmará el frío. A través de la ventana se puede observar y hacer una previsión meteorológica. Luego desayuno: chocolate, arepa recién hecha y sopa para finalizar la primera comida del día.

Comienzo este texto con una de las coplas escritas por los niños con quienes di clases, palabras que surgen de historias familiares y que hoy son replicadas por los pequeños. El lugar mencionado y mostrado en la primera foto se llama Soatama, uno de los catorce pueblos del municipio de Tibirita – Cundinamarca -, pueblo donde sus habitantes basan su economía en la agricultura y ganadería a pequeña escala. Otra de las tantas zonas rurales aisladas de Colombia, no por la distancia, ya que este municipio está ubicado en la parte central del país, sino por el acceso y la poca información pública que existe sobre sus habitantes y su territorio: sus tradiciones, costumbres, celebraciones, usos cotidianos, creencias y sentimientos.

Después del desayuno, los mayores se van a trabajar al campo. Niños y niñas, con botas y abrigos, corren a la escuela. Algunos de ellos tienen la suerte de que sus padres los lleven en moto, mientras que otros tienen que recorrer hábilmente los senderos y vestir su uniforme lo mejor posible para ir al aula.

Esta también era mi escuela.

Comparto estos recuerdos cuando era estudiante de primaria en la acera. Mi molestia diaria por caminar casi una hora desde casa al colegio y repetir la caminata por la tarde. ¿Qué podemos decir de las épocas de lluvia, cuando el paso es difícil y casi imposible para los niños de 6 a 11 años?

En el aula, la lección comienza con la oración del día, de la cual la clase es responsable cada semana. Cada grupo prepara sus cuadernos y materiales según las instrucciones del profesor. En el caso de mi material escolar, recuerdo la maleta llena de pegamento, pinturas, plastilina, crayones, cartulinas de colores, tijeras y tantos otros materiales que tenía en los primeros años.

Cómo olvidar una tarjeta coquito heredado de mis hermanos y con quien aprendí a leer; ¿Cartilla para colorear y pegar recortes y un cuaderno para los deberes? En la segunda parte del día, corres al restaurante y comes lo antes posible para salir a jugar en el campo, en los columpios, en la barandilla, jugar al escondite o congelarte. Luego el docente indica regresar al salón de clases para continuar con las actividades pendientes. En casa el juego es el protagonista. No pueden faltar las ostras que sirven de juguete, los dibujos en la arena y los dientes de león con los que pedir un deseo.

Vuelve 13 años después

Hoy, 13 años después, vuelvo a la escuela; Ya no como alumno, sino como profesor. A lo lejos se oyen voces y risas de niños. Presto atención a los cambios que ha experimentado y a cada lugar en el que he estado cuando era niño. El jardín es mucho más grande, hay maíz y guisantes, el campo está pintado de azul y verde, un pequeño parque con columpios, un pasamano y un balancín. En la entrada se encuentra un mural con la imagen de una anciana, que mira con nostalgia el vasto territorio donde están representados animales, plantas, casas y actividades de la vida cotidiana. Como título, el significado autóctono del tema, “Gift to the Sun”. Tiene relación con las montañas que rodean esta zona, pero especialmente con la montaña del este, la primera en presenciar cada día el amanecer. En la terraza hay un gran cartel que dice “Bienvenidos a la Escuela Rural Soatama Tibirita” y varios carteles con frases y dibujos alusivo a la familia y al libro. principito, de Antonio de Saint-Exupéry.

El aula, si bien continúa desde preescolar hasta quinto grado -multigrado- suele organizarse en forma de mesa redonda. El escritorio del profesor no está situado al lado de la pizarra, sino que sirve como escritorio para los trabajos y cuadernos de los niños. Rostros curiosos y cuerpos inquietos prestan mucha atención a los movimientos e indicaciones de quien les habla. Se emocionan porque alguien de fuera los visita. Hacen preguntas, ¿quién soy yo? ¿Quiénes son mi familia? ¿Dónde vivo? ¿Cuánto tiempo estaré con ellos?

Ya no soy un estudiante de primaria, no camino a la escuela cinco días a la semana, pero con la práctica docente vuelvo a ser estudiante. En esos días en los que podía regresar y dar algunas clases, sentí una verdadera responsabilidad de ser docente, lo importante que es escuchar voces tímidas y preguntas que te hacen dudar momentáneamente de lo que sabes y te contagian la curiosidad de quien pregunta.

Termino este relato con una pregunta a modo de reflexión, ¿por qué volver a la escuela y al territorio? Cuando terminé la primaria y luego fui a la escuela de la ciudad, no sabía qué iba a hacer cuando terminara la secundaria, pero no tenía intención de quedarme, y ni siquiera pensé en regresar. La escuela, como institución, se encarga de alejarte de tu lugar de origen, tiende a confundir la conexión que existe entre familia y territorio. La práctica me permitió conocer más profundamente el camino en el que crecí, jugué, caminé y viví durante tanto tiempo. Conoce su historia, presta atención a los relatos y vivencias de las personas que allí habitan y dale sentido a las montañas, al bosque, al canto de los pájaros y al bosque de agua chocando con las rocas en la quebrada que bordea el sendero. Permítanme citar a Abad Faciolince (2017) “Las imágenes se pierden. Se borran años, palabras, juegos, caricias y, sin embargo, de repente, mirando hacia atrás, algo vuelve a brillar en la región oscura del olvido”**. Así como los dibujos de niños y niñas, tengo una sonrisa por todo lo que aprendí, por la casa familiar, por esos caminos donde jugaba con mis hermanos y donde aprendimos a andar en bicicleta. Por las plantas que sembramos y las herramientas que aprendimos a usar desde niños solo como un juego, con la intención de imitar a mamá y papá. Retornar y habitar el hogar de la infancia se convierte nuevamente en una lucha contra el olvido, una reafirmación de lo heredado y de una identidad colectiva que se creía perdida.

** El olvido que seremos, pag. 396.

* Licenciado en ciencias sociales, Universidad Pedagógica Nacional.

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