En una carta a la ONU, el gobierno de Xi Jinping calificó la posición de Japón de “extremadamente peligrosa” y advirtió que defendería su soberanía. Takaichi no mejoró y reiteró su voluntad de movilizar fuerzas japonesas para apoyar a los separatistas.

Desde Pekín. 23 de noviembre de 2025. En Pekín, la alarma está al máximo: por primera vez, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón considera abiertamente una intervención militar en Taiwán. La amenaza del jefe de Estado, Sanae Takaichisobre el posible despliegue de tropas en ese territorio, centraliza la agenda política de China y la ausencia de corrección alimenta aún más la tensión. Ante el mayor conflicto bilateral de las últimas décadas, el gobierno de Xi Jinping Respondió en tres frentes: presión comercial, llamamientos diplomáticos y advertencias públicas. La última medida fuerte es la representación de una carta a las naciones unidasen el que condenó la posición de Japón y dejó una fuerte advertencia: en caso de agresión, “China ejercerá su derecho a la autodefensa y protegerá su soberanía”. La advertencia, por ahora, no tuvo efecto en Takaichi, quien confirmó sus expresiones militaristas.

La idea de que “una contingencia en Taiwán es una contingencia en Japón” no sólo fue un mensaje aterrador para el gobierno de Xi, sino también una provocación a su pueblo sobre un tema muy delicado. Pekín considera a Taiwán una parte inalienable de su territorio y busca su reunificación desde 1949. Por ello, condena que las palabras de Takaichi “desafían abiertamente sus intereses fundamentales”, además de representar “una amenaza de uso de la fuerza contra China”. Así lo expresó el representante de China ante la ONU, Fu Cong, en una carta entregada al secretario general António Guterres. En el texto, que fue distribuido a todos los estados miembros de la organización, la posición de Japón fue calificada de “extremadamente peligrosa” y “una violación de las normas básicas que rigen las relaciones internacionales”.

Dos semanas después del estallido de la crisis diplomática, La extrema derecha, aliada de Donald Trump.no muestra signos de retroceder; Al contrario, reiteró su voluntad de movilizar fuerzas japonesas para apoyar a los separatistas taiwaneses.. Interrogado por los periodistas en el aeropuerto de Haneda, antes de partir hacia la reunión del G20 en Johannesburgo, el Primer Ministro afirmó: “En una situación que amenaza la existencia de Japón, el Gobierno tomará una decisión integral con toda la información disponible y las circunstancias concretas”. Y concluyó: “Repetí esta postura varias veces. La línea ejecutiva no cambió ni un milímetro”. De esta forma, Takaichi sostiene que una posible operación militar de China para recuperar el control político sobre Taiwán supondría una amenaza para Japón y justificaría su intervención. La intransigencia de Tokio coloca a Beijing ante un dilema: ignorar la amenaza de reducir la escalada del conflicto o insistir en corregirlo y profundizar la disputa con la segunda economía más grande de Asia.

El Gobierno de Xi Jinping, por ahora, insiste en que si Takaichi “realmente quiere una relación estratégica y mutuamente beneficiosa, debe corregir inmediatamente sus declaraciones erróneas”. El mensaje, sin embargo, no cuestiona al jefe de Estado. “A pesar de las repetidas representaciones y protestas de China, la parte japonesa se niega a arrepentirse o retirar sus declaraciones incorrectas”, declaró el Partido Comunista ante la ONU y concluyó con una fuerte advertencia: “Si Japón se atreve a intentar una intervención armada en la situación a través del Estrecho, sería un acto de agresión para defender su soberanía e integridad territorial”.

En la misma línea, El Ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, dijo que Japón estaba “cruzando una línea roja que no debe tocarse”. El funcionario chino de más alto rango que habló públicamente sobre el tema advirtió que “China debe contraatacar resueltamente, no sólo para proteger su soberanía e integridad territorial, sino también para defender los logros de posguerra obtenidos con tanto esfuerzo y conseguidos con sangre y sacrificio”. Desde Tokio, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón rechazó durante el fin de semana las acusaciones de China, calificándolas de “totalmente inaceptables” y aseguró que el compromiso de su Gobierno con la paz “permanece inalterado”.

En los últimos días, los intercambios verbales y las cartas diplomáticas han ido acompañados de medidas comerciales para ejercer presión. China suspendió las importaciones de productos marinos japoneses, instó a sus ciudadanos a cancelar los viajes al país vecino y pospuso el estreno y la producción de películas japonesas. Si la disputa se intensifica, el impacto económico -especialmente para Japón, cuyo segundo socio comercial es China con compras por 125 mil millones de dólares en 2024- podría ser severo.

A nivel militar, Japón movilizó el pasado fin de semana aviones de su fuerza aérea de autodefensa, alegando haber detectado un dron (probablemente chino) volando muy cerca de su isla de Yonaguni, la más cercana a Taiwán. Además, denunció que barcos guardacostas chinos permanecieron durante horas en aguas territoriales japonesas en torno a las islas Senkaku/Diaoyu, cuyo control se disputan ambos países.

La situación es crítica y no se vislumbra una solución a corto plazo. El conflicto es de tal magnitud que Takaichi y el primer ministro chino Li Qiang se reunieron durante el fin de semana en la cumbre del G20 en Johannesburgo, pero se evitaron por completo: compartieron sólo una foto grupal; No hubo conversación directa ni gesto de acercamiento.

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