Han transcurrido más de dos semanas durante las cuales el país ha estado sumido en un nuevo “horario de armas” bajo la dirección del “persa de la familia“, un fenómeno que ha cobrado la vida de más de 20 miembros del ejército. Este clima de violencia y desasosiego se ha intensificado en diversas regiones, desafiando la estabilidad del gobierno actual.
La serie ininterrumpida de ataques ha puesto en entredicho la política de “paz total” promovida por el gobierno, que ya ha sido blanco de críticas por figuras destacadas como el ex presidente César Gaviria. La crítica no se limita a la efectividad del plan; también surge de la actual situación humanitaria en áreas vulnerables como Catatumbo. Gaviria enfatizó la falta de respuestas por parte del gobierno y su inacción, señalando que “el silencio puede ser comparable a la complicidad”. Mientras los grupos armados consolidan su poder y las comunidades sufren el desplazamiento, el presidente Gustavo Petro parece responder únicamente con retórica, sin tomar medidas efectivas.
La policía asesinada por un “plan de pistola”. Foto:Cortesía
El dirigente del Partido Liberal señaló que el “Total Paz” realmente no está conectado con el Tratado de Paz de 2016. También criticó la declaración del shock interno en Catatumbo, sugiriendo que parece más una “promesa de campaña” que una medida de emergencia eficaz.
Declaración perfecta
El documento elaborado por Gaviria, titulado “Rayos X de una paz fallida”, expone que en su premisa principal se encuentra el reconocimiento de que el silencio en un asunto tan crítico es equivalente a ser cómplice. Mientras los grupos armados expanden sus ataques, las comunidades son desplazadas y se ven obligadas a depender de estructuras criminales, el gobierno de Gustavo Petro parece responder con palabras vacías, indecisión y burocracia.
¿Qué tipo de liderazgo permite que el Golfo Pérsico del “arma” mate a más de veinte policías sin respuestas institucionales contundentes? ¿Qué lógica errónea lleva al gobierno a responder con una simple “verificación” en lugar de tomar acciones decisivas? ¿Qué tipo de confirmaciones buscan? ¿Es que acaso las pérdidas de vidas no son suficientemente elocuentes? ¿O es que el Estado ya no ejerce control sobre su territorio?
Secretario de Defensa, Pedro Sánchez, en el funeral de un uniforme asesinado. Foto:Cortesía
La noción de “paz total” se está configurando como una política pública ineficaz y poco consistente. Es una ilusión construida sin una estrategia militar definida, careciendo de un enfoque pragmático sobre terreno. Su implementación depende de múltiples entidades, como la oficina del Jefe del Secretario General de Paz, el Ministerio del Interior y la Unidad de Implementación, lo cual ha resultado ser un caos total. La ineficiencia reina; nadie tiene el control operativo, nadie ha logrado establecer una presencia significativa en áreas críticas y no se describe una política integral coherente.
Mientras tanto, el jefe de la policía de paz, el oty Patiño, parece estar atrapado en las arenas movedizas de negociaciones poco transparentes. El Ministerio del Interior se ve desbordado, enfocándose en una agenda política mientras que el Departamento Nacional de Planeación (DNP) está en medio de un conflicto interno y un liderazgo vacuo.
En 2016, Colombia fue firmante de uno de los tratados de paz más ambiciosos a nivel global. Sin embargo, hoy en día, el acuerdo con las FARC se encuentra en un estado crítico, como el presidente mismo confesó ante las Naciones Unidas: “Colombia no tiene interés en cumplirlo”. Es importante resaltar que esta falta de acción no es un problema resultante de la situación nacional, sino de decisiones políticas que el gobierno ha tomado. La administración actual ha decidido buscar un enfoque de “paz total” que no solo es paralelo sino que socava el acuerdo de La Habana.
El ex presidente criticó la Directiva del Directorio Catatumbo. Foto:Archivo privado
La crítica situación en regiones como Catatumbo es alarmante. Desde enero, más de 60 individuos han perdido la vida en un caso de violencia masiva perpetrado por el ELN contra opositores de las FARC. Cincuenta mil personas se han visto obligadas a huir. Se cuenta a niños entre los afectados, y comunidades indígenas se encuentran al borde de la extinción. ¿Y la respuesta gubernamental? Parece más un “acuerdo social” que una acción efectiva ante la crisis.
El comisionado Jorge Ibáñez Najar comentó que la crisis no es una sorpresa, sino el resultado de años de desinterés por parte del Estado. Lo que se está viviendo en Catatumbo y en muchas partes del país es consecuencia directa de este abandono estatal.
El fenómeno de la “agricultura de fuego” ha sido utilizado como herramienta para debilitar a las comunidades. Mientras los soldados y los cuerpos policiales están limitados en su capacidad de actuar, los grupos ilegales aprovechan la oportunidad para reafirmar su presencia, apoderándose de territorios y fomentando economías delictivas. No existe un mecanismo de verificación efectivo, no se implementan consecuencias para las violaciones de derechos, y el liderazgo es prácticamente inexistente. Cada alto el fuego unilateral sin una necesidad real ha resultado ser un caldo de cultivo para el crimen organizado.
Cuando el frente del ELN se debilita, todo el proceso de paz se tambalea. Esto se debe a que no se han establecido reglas claras ni metodologías de verificación adecuadas. La verdadera paz no solo está enferma; parece inmadura e inepta.
En la actualidad, existe una proliferación de al menos 23 grupos armados. Las vías de transporte están bloqueadas. Las escuelas se encuentran cerradas. Las comunidades están paralizadas. La minería intermedia está completamente detenida. Los grupos criminales han impuesto sus propias leyes, exigiendo “impuestos”, robando, reclutando y expandiendo su poder. La presencia estatal es casi nula. Y en lugar de enviar refuerzos, helicópteros o aviones de apoyo, el gobierno opta por organizar manifestaciones que parecen no reflejar la seriedad de la situación.
De ojo Foto:Efe.
Las fuerzas generales parecen operar a medio gas. El equipo de mantenimiento está obsoleto y no funcional. La defensa del territorio ha dejado de ser una prioridad.
La ONU y la OEA han mostrado su disposición a apoyar, pero su paciencia tiene un límite. Carlos Ruiz Massieu, gerente de proyectos institucionales de la ONU, advirtió que una implementación adecuada del acuerdo con las FARC podría haber evitado muchas de las crisis que ahora enfrentamos. El Consejo de Seguridad de la ONU ha expresado su preocupación por la falta de rendición de cuentas hacia las comunidades y antiguos combatientes. FAPP-OEA ha documentado el reclutamiento forzoso, la esclavitud y la violencia sistemática dirigida hacia civiles inocentes.
Este no es un fracaso de la comunidad internacional; hay un claro fracaso gubernamental que ha despojado su escudo, mientras el país se desmorona.
En esencia, la paz total ha resultado ser una política que permite la existencia de estructuras armadas que renuncian a la soberanía y a la retórica estatal para ganar tiempo. Ni hay paz, ni justicia, ni resultados concretos.
El Tribunal Constitucional aprobó en parte la Directiva de trauma interno. Foto:Archivo privado
Pasos del crimen transnacional. El tráfico de drogas es cada vez más sofisticado. La violencia urbana se extiende sin control. Y la respuesta oficial sigue siendo la misma: conferencias, suspensión de acciones unilaterales y promesas vacías. Colombia necesita una política de seguridad moderna e integral que se adapte a los nuevos riesgos del siglo XXI. La paz parece más un sueño lejano que una realidad.
El país está exhausto. Las comunidades son conscientes de su situación. Las fuerzas generales se sienten abandonadas. La comunicación ex está en peligro. Y el gobierno parece estar perdido.
Señor Presidente PETRO: La gestión no se declama. No se trata de culpar al pasado o de prometer un futuro intangible. El gobierno debe asegurar que los ciudadanos no tengan que vivir con miedo a que la ley sea solo un papel, y que el Estado esté presente cuando más lo necesiten. La paz no es algo que se ruega; se construye activamente, con instituciones y con autoridad legítima. Uno puede admirar la idea de “paz total”, pero no se debe continuar arrastrando el país hacia la desesperación.
Colombia no quiere más promesas vacías. Lo que anhela es éxito, liderazgo y, sobre todo, la posibilidad de vivir en paz. Una paz auténtica. Paz con justicia, en términos reales y con un Estado que funcione. No otra simulación fallida que ha perdido toda credibilidad.
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Acuerdo entre el gobierno y el frente de distribución 33. Foto:
Mary Alejandra González Duarte
Político