Entre la amplia gama de biografías y libros que han sido escritos sobre la figura de Francisco, o que cuentan con su propia contribución literaria, hay una obra que resalta con particular relevancia: “Soñar juntos” (Plaza & Janés), publicada en el año 2020. Este libro es una colaboración entre Francisco y el periodista británico Austen Ilet.
Austen Ilet, autor de múltiples volúmenes que exploran el legado del Pontificado que acaba de concluir, mantiene una sólida relación de confianza con Jorge Mario Bergoglio. He enfatizado que, con la llegada de Francisco, la Iglesia Católica ha “entrado en una nueva era” y está convencido de que quien asuma la próxima coro al frente de la Iglesia de Roma continuará con esta dirección fundamental.
El tiempo contactó a Ilet para reflexionar sobre la muerte del Papa Francisco, quien falleció el pasado lunes.
Austen Ilet, cineasta y amigo del Papa Francisco. Foto:Cortesía
El cardenal Bergoglio, así es como fue conocido antes de asumir el papado, se dirigió a los Cardenales en marzo de 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI, subrayando que el próximo pontificado debería abrir la Iglesia a una evangelización centrada en las periferias, evitando la trampa del aislamiento.
Este breve discurso convenció a numerosos cardenales de que el Espíritu Santo había tomado la decisión en favor del Papa. Desde mi perspectiva, al observar la evolución de este pontificado, es evidente que se ha logrado ese objetivo en diversas áreas, especialmente en la transformación de la cultura y mentalidad dentro de la Iglesia.
El Papa Francisco se presentó por última vez en el balcón de la Basílica de San Pedro. Foto:Efusión
Francisco no solo consiguió abrir la Iglesia hacia el mundo y fomentar el diálogo, sino que también estableció una conexión profunda con el Espíritu Santo, quien guía a la Iglesia. La sinodalidad se ha convertido en un eje fundamental, promoviendo procesos de escucha donde participa toda la comunidad de fieles. Este enfoque ha requerido diálogo y evaluación continua. Al analizar el trabajo realizado en los últimos años con el Sínodo, queda claro que los avances son inversibles, pues todos han experimentado el significado de ser parte de una iglesia sinodal, un concepto que tiene sus raíces en la tradición de los primeros siglos del cristianismo. No detecto indicios de un deseo de retroceder. Francisco ha inaugurado un proceso que se extenderá a las próximas generaciones y al futuro pontificado.
Nos deja una Iglesia que se preocupa por las particularidades de las situaciones humanas y que evita refugiarse en reglas generales inquebrantables. Un ejemplo de esto se observó en el Sínodo sobre la familia, donde se exploraron nuevas formas de acompañar a las personas con distintas circunstancias o que buscan la bendición de parejas del mismo sexo. Aquí no se trata de realizar cambios en la doctrina, sino de poner atención a las particularidades pastorales en cada escenario.
El Papa Francisco saludó a los fieles en su última aparición el Domingo de Ramos. Foto:AFP
Todos los papas enfrentan la responsabilidad de no solo mantener, sino de fomentar la unidad dentro de la Iglesia, lo que constituye una de sus tareas más importantes. Sin embargo, esto no implica que eviten las decisiones por temor a posibles divisiones. Como jesuita, Francisco siempre quiso discernir la presencia del Espíritu Santo en cada una de sus decisiones. Cuando observaba que un tema generaba mucha controversia, interpretaba esa polarización como una señal para no avanzar con cambios.
Así es. La humildad de Francisco es fundamental. Él no buscaba imponer doctrinas ni planes teológicos personales. Su enfoque no era expresar opiniones, sino valorar lo que el Espíritu estaba revelando a la Iglesia. Durante el Sínodo sobre la Amazonía, a pesar de que la mayoría de los obispos votaron a favor de la ordenación de hombres casados en la región para hacer frente a la escasez de clérigos, el Papa decidió no avanzar a pesar de contar con un respaldo significativo. Observó que el debate se polarizaba en exceso, lo que le hizo concluir que no era el momento propicio para implementar tales reformas. Es crucial tomar decisiones acorde a la preparación de la comunidad eclesial para asimilarlas.
Exactamente. A inicios de 2024, Francisco invitó a varias mujeres a presentar sus experiencias en el Consejo de Cardenales, incluso a una obispo anglicano inglés, para escuchar cómo se podrían integrar mejor las voces femeninas en la Iglesia. Las especulaciones sobre los posibles resultados fueron numerosas. ¿Esto implicaría la vía hacia el diaconado femenino? ¿O se aproximaría el sacerdocio femenino? Aún no se puede determinar, pero lo importante para Francisco es haber iniciado un proceso de escucha y reflexión.
Papa Francisco. Foto:Efe/ Vaticano
Los cambios comenzaron mucho antes de la llegada de Francisco. Este fenómeno es lo que se denomina un cambio de época; estamos en un periodo donde la fe se transmite menos a través de estructuras como la ley, la cultura, las instituciones o incluso la familia, y más a través de experiencias personales que dan cuenta del encuentro con la misericordia de Dios y Jesucristo. Esto representa un cambio profundo para la Iglesia, que vive de manera simultánea la desaparición de modelos antiguos y el surgimiento de nuevas realidades. Es en este contexto que considero a Francisco como el primer Papa de esta nueva era. Mientras Juan Pablo II y Benedicto XVI culminaron una era de la Iglesia ligada a la modernidad, Francisco abre puertas hacia un nuevo futuro donde la Iglesia debe transformarse para evangelizar un mundo en clara evolución. Por lo tanto, se hace evidente la necesidad de escuchar, fomentar el diálogo, ofrecer acompañamiento y ser cercanos, cálidos y tiernos. Todas estas ideas han sido centrales en el mensaje del pontificado de Francisco.
Tal como anticipó Benedicto XVI, la Iglesia del futuro será menos numerosa en comparación con épocas pasadas. Sin embargo, aquellos que asistiran a misa y participen de manera activa lo harán a partir de una convicción genuina y basada en experiencias de transformación pastoral, en lugar de un mero sentido de tradición familiar o cultural. Si bien estos aspectos aún persisten, nos encontramos en un periodo de adaptación. Es notable que los jóvenes, en lugar de ser meros seguidores, se comportan como motores de búsqueda. Poseen un alto grado de escepticismo hacia la institución, y es esta misma institución la que debe transformarse para acompañar a los jóvenes en busca de un referente moral, aun cuando la mera existencia de la Iglesia genere desconfianza.
Lo hizo de manera humilde. Esto no significa que careciera de decisiones fuertes, ya que promovió y comunicó ideas decisivas, sino que su humildad se reflejó en su esfuerzo por permanecer en sintonía con la humanidad contemporánea. No dictó lo que se debía hacer ni afirmó que la Iglesia poseía la verdad absoluta, sino que invitó a pensar de manera conjunta y a escuchar lo que el Espíritu tiene que decir en relación con la tradición de la Iglesia. Este enfoque es esencial.
Papa Francisco. Foto:AFP
Todo es posible, dado que la tradición está en constante desarrollo, aunque percibo una gran diferencia entre la ordenación de hombres casados y la incorporación de sacerdotisas en la Iglesia Católica, dado que esta última nunca ha existido y significaría un salto no tradicional. La mayoría de los cambios en la Iglesia se producen cuando se recupera algo que se consideró perdido. En los albores de la Iglesia, por otro lado, existió la práctica de ordenar a hombres casados, que todavía se aplica en muchas comunidades católicas de tradición oriental. Personalmente, imagino que en el futuro puede haber dos tipos de sacerdotes: uno que sea un pastor, profundamente arraigado en su comunidad y con familia, y otro que sea más misionero y flexible, capaz de responder a diversas necesidades al servicio de la Iglesia.
Es difícil de anticipar. Sin embargo, al observar el Colegio Cardenalicio, la mayoría de sus miembros parecen convencidos de que el rumbo que Francisco ha marcado es el definitivo, lo que significa que no hay otra hoja de ruta por el momento. La única alternativa es la tradicional, representada por un enfoque conservador que busca regresar a tiempos pasados, aunque es evidente que esta opción se ve reducida a una minoría ruidosa. Se trata, en definitiva, de un puñado de aproximadamente 15 cardenales con derechos de voto. El pontificado de Francisco ha señalado el inicio de una nueva era en la Iglesia, y el próximo Papa seguramente seguirá esta dirección, especialmente en lo que respecta a la apertura pastoral y la sinodalidad. Este camino está definido para la próxima generación. No obstante, esto no excluye la posibilidad de que el siguiente Papa considere necesario un periodo de consolidación de los cambios, y podría provenir de una región diferente con prioridades distintas.
A pesar de que un Papa puede ser considerado como una figura de transición, como fue el caso de Francisco, cualquier nuevo pontificado comienza a implementar cambios. Siempre es necesario estar abiertos a las sorpresas. Bergoglio nunca imaginó que su papado duraría tanto tiempo. Sin embargo, ahora es concebible la figura de un Papa que busque marcar un nuevo ritmo para la Iglesia. Existen numerosas preguntas aún sin respuesta referentes a la implementación de reformas anteriores.
No veo errores significativos, aunque algunas decisiones pueden haber estado erradas, fraguadas en juicios sobre personas que no cumplieron con sus expectativas. Francisco es conocido por su terquedad y, una vez que toma una decisión, se aferra a ella con firmeza.
Francisco abordó la cuestión del abuso, especialmente al enfocarse en las raíces del problema que existen en la estructura del personal clerical. El Papa introdujo cambios legislativos significativos y obligó a varios obispos a renunciar por su incapacidad para manejar el problema, aunque también cometió errores al confiar en personas que le dieron información inadecuada. Sin embargo, es evidente que la respuesta de la Iglesia ante el abuso continúa siendo demasiado dependiente de relaciones personales y no de reformas institucionales sólidas. Al mirar hacia atrás, veo un cambio notable: la cuestión se ha vuelto universal, una realidad que no existía antes. La Iglesia, bajo la dirección de Francisco, ha comenzado a priorizar la lucha contra la cultura del clericalismo y el privilegio del sacerdocio.
Darío Menor
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