Una vez más, la historia se repite en el mundo del fútbol. En esta ocasión, la Selección Colombia Sub-20 ha caído 1-0 ante Argentina y, como resultado, se encuentra fuera de la final del Mundial. La sensación de tristeza y desilusión es palpable entre los aficionados, pero quizás lo que más sucede incomodar es el guión que parece seguir invariable: El talento puede ser suficiente para emocionar a los seguidores, sin embargo, no lo es para asegurar victorias en los partidos cruciales. Una vez más, la falta de mentalidad se erige como la principal barrera para alcanzar el triunfo.
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Durante el encuentro, el equipo colombiano mostró destellos de buen fútbol, así como carácter y una pizca de valentía. No obstante, cuando la presión llegó a su punto culminante, se apagó. Sin la presencia de su goleador Neyser Villarreal y enfrentando la adversidad de jugar con un hombre menos debido a la expulsión de Rentería, el grupo perdió el control no solo del juego, sino también de su ánimo y concentración. Es fundamental notar que Argentina no fue claramente superior en el ámbito del juego, pero sí lo fue en términos de efectividad ofensiva. Supo esperar el momento adecuado para atacar, y administró su ventaja con una madurez que parece haber desparecido de Colombia durante los últimos años.
Este no es un episodio aislado; esta generación no es la primera en ver cómo sus sueños de gloria se desvanecen. El mismo patrón se repite en diversas categorías, con selecciones que despiertan ilusiones y llegan lejos en los torneos, pero que siempre fallan en dar el golpe final. Aquí se hace evidente la falta de hambre, convicción y temperamento. Para poder sostener la presión que imponen los grandes escenarios, es fundamental estar preparado no solo física, sino mentalmente.
Además, el problema no parece ser exclusivamente táctico o técnico. Es un asunto que reside en la cabeza. Colombia tiene la capacidad de producir excelentes jugadores, pero desafortunadamente, no logra formar ganadores. Mientras esta mentalidad persista, los títulos seguirán siendo meras ilusiones aplazadas y las derrotas ante equipos considerados gigantes continuarán siendo una costumbre dolorosa que parece haberse integrado en la identidad futbolística del país.
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