A pesar de los esfuerzos de Lula, las naciones más poderosas se muestran reacias a abandonar el petróleo. La ONU pide un “compromiso ambicioso” y los países pobres quieren más recursos para hacer frente a las consecuencias de la crisis.

20 de noviembre de 2025 En términos formales, la COP 30 (Conferencia de las Partes) debería finalizar este viernes con el informe final, a través del cual cerca de 200 naciones renuevan o asumen nuevos compromisos. Sin embargo, según la costumbre establecida para este tipo de eventos, todo indica que el asunto tardará más de lo necesario. Máxime después de que el incendio que se desató este jueves obligó a evacuar el local y suspender las actividades durante varias horas. Aunque Lula, el presidente anfitrión, cargó con la cumbre al hombro, a pocas horas de que concluya la nueva edición, todavía hay más dudas que certezas.

El tema candente es el de siempre: eliminar gradualmente los combustibles fósiles para limitar los aumentos de la temperatura global por encima de 1,5 grados por encima de la era industrial. La oposición también es la de siempre: el lobby de las grandes corporaciones petroleras y de naciones poderosas, como Estados Unidos, que no quieren modificar su modelo productivo sólo porque sea “sostenible”.

Al cierre de esta nota aún no estaban listos los borradores del informe final con los compromisos a votar. Siempre pasa lo mismo: Todos reconocen el problema, pero modificar la matriz energética y mitigar los efectos del cambio climático cuesta mucho dinero. Uno de los grandes obstáculos es la propia dinámica de las conversaciones: el acuerdo debe ser fruto del consenso, por lo que si siquiera una de las casi 200 naciones no está de acuerdo, todo es difícil. Arabia Saudí, país petrolero de referencia, es uno de los que más palo da en la ronda de negociaciones.

Fermín Koop, subdirector para América Latina de Diálogo Tierra y uno de los principales analistas de la cumbre climáticase refiere a Página 12: “Todavía quedan varias cuestiones por resolver. Una es la de los combustibles fósiles: hace dos años se acordó la transición, el año pasado no se discutió y ahora vuelve a estar en la agenda. Lula pidió que los países acuerden una hoja de ruta para dejar atrás los combustibles fósiles. Hay 82 naciones que lo apoyan, pero no son las grandes naciones petroleras.“.

Luego continúa el experto: “Otro tema que causa controversia es la adaptación, que históricamente no tiene mucho peso, a pesar de que es muy relevante por los efectos de la crisis climática. Por otro lado, está la financiación.: 300 mil millones de dólares de fondos que los países desarrollados deberían proporcionar a los países en desarrollo. Al mismo tiempo, como esto no es suficiente, se acordó crear una hoja de ruta para crear mecanismos y alcanzar la meta que buscan los países en desarrollo: 1,3 billones de dólares. El diagnóstico es claro, pero nadie quiere pagar el precio de la crisis.

Más ambiciones, menos respuestas

Antonio Guterres, jefe de las Naciones Unidas, pidió un “compromiso ambicioso” en una reciente conferencia de prensa. “Las comunidades también están observando, contando casas inundadas, cosechas perdidas, medios de vida perdidos y preguntándose cuánto más debemos sufrir.“, dijo en detalle. Y luego llamó a los líderes mundiales: “Les pedimos que participen de buena fe”. El hecho es que, como dice el jefe de la ONU, las consecuencias del calentamiento global ya son visibles. Estos no son sólo desafíos que debemos afrontar a largo plazo, sino que requieren una lucha urgente.

Por su parte, los países más pobres siguen buscando fondos para adaptarse a los efectos del cambio climático. Estos días se habla mucho de “justicia climática” en un evento que tiene lugar en la ciudad amazónica de Belem. Aunque el calentamiento es un fenómeno global, hay algunas naciones que son responsables de la contaminación y otras están en posición de víctimas. Básicamente, la cantidad de emisiones producidas por China, Estados Unidos o India no se parece en nada a la producida por Argentina, Chile o Zambia.

Paralelamente, las distintas organizaciones ecologistas participantes en el evento están haciendo cálculos y valorando lo que debería suceder. Para cambiar la situación climática, lo propuso un proyecto como el Climate Action Tracker. El mundo debería reducir las emisiones de metano, triplicar la capacidad de producción de energía renovable y duplicar la eficiencia energética. Todos los objetivos están lejos, en la medida en que las obligaciones son cada vez más ambiciosas y la voluntad de los países es cada vez más débil.

Una de las grandes apuestas que impulsó Lula para la COP 30 fue la creación de un fondo para preservar los bosques tropicales. Se trata de una nueva política que buscará recaudar 25.000 millones de dólares de los países donantes y 100.000 millones de dólares aportados por el sector privado. Por ejemplo, Alemania ya ha asignado mil millones. El dinero se destinará a aquellos territorios más necesitados para que puedan preservar su cubierta forestal tropical.

Un recuerdo que se desvanece

La última gran cumbre se celebró en Francia hace diez años. Allí, 194 partes (193 países más la Unión Europea) se han comprometido a través del Acuerdo de París a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar a 1,5 grados el aumento de la temperatura respecto a la era industrial. Sin embargo, los expertos en clima ya advierten que este objetivo no se cumplirá, hasta el punto de que es casi seguro que la humanidad cruzará esa línea más pronto que tarde.

Desde la distancia, el Acuerdo de París parece un gran recuerdo. En aquella ocasión, Barack Obama representó a Estados Unidos, un gran locutor. Sin embargo, en esta ocasión Estados Unidos no envió ni siquiera funcionarios de menor rango. De hecho, Donald Trump ha iniciado mecanismos diplomáticos para sacar del acuerdo al país que preside.

La próxima COP, o la número 31, será en Turquía. Las reuniones continúan teniendo lugar, pero su éxito disminuirá mientras el Norte siga obstaculizando cualquier intento fructífero de multilateralismo.

Compartir: