Recientemente, el presidente Donald Trump comentó en una reunión con sus colaboradores: “Como estudiante en la historia, soy, y lo he examinado todo, lo primero que aprendes es que Rusia y China no deberían acercarse”, según reportó la publicación francesa L’Alpome. Esta afirmación coincide con la opinión que Trump expresó en octubre durante una entrevista con el presentador Tucker Carlson de Fox News, donde sugirió que era “considerable” que Beijing y Moscú eran objetivos estratégicos que debían evitarse.
Los movimientos de Trump con respecto a Putin, incluidos los guiños y la defensa de ciertos argumentos del Kremlin para justificar la invasión de Ucrania, han sido interpretados como intentos de implementar un plan para separar a Rusia de China. Cyrille Puyette, un editor internacional de L’Alpome y experta en relaciones chinas, explica que esta estrategia recuerda al diplomático Richard Nixon, quien, recomendado por Henry Kissinger, logró en 1972 restaurar conexiones con la China de Mao con el fin de aislar a la Unión Soviética, liderada por Leonid Brezhnev.
El presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, después de firmar un acuerdo. Foto:AFP
Sin embargo, la situación no salió como Trump esperaba. La semana pasada, el líder chino, Xi Jinping, fue visto en la Tribuna de la Plaza Roja como invitado de honor de Putin en un desfile militar que celebraba los 80 años de la victoria aliada sobre Hitler. Washington se vio rápidamente afectado por esta imagen que evidenció una proximidad entre ambos líderes; se difundieron videos oficiales donde se les observaba compartiendo risas, caviar y brindando con vodka.
David Pierson, un experto en temas chinos del New York Times, describió su relación como un “bromance” (romance amistoso), indicando que ambos líderes están “más cerca que nunca.” La amistad que proclamaron “sin límites” en una declaración conjunta a comienzos de 2022 se ha reforzado, en contradicción con los deseos de Trump.
Un diplomático europeo, en conversación con , señaló que la Casa Blanca olvida que cuando Nixon se reunió con Mao, ya había una gran fractura entre chinos y soviéticos, lo que marcó una división en el comunismo mundial durante más de una década. Según el diplomático, Trump, al intentar dividir a Putin y Xi, solo terminó fortaleciendo al líder ruso y acercando aún más al chino hacia Moscú, lo que constituye un equilibrio negativo para la diplomacia estadounidense.
Es evidente que la administración de Trump ha empezado a darse cuenta de su error, uno que también ha impactado negativamente en la economía de Estados Unidos, en especial en el mercado bursátil que ha sufrido notablemente debido a la guerra comercial. Tras semanas de intercambios verbales y arancelarios, donde Trump llegó a incrementar tarifas aduaneras hasta un 145 por ciento sobre productos chinos, delegados de Washington y Beijing se reunieron de manera reservada en Ginebra el pasado fin de semana.
Finalmente, después de estas conversaciones, ambas partes anunciaron un acuerdo para reducir la mayoría de los aranceles entre un 10 y un 30 por ciento durante un periodo de 90 días, mientras continúan negociaciones para un acuerdo comercial definitivo. En abril, Trump había anticipado optimistamente que Beijing contactaría a Washington para abrir negociaciones, pero esto nunca sucedió y la reunión en Ginebra resultó ser un triunfo para Estados Unidos.
Donald Trump llegó a la presidencia para su segundo mandato el 20 de enero. Foto:Getty Images a través de AFP
Auto-aislamiento de EE. UU.?
El problema al que se enfrenta Trump no es solo el hecho de que Xi haya consolidado su alianza con Putin. Además, el aumento de aranceles a productos importados de casi todo el mundo ha generado descontento, especialmente en la Unión Europea y entre docenas de países del Tercer Mundo, quienes han buscado lazos más cercanos con China.
Las políticas de Trump también han afectado la cooperación internacional, donde su administración ha hecho claros gestos de antagonismo hacia sus aliados, así como hacia numerosos países del Tercer Mundo. Durante la Conferencia Anual de Seguridad en Múnich el 14 de febrero, el vicepresidente JD Vance hizo declaraciones sumamente críticas hacia la Unión Europea y muchos gobiernos de la región.
Con un tono mordaz y descontento, Vance pronunció uno de los más intensos discursos antiparlamentarios que un alto funcionario estadounidense ha realizado en más de un siglo.
En relación al Tercer Mundo, además de la ola de deportaciones de inmigrantes ilegales, algunos de los cuales han enfrentado a la justicia estadounidense, Trump utilizó un lenguaje despectivo hacia América Latina durante una reunión con periodistas en la Oficina Oval, el día después de ser electo para su segundo mandato. Aseguró que los países de Centro y Sur América “nos necesitan mucho más de lo que los necesitamos”, concluyendo con: “No los necesitamos; ellos nos necesitan, todos nos necesitan.”
Además, la eliminación de la agencia USAID, que había proporcionado apoyo a más de 130 países por más de seis décadas, entregando fondos para salud, educación y otros programas sociales, ha sido perjudicial. En 2023 el valor de sus aportes superó los $70,000 millones. El Brookings Institute se ha cuestionado si existe algún poder que pueda llenar este vacío, y según el periódico mexicano El Economista, la respuesta es clara: China.
A principios de abril, el general Michael Langley, jefe de las fuerzas estadounidenses en África, comentó ante una comisión del Congreso en Washington que China ha buscado aprovecharse del vacío dejado por USAID en ese continente, impidiendo que los programas de asistencia humanitaria, que anteriormente beneficiaron a 20 millones de africanos, sean replicados por el Partido Comunista Chino.
Trump pone los recursos en riesgo de cerrar USAID. Foto:Tiempo de archivo / agencias
El enfoque que se ha tomado entre Europa y China parece claro. El 11 de abril, Xi invitó a la UE a “resistir toda la coerción de un lado juntos”. Esa semana, una importante delegación de Bruselas aterrizó en Beijing para conmemorar 50 años de relaciones bilaterales. Las negociaciones comerciales ya han comenzado y China ha invitado a Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión de la UE, a una futura visita a Beijing, lo que podría facilitar un gran acuerdo comercial.
Las diferencias no son fáciles de superar, como lo explicó una fuente diplomática en Bruselas a , pero ahora hay un incentivo real para que los países hagan negocios entre sí, ante los ataques de la administración Trump, que ha llevado a que muchos busquen relaciones comerciales con alternativas que la estrategia estadounidense ya no considera viables. A pesar de los desacuerdos en temas como autos eléctricos y las diferencias que surgen de las aspiraciones chinas en Europa, hay un significativo potencial comercial, con un valor de casi $800,000 millones en el mercado.
Todos quieren con China
El interés no se limita únicamente a Europa y China. “Esta semana, varios líderes de América Latina y otras partes del Tercer Mundo, incluyendo los presidentes Lula da Silva de Brasil; Gabriel Boric de Chile y Gustavo Petro de Colombia, llegaron a Beijing para fortalecer las relaciones comerciales y culturales, firmando acuerdos de cooperación en grandes proyectos, incluyendo el ambicioso programa de la Ruta de la Seda de China.
Corea del Sur y Japón, a pesar de ser aliados consolidados de Washington durante más de 70 años, se han visto atrapados en la guerra comercial impulsada por Trump. En respuesta, sus gobiernos, que históricamente se habían alineado con Beijing, han decidido que es hora de negociar con China, considerando la presión de Washington.
El 30 de marzo, tras una cumbre de ministros de comercio en Seúl, ambos países emitieron un comunicado conjunto en el que afirmaban estar “listos para acelerar las negociaciones para lograr un acuerdo trilateral de libre comercio” que permita crear “un entorno comercial y de inversión predecible”.
Esta declaración conjunta de Japón, China y Corea del Sur ha sido objeto de crítica, ya que muchos analistas consideran que Trump, al ignorar sus compromisos en materia de libre comercio, ha demostrado que Estados Unidos no es un socio confiable.
A pesar de que las críticas de Trump sobre algunos déficits en comercio son pertinentes, así como sus comentarios hacia la carga que representan sus aliados europeos en la OTAN, que realmente no invierten lo suficiente en defensa y seguridad, su enfoque general ha resultado contraproducente.
En Moscú, se celebró un desfile militar para el Día de los Caídos con motivo del Día de la Victoria en Rusia. Foto:Efusión
Los programas de USAID también parecen necesitar una revisión, y es cierto que Estados Unidos enfrenta desafíos significativos en torno a la inmigración ilegal que requieren soluciones efectivas. Sin embargo, la retórica agresiva y el enfoque a menudo hostil de Trump hacia sus amigos históricos han dado como resultado que, en vez de aislar al país que pretendía, ha fortalecido la posición de China en el escenario internacional.
Así, con paciencia, diplomacia y estrategia, Xi Jinping ha aprovechado cada oportunidad para acercarse a Europa, América Latina, África y otras naciones asiáticas, expandiendo su influencia e incluso ocupando los espacios que Estados Unidos ha dejado vacíos. Saber esperar, priorizar y evitar desgaste innecesario son habilidades que la diplomacia china ha cultivado durante años, como es habitual en su estrategia de largo alcance. Así, el poder asiático parece estar ganando una ventaja, lo cual fue beligerantemente resumido en una reciente publicación del periódico parisino Le Monde por el economista francés Claude Meyer, quien observó: “El impulsivo Trump se lanza a golpes de póker, mientras que Xi despliega su juego de manera metódica”.
Mauricio Vargas – Especial para