

El Kremlin se vio obligado a negar las intensas especulaciones de los medios sobre una posible reorganización en la cima de la política exterior rusa.
El portavoz Dmitry Peskov tuvo que aclarar la situación a los periodistas: “No hay absolutamente ninguna verdad en estos informes. Lavrov, por supuesto, sigue siendo el Ministro de Asuntos Exteriores”.
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La noticia fue, paradójicamente, que no había novedades. Pero la necesidad de aclaraciones reveló la tensión en Moscú.
El revuelo comenzó el miércoles, cuando el veterano ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, estuvo ausente de una reunión clave del Consejo de Seguridad ruso. En esta reunión, el presidente Vladimir Putin planteó la posibilidad de reanudar los ensayos de armas nucleares a gran escala.
Personaje que activó las alarmas.
El periódico económico ruso Kommersant, citando “fuentes informadas”, fue el primero en señalar la ausencia. Señaló que Lavrov “estuvo ausente de común acuerdo” y que fue el único miembro permanente del Consejo de Seguridad que faltó a la reunión.
Para los observadores de la política rusa, conocidos como “kremlinólogos”, esto fue una señal importante.
Las especulaciones crecieron cuando se conoció un dato más: Lavrov, de 75 años, no encabezará la delegación rusa a la próxima cumbre del G20 en Johannesburgo. El 4 de noviembre, Putin firmó un decreto nombrando a un funcionario subalterno, Maxim Oreshkin, subjefe de gabinete de la Oficina Ejecutiva del Presidente, para encabezar la delegación.
Inmediatamente surgieron las preguntas: ¿Está Lavrov distanciado de Putin? ¿Es esto el preludio de una agitación gubernamental?
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El contexto del fallido encuentro entre Trump y Putin
Estas ausencias se producen pocas semanas después del fracaso de un plan para una cumbre individual en Budapest entre Putin y el presidente estadounidense Donald Trump.
Sergei Lavrov fue directamente responsable de la participación de Rusia en la realización de esa reunión. Sin embargo, tras una conversación telefónica entre Lavrov y el ministro de Asuntos Exteriores estadounidense, Marco Rubio, la cumbre quedó en suspenso.
Los funcionarios estadounidenses declararon que los rusos no habían cambiado su “postura maximalista” hacia Ucrania. En respuesta, la administración Trump impuso nuevas sanciones a Moscú.
Algunos observadores interpretaron que Kirill Dmitriev, jefe del fondo soberano de Rusia, voló a Estados Unidos poco después en una misión de “control de daños” después del aparente revés diplomático de Lavrov.
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Un diplomático de la vieja escuela
Sergei Lavrov ha sido la cara de la diplomacia rusa durante más de dos décadas, sirviendo lealmente a Putin durante los períodos de mayor confrontación con Occidente. Esto incluye la guerra ruso-georgiana en 2008, la anexión de Crimea en 2014, la intervención en la guerra civil siria en 2015 y la invasión a gran escala de Ucrania en 2022.
Anteriormente fue embajador de Rusia ante la ONU. Ha perfeccionado un estilo de diplomacia audaz y confrontativo. En una cumbre reciente con Trump en Anchorage, Alaska, Lavrov apareció con una camiseta adornada con el logo del CCCP, las iniciales cirílicas de la Unión Soviética.
A pesar del revés en la cumbre de Budapest, el Kremlin parece decidido a mantener cualquier disputa interna fuera de la vista del público. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, María Zakharova, consultada por CNN, confirmó que Lavrov permanece en su cargo. Reconoció su ausencia durante la sesión del miércoles, pero le restó importancia: “Pero sucede”.
La lealtad y el método Putin
Bajo Putin, la lealtad y la continuidad son valores muy valorados. Los analistas recuerdan que incluso cuando enfrentan grandes reveses, los altos funcionarios rara vez son despedidos de manera humillante.
El año pasado, por ejemplo, el Kremlin anunció el reemplazo de Sergei Shoigu, el ministro de Defensa con más años en el cargo, en medio de dificultades en el campo de batalla en Ucrania.
Pero Shoigu no fue despedido. Fue trasladado lateralmente al puesto de Secretario del Consejo de Seguridad de Rusia. Como señalan los observadores, la respuesta del líder del Kremlin suele ser una “reorganización de sillas” en lugar de una purga.
*Este contenido fue creado con la ayuda de una IA y revisado por un periodista.