Guerras, Conflictos de intereses y relaciones injustas en el mundo, así como eventos noticiosos dramáticos, como la muerte de un hombre excepcional, el Papa Jorge Bergoglio, o situaciones de Guerra aduanera promovidas por antiguos campeones de extracción gratuita, son incidentes que destacan la centralidad de los problemas en el mundo contemporáneo. Sin embargo, entre todas estas narrativas sombrías, el continente americano, desde los Estados Unidos y Canadá hasta América Latina y el Caribe, a menudo presenta historias diferentes, algunas de ellas con un matiz positivo que contrasta con la polarización, los problemas territoriales y el olvido de los ideales de democracia y justicia.
Una de las noticias más recientes que ha captado la atención es la elección de Colombia para asumir la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un mecanismo internacional que incluye a 33 de los 35 países en el continente americano. Este foro regional busca superar barreras de diversidad lingüística, económica, étnica e histórica, promoviendo un ambiente de cooperación entre naciones que, a pesar de sus diferencias políticas, pueden encontrar en CELAC un espacio para dialogar y colaborar.
A lo largo de la historia, la concepción de instituciones como CELAC puede comprenderse mejor al examinar su entorno formativo. En la década de 1970, el continente estuvo marcado por dictaduras militares, y en los 80, la situación en Centroamérica se tornó crítica con conflictos internos. Aumentadas por las condiciones de la Guerra Fría, las tensiones parecían propiciar una inminente crisis política en la región. En respuesta a estos desafíos, surgió el Grupo de Cuatro, conformado por México y los países centroamericanos de Colombia y Venezuela, junto a Panamá, en un intento por mediar y promover la paz.
Este esfuerzo diplomático resultó ser valioso, abriendo canales de diálogo y promoviendo la estabilidad en América Central. En este contexto, nació un segundo mecanismo conocido posteriormente como el Grupo de Río. Este grupo no debe confundirse con un pacto de integración convencional, sino que era un espacio permanente para la consulta política. La clave de su éxito fue su capacidad para evitar discusiones sobre temas internos en los Estados miembros y enfocarse en coordinaciones multiregionales en la ONU y otros foros internacionales.
Oficina central de la ONUFoto:Tiempo
El Grupo de Río desempeñó un papel crucial en la mediación de conflictos, ya sea entre Ecuador y Perú, Colombia y Venezuela, o al abordar las tensiones en Bolivia y Paraguay. Finalmente, su influencia alcanzó su pico en la década de 1990, donde se consolidó como una voz unificada frente a potencias como los Estados Unidos y en ocasiones frente a la Unión Europea.
Ahora, a pesar de pasar por una serie de crisis económicas y la complejidad de sus relaciones, la revitalización del Grupo de Río y la creación de CELAC representan oportunidades, siempre que se reconozca la importancia del consenso. La presidencia rotativa de CELAC no debería servir como simple luz verde para que cada país defina su política exterior a su antojo. Para hablar con una sola voz, se requiere un compromiso de consenso significativo entre sus miembros, que no necesariamente tiene que ser la unanimidad que pueda frenarlo.
La presidencia rotativa para CELAC no es una luz verde para que un país se desarrolle para toda su propia política exterior. Hablar con una voz significa un consenso significativo
La experiencia de Colombia, que ejercerá su cargo hasta abril de 2026, puede ser crucial para que CELAC desempeñe un papel activo en la diversificación de relaciones exteriores, siempre que se enfoque en mantener una cohesión entre sus miembros, a pesar de sus diferencias. Se hace esencial que la acción sea parte de una estrategia coherente, y no meros esfuerzos aislados. El potencial para que Colombia influya en el ámbito internacional depende de su habilidades de liderazgo en este foro que busca unir a sus países emergentes y desarrollar sinergias.
Finalmente, si Colombia implementa estratégicamente su presidencia en los foros internacionales, especialmente considerando su futura participación en el Consejo de Seguridad en 2026, eso podría marcar un importante avance en su relación con el mundo. En caso contrario, se perdería una oportunidad de vital importancia para el país y para el continente.
Diego Cardona C.
Por el tiempo
dcardonac@gmail.com
* Ph. D., ministro de Asuntos Exteriores
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