En un contexto donde las tendencias han superado los pensamientos tradicionales, resulta interesante preguntarnos si en algún momento podríamos convertirnos en clubes organizados o, algo aún más impactante, en corporaciones que cotizan en la bolsa de valores. ¿Es esta una proyección realista de nuestro futuro?
Naufragios del futuro
– “A principios de la década de 1960, el mercado comenzó a darse cuenta de que el crecimiento del capital solo era posible si lograba colonizar la vida cotidiana”.
Carzys Varnes.
En el contexto de la serie Trono, uno de los personajes, Dedo pequeño, menciona en una conversación con Lord Varys que el “Reino” es en realidad la historia que decidimos contar una y otra vez hasta que llega un momento en que olvidamos que esta narración es, en esencia, una mentira. Este concepto es fundamental para entender la dinámica de la democracia y el orden mundial actual, lo que da un sentido crítico a la caricatura de la “globalización”. En cierto sentido, esta narrativa nos define, como individuos y como colectividad.
Profundizando en la historia de la serie, Dedo pequeño responde a Varys con una advertencia: si se deja que una mentira persista, se abre la puerta a un abismo de caos y desorden. El personaje también sugiere que lo que podría parecer un foso en realidad es una escalera; una aceptación de que es posible que este sea el medio a través del cual compartimos información en un mundo saturado de datos y ruido constante. Este proceso de entrega y consumo de información refleja cómo se estructuran nuestras interacciones y percepciones de la realidad. Tal vez podamos preguntarnos: ¿estamos realmente en control de nuestra narrativa, o somos meros pasajeros en un viaje dictado por fuerzas externas?
La forma en que nuestra sociedad está organizada, desde las instituciones hasta las interacciones personales, se ha transformado enormemente. Las redes sociales, por ejemplo, han introducido una nueva forma de compartir experiencias y pensamientos, pero también han generado una dependencia de la aprobación ajena y una distorsión de la realidad. La manera en que nos comunicamos y, a su vez, cómo somos percibidos por los demás ha cambiado drásticamente. Esta transformación nos plantea un reto: necesitamos construir un nuevo marco para entender nuestras relaciones y el poder de la narrativa en un mundo tan complejo.
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