A través de las vibrantes y calurosas calles del distrito de El Santuario, localizado al sur de Barriga, un nuevo ídolo está emergiendo. A pesar de no medir más de un metro y medio y de tener solo 13 años, su presencia es innegable y se siente su esencia incluso sin ver sus ojos.
Su nombre es Juan Pablo Cárdenas Vitola, y desde el pasado miércoles ha ascendido a un estatus mucho más allá de ser un simple estudiante de séptimo grado en el Simón Bolívar College: es un niño que ha cautivado a Colombia al rendir homenaje al legendario José Feliciano, tocando corazones por doquier.
Su arribo a la escuela fue un evento memorable, llegando en un camión de bomberos, acompañado por aplausos, el resplandor de teléfonos celulares, y las lágrimas de emoción de los ciudadanos que lo rodeaban, ofreciéndole un cálido abrazo colectivo.
Su popularidad no se limita a ser un fenómeno de redes sociales; también hay un significativo premio de bonificación educativa de 100 millones de pesos que ahora forma parte de su historia, además de la inspiradora narrativa de vida que irradia a través de su canto.
Desde su más tierna infancia, Juan Pablo enfrentó su primer gran desafío a tan solo tres meses de vida. Un mal manejo de oxígeno en la clínica resultó en la separación de su retina, llevándolo a una ceguera total.
Este se transformó en el inicio de una lucha legal que su familia llevó a cabo con determinación, ganando en tres ocasiones, aunque tras cinco años aún no han recibido la compensación correspondiente. A pesar de todo, su voluntad de hierro jamás flaqueó.
Juan Pablo Cárdenas
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Redes sociales
Su madre, Yusneidi Vitola, rememora cómo cada paso en su vida fue un logro monumental, una especie de danza improvisada: aprender a caminar con una silla, aferrándose a los muebles mientras se aventuraba a dar cada paso, como si cada uno fuera una nueva nota en una melodía completa.
“Después de dos años, ya emitía sonidos con sus pies y manos”, comparte, ojos brillando de orgullo. El sufrimiento no ha desaparecido, pero aprendió a enfrentarlo con esperanza y valentía.
Su historia comenzó a tomar un giro significativo, en las tardes, en un bullicioso centro comercial donde Juan Pablo comenzó a cantar. Su voz es suave, limpia y sorprendente para todos aquellos que lo ven tan pequeño y reservado.
La multitud se acercó, atraída por su talento, y entre ellos se encontraba un maestro, Marvin Merlano, quien, cautivado por su actuación, le ofreció una beca en su academia. El brillo del diamante ya estaba presente; solo requería ser esculpido adecuadamente.
Su aspiración era emular al rey Ruiz, aunque danzar no era sencillo para él en su situación. Merlano entonces sugirió un nombre diferente: José Feliciano. Un músico también ciego, y un guerrero en su propia lucha. Juan Pablo no dudó en aceptar, dedicándose a aprender 15 nuevas canciones en una semana, lo que le permitió captar la atención del país.
Su llegada a Bogotá fue el 14 de marzo, seguida de meses de ensayo, adaptación y presión. Juan Pablo tuvo que ajustar su repertorio, aprender nuevas melodías en tan solo 40 minutos, y, sin descuidar su responsabilidad escolar, grabó sus tareas en video y las envió a sus maestros, asegurando que seguía siendo un estudiante mientras abrazaba su nueva identidad artística.
Juan Pablo Cárdenas con sus familiares en Barranquilla.
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En la noche final de la competencia, se enfrentó a otros cuatro talentos: Mini Gloria Trevi, Mini José José, Mini Rocío Dúrcal y Mini Celia Cruz. Pero su interpretación, llena de sentimiento y sofisticación, cautivó los corazones del jurado y de toda Colombia. El Mini José Feliciano de Barranquilla, sin un bastón y armado con su guitarra, se convirtió en un nuevo símbolo de que los sueños no conocen límites.
De vuelta en casa, Juan Pablo no se detuvo. Ya había comenzado a cantar en su escuela, luego en el vecindario y en la iglesia. Rodeado de fama, sigue siendo el mismo niño humilde que siempre fue.
“Es un niño con un corazón gigante que ha tocado el corazón de todos los colombianos”, dice su madre, que ahora se pregunta si la vida que vive es real o si es parte de alguna hermosa canción.
En Barranquilla, donde resuenan los nombres de dioses del fútbol, la música y la televisión, poco se compara con el poder inspirador que Juan Pablo posee. Su historia trasciende aplausos y fama; está tejida con coraje, disciplina y un amor inquebrantable por la vida y la música.
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