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Esta es una buena inmunidad, la cultura de los líderes y colonos que sembran la cultura de la paz entre niños y jóvenes

“Palenque es un territorio protegido en el que tenemos un grano de tradición para construir la habitación de nuestra región y nación. Cuando nos vimos a nosotros mismos como una familia, no nos matamos. Era respeto por un vecino para compartir con compañeros para que los niños no se vieran a sí mismos como enemigos. Nos vemos a sí mismos y salvamos la vida”. Estas profundas palabras de reflexión reflejan la esencia del esfuerzo comunitario en el corazón de Palenque, que busca transformar no solo su entorno, sino también las vidas de los más jóvenes entre sus habitantes.

Buenaventura, durante la sala el 10 de abril.
Foto:
Santiago Saldarriaga / The Time

La maestra Jara Aragón comparte su experiencia mientras está rodeada de un grupo de niños a quienes enseña música y danza, utilizando ritmos vibrantes del Pacífico. Ella recuerda su propio crecimiento en un contexto donde las casas eran de colores brillantes y la vida comunitaria florecía, a pesar de los desafíos del pasado. “Crecí entre las casas de Juan XXIII”, dice, refiriéndose a un vecindario que ha sido testigo de la historia social de Buenaventura.

“Debemos vernos a nosotros mismos como una familia para evitar la muerte”

Este barrio, donde han habitado familias humildes por más de­ 50 años, es un constante recordatorio del estruendo de balas que a menudo atraviesan el cielo, un sonido que ha cansado a sus habitantes de la violencia que los rodea. La historia de Jary Aragón, quien nació hace 55 años en John XXIII y más tarde se trasladó al sector de El Jardín, es ilustrativa de la resiliencia de la comunidad. Su Fundación Palenque, inspirada por el amor familiar y la tradición, es un espacio donde se cultivan sueños.

El espíritu comunitario se manifiesta en diversas actividades; la maestra organiza cada año una fiesta especial para niños en diciembre, celebrando el cumpleaños de su difunta hermana, quien falleció hace más de diez años. Con donaciones de familiares y ‘primos’, crea un ambiente de alegría y pertenencia, instando a los niños a verlo como una oportunidad para construir el futuro apoyándose mutuamente. “Prefiero no llorar en el cementerio en ese día. Prefiero celebrar la vida”, menciona, reflejando su amor por la comunidad y su misión de preparar a los niños para ser mejores personas.

El maestro Jary Aragón y su colocado.
Foto:
Juan Pablo Rueda /

Jary ha volcado su salario, ganado en el ámbito educativo, en la compra de instrumentos musicales para la Fundación Palenque, asegurándose de que la tradición musical no se pierda. “Sin tambores, la tradición se disipa”, advierte con claridad. La fundación alberga a aproximadamente 180 niños y jóvenes, sobresalientes en cantos, bailes y en el aprendizaje de instrumentos típicos de la región como marimbas, cununos y bombos.

“Somos cultura sin violencia”

Son las plántulas de la Fundación Gerardo Valencia Cano de Buenaventura.
Foto:
Santiago Saldarriaga / The Time

En las calles del barrio de Camargo, la vida cobra vida con danzas donde hombres y mujeres bailan con gracia, con pañuelos coloridos en la cabeza. La comunidad participa de un currículum que promueve la paz y la cultura, afirmando que “somos constructores pacíficos”. El líder comunitario, Luis Yasmani, celebra esta unidad y reitera la importancia de sembrar la “cultura de la paz y sin violencia”. En su visión, la construcción de una verdadera paz comienza desde las raíces mismas de la comunidad, donde la enseñanza juguetona y amable se convierte en un acto de resistencia frente a la adversidad.

Danny Mauricio Vanegas, conocido como Maury, también desempeña un papel destacado como representante de la Asociación de Jóvenes Empresarios de la Paz (AJEP). Este grupo, que nació en 2017, tiene como misión empoderar la juventud local a través del arte, convirtiendo las habilidades creativas en herramientas de cambio social. “La clave para el desarrollo es la articulación”, dice Maury con determinación, enfatizando la importancia de unir diversas iniciativas para enfrentar los desafíos socioeconómicos que afectan a la región.

ProPracific apoyó iniciativas culturales y promueve el deporte en Buenaventura.
Foto:
Juan Pablo Rueda /

A través de su trabajo, los jóvenes han puesto en marcha iniciativas como AJEP Producciones, creando un espacio donde se expresan a través de la música urbana y la creatividad social, manifestando su lema: “Nunca más la guerra”. Este es un testimonio del deseo colectivo por un futuro sin violencia, en un entorno que lucha contra un legado de conflicto.

Buenaventura en Bands War
Foto:

Buenaventura, Little Colombia con necesidades

Sin embargo, la realidad de Buenaventura está marcada por ser el “Little Colombia” de muchas luchas. Su gente enfrenta escasez de recursos básicos como el agua potable, y la falta de progreso es dolorosa para una comunidad que está consciente de las enormes diferencias con el resto del país. Un líder de Los Ángeles expresa la frustración al recordar los eventos del 10 de marzo, cuando un joven fue asesinado. La violencia no cesa, y sus efectos dejan una marca indeleble en el tejido social de Buenaventura.

A pesar de los esfuerzos cívicos realizados, el legado de la violencia parece persistir. “Se cumplieron muchos de los 171 compromisos asumidos en mesas de diálogo hace ocho años, pero nuestra comunidad aún vive bajo el estigma de la violencia”. La resiliencia de estas personas es notable, pero también lo es su deseo de cambiar la narrativa, de mostrar que el bien prevalece lejos de las sombras de la violencia.

Los comerciantes locales como Paola, vendedora de cholates y raspados en el Malecón, siguen luchando para ganarse la vida. Este espacio, que debería ser turístico y acogedor, a menudo se encuentra en una lucha diaria por la seguridad y la continuidad. Ricardo Mosquera, otro líder, coordina proyectos que apoyan la agricultura local, buscando crear un mercado que beneficie a los campesinos sin la amenaza de extorsiones que ahogan la economía rural.

Este esfuerzo comunitario, reflejado en la visión de María Isabel Ulloa de Propacific, muestra cómo la acción coordinada de los líderes sociales y los empresarios puede llegar a transformar este entorno. “Hemos estado trabajando a nivel social durante años, construyendo relaciones significativas”, dice, reafirmando su compromiso con la comunidad en esta férrea lucha por un mejor futuro.

“Mi padre ama lo que hace, ama la cultura. Es un muy buen padre…”, expresa Shary Julieth Aragn, quien, a través de su propia pasión por la música y el arte, espera continuar el legado de su padre al contribuir a la paz y bienestar de su querido Buenaventura.

Carolina Boorquez

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