En el mes de agosto del año 2008, la ciudad de Bogotá fue testigo de uno de los eventos deportivos más emblemáticos y memorables en la historia del fútbol colombiano: la Visita del Real Madrid al famoso estadio El Campín, donde se enfrentó al club Santa Fe Independiente. Este partido no solo se destacó por las habilidades deportivas de los equipos, sino que también se convirtió en un verdadero acontecimiento cultural y social que atrajo la atención de aficionados de todo el país.
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El encuentro fue mucho más que un simple partido de fútbol; se convirtió en un espectáculo trascendental que se recordará por años. La venta de entradas alcanzó precios nunca antes vistos en el ámbito del deporte colombiano, estableciendo un nuevo récord en la taquilla y demostrando el poderío y la devoción de los aficionados locales.
Los precios de los boletos variaron considerablemente, oscilando entre $ 50,000 y $ 350,000 pesos colombianos, dependiendo de la ubicación de los asientos dentro del estadio. Las localidades preferenciales en la zona occidental del campo se ofrecían a un precio de $ 350,000, mientras que las entradas más económicas, correspondientes a las tribunas populares del norte y el sur, costaban $ 50,000. A pesar de la inversión significativa que requería asistir al evento, los fanáticos respondieron con entusiasmo y el estadio El Campín se llenó a capacidad, con más de 34,000 asistentes disfrutando del espectáculo.
El interés por el evento creció aún más cuando se supo que el Real Madrid traería a varias de sus estrellas, entre las cuales se encontraban figuras emblemáticas como Van der Vaart, Robben, Pepe y Raúl. Por su parte, el Cardenal se preparó para este duelo con lo mejor de su plantel, incluso logrando abrir el marcador gracias a un gol de Luis Manuel Seijas en el primer tiempo.
Sin embargo, en la segunda mitad, el equipo ‘Merengue’ reaccionó y logró empatar el partido con goles de Van der Vaart y Pepe. Pero más allá del resultado en el campo, lo que realmente resonó entre los presentes fue la vibrante atmósfera que se respiraba en las gradas. Los precios de los boletos reflejaban la importancia del evento, especialmente considerando que el salario mínimo en Colombia era de $ 461,500 por aquel entonces, un factor que hizo que muchos aficionados sintieran que estaban asistiendo a un momento verdaderamente único en la historia del fútbol colombiano.
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