Plan danés para enviar tropas a Ucrania para “aprender” de la guerra, los cohetes alemanes y las nuevas sanciones para Moscú están sacudiendo la presión europea sobre la Entente estadounidense y Rusia
La situación actual en Europa no está facilitando que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, logre su objetivo de poner fin a la guerra en Ucrania en el menor tiempo posible. A pesar de los informes provenientes directamente del frente de batalla, donde Rusia parece perder la iniciativa ante el ejército ucraniano, que no ha conseguido recuperar ni un solo kilómetro de territorio en más de tres años, los aliados europeos de Kyiv todavía creen que pueden influir en la situación y revertir la marea del conflicto.
En este contexto, Estados Unidos no se ha mostrado dispuesto a hacer concesiones significativas a Rusia, pues tal movimiento podría significar la aprobación de las acciones tomadas por Moscú y deslegitimar los miles de millones de euros que se han invertido en enviar armamento al frente. En consecuencia, Europa ha optado por establecer nuevas líneas rojas en su enfoque hacia el conflicto con Rusia.
Además, el respaldo otorgado a Ucrania por parte de Bruselas también tiene un matiz estratégico, ya que sirve para asentar una posición de poder frente a Washington, en un contexto donde los países europeos parecen estar en una constante lucha contra las tarifas impuestas por las políticas de Trump. Los Estados miembros de la UE tienen mucho en juego ante esta ofensiva estadounidenses, aunque probablemente se sientan cada vez más nerviosos sobre la política exterior de una Casa Blanca que tiende a centrarse más en China e Irán que en la crisis de Ucrania.
Para sofocar a Rusia con nuevas sanciones
Afrontando esta problemática, la UE ha decidido intensificar sus esfuerzos sancionadores contra Moscú. Uno de los países que ha tomado una postura clara es Francia, cuyo ministro de Relaciones Exteriores, Jean-Noël Barrot, instó a que se implementen “las sanciones más severas contra Rusia” con el objetivo de asfixiar su economía y limitar su capacidad de financiación para la guerra.
El alto representante de la política exterior de la UE, Kaja Kallas, se alineó con esta postura y, después de una reunión del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores, declaró que es vital “ejercer la máxima presión sobre Rusia” para que la guerra llegue a su fin, ya que “se necesitan dos para hacer la paz”.
Pero en este complicado escenario, parece que nadie desea realmente la paz, excepto Trump. Sin embargo, es importante mencionar que sus motivaciones son tan oportunistas como las de los demás, ya que busca asegurarse el control sobre recursos estratégicos y minerales de Ucrania que se podrían negociar en un futuro acuerdo.
En este contexto, la participación activa de Europa en el conflicto ha brindado a la industria de armamento del continente una nueva oportunidad de crecimiento. Para esta industria, es fundamental contar con un enemigo externo “permanente” y, sin duda, Rusia cumple con ese papel. Esta percepción ha llevado a un aumento significativo en la inversión en defensa y seguridad, restando atención a las necesidades sociales y de pensiones en un continente que solía priorizar estos aspectos.
Nadie quiere una tregua
En este contexto, si bien líderes europeos no parecen estar dispuestos a considerar una negociación auténtica —lo que ha excluido también a Trump—, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, se encuentra en una posición delicada. Mientras intenta fortalecer la resistencia de su país contra la agresión rusa, también está buscando obtener más armamento, siguiendo los consejos belicistas provenientes de Bruselas, y a la vez asegurarse de que, en caso de un acuerdo de paz, Ucrania tenga una voz significativa en la nueva arquitectura europea.
La paz con Rusia no es una prioridad, por lo menos no hasta que Moscú haya consolidado todas sus conquistas y asegure el control sobre las regiones ucranianas que ya ha anexado. Ambos lados parecen interesarse más en fortalecer sus posiciones de combate que en avanzar hacia un armisticio.
Al mismo tiempo, se acordó un cese al fuego, que se rompió en múltiples ocasiones. Según informes, el Ministerio de Defensa ruso acusó al ejército de Ucrania de provocar cortes de electricidad en varias regiones. En este contexto, las acusaciones de violaciones han caído de ambos lados, lo que solo exacerba la tensión.
Demandas de sistemas de defensa que no llegan a Kiev
En medio de una escalada de ataques rusos, Zelenski ha solicitado urgentemente la venta de sistemas de defensa avanzados como los misiles Patriot. A pesar de que en el pasado se les dio ayuda, ahora los aliados no están dispuestos a proporcionar esos sistemas de forma gratuita. La necesidad de tecnologías defensivas que puedan proteger a Ucrania de ataques a gran escala se torna cada día más palpable.
En este sentido, Zelenski tiene la intención de adquirir una cantidad significativa de estos sistemas por un coste que se estima en aproximadamente $15,000 millones, con los cuales espera poder negar la efectividad de los recientes bombardeos rusos que han costado numerosas vidas civiles.
Desacuerdos con aliados
Pese a estas urgentes peticiones, el presidente estadounidense, Trump, ha restado importancia a la necesidad de acceder a esos sistemas y ha hecho comentarios críticos hacia el liderazgo ucraniano, sugiriendo que no puede solicitar constantemente más armamento sin considerar las implicaciones de prolongar el conflicto.
En medio de esta situación compleja, las verdaderas intenciones y dinámicas de poder parecen cada día más nubladas. Y entre declaraciones y compromisos, los aliados de Ucrania en Europa deben navegar por un territorio complicado, donde los intereses nacionales a menudo chocan con el objetivo común de ayudar a Kyiv.
Por otro lado, la situación se vuelve cada vez más apremiante con respecto a la entrega de sistemas avanzados como los Taurus alemanes. El cambio en el liderazgo alemán puede representar un punto de inflexión, ya que bajo el nuevo canciller demócrata Friedrich Merz, la posibilidad de enviar estos sistemas a Ucrania parece más plausible, lo que podría cambiar radicalmente el equilibrio en la guerra.
Merz ha argumentado que estos cohetes podrían ser usados por Ucrania para cortar las líneas de suministro entre Rusia y Crimea, un objetivo estratégico que podría debilitar la capacidad rusa en el frente sur y, por ende, ayudar a Ucrania a recuperar la iniciativa.
En medio de este ambiente de tensión política, los problemas de seguridad en Europa se siguen entrelazando, y mientras las potencias mundiales y regionales toman posiciones, el futuro de Ucrania sigue en la balanza, enfrentando desafíos monumentales.