

Faltan apenas unos pocos días antes de que las actividades cotidianas en la ciudad brasileña de Belém, capital del estado de Pará, se vean alteradas de manera sustancial. La razón no es otra que la celebración de la Conferencia de Cambio Climático de las Naciones Unidas, más conocida como COP30 (por Conferencia de las Partes), que convoca a los representantes de los 198 países que forman parte del organismo.
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Durante casi tres semanas, la urbe localizada en la desembocadura del río Amazonas acogerá al menos a 50.000 visitantes y delegados, comenzando con algo más de medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno que asistirán a una cumbre especial el jueves y viernes próximos. La simbología de celebrar el evento al lado de la selva que se conoce como el pulmón del mundo no es menor, en un planeta que ha tomado cada vez más conciencia de los riesgos que entraña el calentamiento global.
No obstante los esfuerzos de los anfitriones y del empeño del presidente Lula da Silva para conseguir resultados importantes, nada asegura el éxito. En primer lugar, el contexto internacional es muy distinto al de 2015, cuando había más ánimo de cooperación y en un escenario similar en París se registró el logro de concretar compromisos orientados a limitar el vertimiento a la atmósfera de los gases que causan el efecto invernadero.
Ahora soplan otros vientos. Estados Unidos, por ejemplo, señaló que no enviará a nadie de alto nivel, pues es conocida la antipatía que Donald Trump les tiene a los espacios multilaterales, en general, y a este, en particular.
Foto:Andre Borges. EFE
Durante su primera presidencia, Washington se retiró de los acuerdos alcanzados en la capital francesa, algo que Joe Biden revirtió. Pero apenas el magnate retornó a la Casa Blanca, una de sus primeras órdenes fue la de salirse de nuevo, lo cual inspiró a otros ya sea a hacer lo mismo o a mirar los toros desde la barrera. Un cálculo preliminar indica que el total de naciones asistentes a Brasil será de 141, lo cual habla de un número elevado de faltas.
Como si eso fuera poco, los que más contaminan no han cumplido lo que prometieron, como pasa no solo con los estadounidenses, sino con China, India y muchos más. Ello da lugar a una sensación que oscila entre el escepticismo y el desánimo, a lo cual se agregan las dificultades prácticas que atentan contra la cita.
Entre los motivos que se mencionan está el de las complicaciones logísticas para llegar al lugar, algo que se combina con una infraestructura hotelera insuficiente. Numerosos abusos respecto a cuartos de dudosa calidad que se alquilan en cientos de dólares por noche han sido documentados, ante lo cual existe el riesgo de que tales tropiezos ocupen los titulares y no los asuntos sustantivos relacionados con la que ha sido descrita como una enorme amenaza para la humanidad.
Cada vez resulta más difícil cuestionar el peligro. Desde hace un buen tiempo los científicos han venido advirtiendo sobre los efectos que tiene y tendría el alza en las temperaturas promedio si no se reducen en forma sustancial las emisiones de dióxido de carbono y otros compuestos.
A pesar de las medidas tomadas, el año pasado marcó un nuevo máximo en los termómetros que ya están más de un grado centígrado y medio por encima de lo observado a finales del siglo XIX. Superar el límite de 1,5 grados, que en París se estableció como la barrera crítica que evitaría las peores repercusiones, aumenta los temores respecto a alteraciones climáticas cada vez más fuertes.
Fenómenos como el del huracán Melissa que devastó a Jamaica y a otras islas del Caribe apuntan a volverse más extremos y frecuentes. Deshielo en los polos, alteraciones extremas en los regímenes de lluvias, afectación de las corrientes marinas, pueden afectar la vida de cientos de millones de personas en los cinco continentes. Para quienes habitan en las zonas tórridas y los trópicos, la perspectiva es todavía más inquietante pues las oscilaciones serían mayores.
A dos meses de la COP30, Belém corre contra el tiempo para finalizar infraestructura. Foto:Edwin Caicedo. EL TIEMPO
Ante las advertencias y las evidencias, desde mediados de la década anterior a la actual se multiplicaron los pronósticos apocalípticos, junto con los llamados a disminuir las fuentes de contaminación atribuibles en buena parte al uso masivo de los combustibles fósiles. La transición energética hacia alternativas más limpias se convirtió en una prioridad y comenzó a volverse realidad gracias a la reducción en costos de opciones como paneles solares y molinos de viento.
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Un llamado
Una de las voces más escuchadas desde cuando el cambio climático pasó a encabezar la lista de las preocupaciones de público y gobernantes fue la de Bill Gates. De manera decidida, el fundador de Microsoft describió el calentamiento global como el principal problema mundial y dedicó parte de su fortuna al desarrollo de soluciones sostenibles. Debido a ello, no pasó desapercibido lo dicho el martes de la semana que termina por el magnate estadounidense. En un largo escrito dirigido a los asistentes a la COP30, el ahora filántropo hizo una serie de planteamientos que para algunos significan un cambio de postura con respecto a este asunto.
Con el título de ‘Tres duras verdades acerca del clima’, el texto comienza citando la visión cataclísmica según la cual la civilización será devastada por el calentamiento global. “Afortunadamente para todos nosotros, esa visión está equivocada”, afirma el autor.
Gates agrega que, si bien el fenómeno tendrá consecuencias serias, sobre todo para la gente que habita en los países más pobres, no va a acabar con la humanidad. “Las personas serán capaces de vivir y prosperar en la gran mayoría de sitios en la Tierra durante el futuro previsible”, dice. El planteamiento se apoya en lo conseguido hasta ahora y la probabilidad de que tales logros se profundicen.
Con el argumento de que la comunidad que se concentra en los temas del clima le presta demasiada atención al cumplimiento de las metas relacionadas con las emisiones, quien fuera pionero del software señala que se están distrayendo recursos de las cosas que podrían ser más efectivas. Saluda en particular que Brasil haya querido que, en la cumbre que viene, el desarrollo humano encabece la agenda.
Además, subraya que el foco debería ser la adaptación, el término que describe el esfuerzo de ajustarse a los cambios, como sería el caso de construir infraestructura para evitar inundaciones en las poblaciones costeras ante el alza en el nivel de los mares. Ello implicaría un cambio de foco, pues hasta ahora la mitigación –que busca atacar las raíces del problema y reducir el vertimiento de gases a la atmósfera– había sido la prioridad.
Gates procede a enfatizar que el propósito es mejorar vidas, por lo cual hay que concentrarse en combatir la pobreza y las enfermedades. Esto permitiría dedicar la mayoría de los recursos, que son limitados, en “intervenciones que tendrán el impacto positivo más grande sobre los más vulnerables”. Sin desconocer que el calentamiento global debería resolverse, también en la lista tendrían que incluirse azotes como la malaria o la desnutrición, opina.
Quizás, lo que algunos califican como un giro, se basa en la aceptación de que alcanzar la meta de que las emisiones de gases contaminantes sean cero en términos netos no será posible en las décadas que vienen. Uno de los motivos es que la demanda de energía en el mundo está disparada, tanto por el aumento en el nivel de ingreso en buena parte del planeta como por el surgimiento de la inteligencia artificial y de la construcción de centros de datos que exigen una enorme expansión de la capacidad de generación.
Obras en el aeropuerto de Belém Foto:Edwin Caicedo. EL TIEMPO
La esperanza
No obstante, aquí aparece la habilidad de innovar de los seres humanos. Aparte del avance de las tecnologías limpias que ya el año pasado superaron en capacidad de producir electricidad a la de las plantas movidas por carbón, surgen otras mejoras como los métodos de construcción sostenibles, que permiten ya sea refrigerar o conservar el calor. Ello hará más habitables las zonas con temperaturas extremas, a sabiendas de que los termómetros podrán subir dos o tres grados en promedio para finales del siglo, el doble de lo que se definió como aceptable en París.
Lo anterior no quiere decir que la batalla esté perdida del todo. Gates recuerda que hace diez años la Agencia Internacional de Energía proyectó que en 2040 la atmósfera estaría recibiendo 50.000 millones de toneladas de dióxido de carbono y que ahora la proyección bajó a 30.000 millones. Esa disminución podría ser mayor si se concretan avances adicionales en distintos frentes.
De tal manera, el documento pasa a describir lo que se observa en el área de la electricidad (responsable del 28 por ciento de las emisiones), de la manufactura (30 por ciento), de la agricultura (19 por ciento), del transporte (16 por ciento) y de las edificaciones (7 por ciento). En cada una hay progresos destacables que van desde molinos de viento más eficientes hasta semillas resistentes al calor intenso, pasando por los vehículos eléctricos que ya representan el 10 por ciento del parque automotor en el mundo.
Hechos los reconocimientos, el padre de Microsoft vuelve a insistir en la pobreza, pues esta es responsable de muchas más muertes que el cambio climático. Destaca que cuando el dinero se gasta bien, los resultados se ven. Ese es el caso de la iniciativa Gavi, que distribuye vacunas con énfasis en la niñez en los países de menores ingresos y que, a la fecha, ha salvado 19 millones de vidas.
Foto:AFP
Para concluir, Gates señala dos prioridades: conseguir que la prima por las opciones verdes se reduzca a cero. Por ejemplo, el día en que un vehículo eléctrico cueste lo mismo o menos que uno movido por gasolina, su uso se masificará. El segundo es ser rigurosos en lo que atañe a medir el impacto de la plata que se gasta, pues la impresión es que se desperdician recursos considerables en acciones que no aguantan una buena evaluación entre costo y beneficio.
Como es de imaginar, tales opiniones han generado un enorme debate. Los ataques en contra del autor del manifiesto van desde burlarse de que un billonario hable de pobreza hasta señalar aparentes contradicciones en el texto. Otros, en cambio, destacan que los postulados parten del pragmatismo y la habilidad de observar lo que pasa en diferentes frentes, algo en lo cual Gates tiene un punto de mira privilegiado.
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Sin embargo, vale la pena concentrarse en el mensaje y no en el mensajero. Así se hayan conseguido grandes avances, pues el número de pobres extremos pasó de 2.300 a 831 millones de personas entre 1990 y 2025, según el Banco Mundial, todavía hay demasiada pobreza y desigualdad en el planeta.
Buscar la forma de igualar la cancha no tiene por qué oponerse con adoptar prácticas amigables con el medioambiente y combatir el calentamiento global. Pero en el entretanto vale la pena darle mucho énfasis a la adaptación, a sabiendas de que las vulnerabilidades abundan e incluyen a cientos de millones que habitan en asentamientos subnormales o contar con una infraestructura que es inadecuada para superar eventos climáticos que apuntan a ser más extremos.
A este respecto, la tarea que se ha hecho deja mucho que desear. La semana pasada, un informe de la ONU señaló que hay una brecha de financiamiento de al menos 310.000 millones de dólares anuales con destino a programas de adaptación. Esta “no es un gasto: es un salvavidas”, dijo el secretario general, António Guterres.
Obras en el Parque de la Ciudad, el sitio que albergará la Zona Azul y Zona Verde de la COP30. Foto:Edwin Caicedo. EL TIEMPO
Por lo tanto, la esperanza es que en Belém se tomen decisiones que permitan disminuir ese faltante, en un planeta en el cual los fondos destinados a la cooperación internacional vienen disminuyendo. Tal aproximación sería más realista que la de los profetas del desastre que insisten en que los días de la humanidad están contados.
Falta ver si Gustavo Petro, que integra las filas de quienes pronostican el apocalipsis en el corto plazo, cambia de postura y acepta que ganar terreno en la lucha contra la pobreza es más fácil cuando se crea riqueza. Y para hacerlo no tiene que escuchar a Bill Gates, sino a Lula da Silva, quien como presidente de Brasil ha redoblado la apuesta en el crecimiento a partir de la producción de alimentos y también de los hidrocarburos, pues el gigante suramericano es ahora el principal productor de petróleo de América Latina.
RICARDO ÁVILA PINTO
Especial para EL TIEMPO
En X: @ravilapinto