El acuerdo, que firmó el gobierno adecuado, José Raúl Mulino en marzo, permite el despliegue de tropas estadounidenses en áreas que se encuentran en el canal vecino Panamá.
Miles de estudiantes y trabajadores marcharon el martes en la capital de Panamá contra Aumento de la presencia militar estadounidense En el canal interocial. Este contexto de protesta posiblemente señala una reactivación de debates en torno a la reforma de minas y la seguridad social. Los estudiantes, trabajadores de diversas áreas, y miembros del sector salud, han hecho un llamado contundente al rechazo del acuerdo firmado en la ciudad de Panamá por el gobierno de José Raúl Mulino, que permite el despliegue de tropas estadounidenses en áreas adyacentes al canal. Este pacto está generando gran descontento social, resurgiendo viejas inquietudes sobre la soberanía nacional y la presencia extranjera en el país.
Históricamente, Estados Unidos había desmantelado sus bases militares en Panamá tras la entrega del control del canal a Panamá el 31 de diciembre de 1999. Este proceso marcó el fin de más de un siglo de control estadounidense, que había iniciado con los contratos firmados en 1977. Sin embargo, lo que ahora preocupa a los panameños es que, a través de este nuevo acuerdo, se podría estar revirtiendo esta historia de soberanía. Durante las manifestaciones, los protestantes exigieron que Mulino se enfrentara a la justicia en 2023 y reivindicaron la defensa del río que alimenta el canal, lo que, de implementarse, amenazaría el sustento de cientos de familias campesinas que dependen de esos recursos. La seguridad de estas comunidades y su futuro se ven vulnerados por decisiones que parecen priorizar intereses ajenos.
La firma del nuevo acuerdo militar con Washington ha intensificado las tensiones, especialmente luego de las declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien insinuó la posibilidad de recuperar el control del canal de Panamá, bajo el pretexto de que se encuentra bajo la influencia de China. Este tipo de discursos ha encendido una llama de preocupación entre los panameños, que sienten que sus derechos y su autonomía están en juego. En respuesta a estas inquietudes, Mulino expresó el lunes que el país “no crece con huelgas” y asumió el “costo político completo” asociado con la creciente insatisfacción de muchos ciudadanos panameños, reflejando así la gravedad de la situación.
A lo largo de las últimas tres semanas, las protestas y huelgas parciales han ido acumulándose, pero llega a su punto más alto con la masiva manifestación de este martes, donde se sumaron nuevos gremios, incluidos los profesionales de la salud. A pesar de que la ley sobre la reforma del seguro social no propuso un aumento en la edad de jubilación, como originalmente había planteado Mulino, los sindicatos han señalado que las tareas y calas de los trabajadores están en riesgo, creando una atmósfera de agitación en el sector laboral. Este clima de descontento se ha ido extendiendo, y muchos ciudadanos comienzan a exigir cambios reales y una revisión crítica de las decisiones del gobierno, en especial aquellas que involucran la relación con potencias extranjeras.