


En los últimos días, la región fue inundada de noticias sobre la postergación de la X Cumbre de las Américas en República Dominicana y la realización de la IV Cumbre de la Celac-Unión Europea en Colombia.
¿Es posible identificar, entonces, un punto en común que una a estos dos espacios que, por naturaleza, tienen objetivos, agendas y actores diferentes?
A simple vista, el eje que comparten es una secuencia inercial de encuentros discursivos y protocolares que chocan con las necesidades de una población marginada y en pobreza. Los países anfitriones las utilizan para elevar el perfil de su política exterior y ratificar su liderazgo y voz global.
No obstante, al analizar con mayor profundidad, encontramos una segunda franja y una serie de hilos que se interconectan y generan preocupación. A continuación, se resaltan los siguientes temas de análisis:
Escenario de policrisis
Las Américas continúan divididas y polarizadas entre diferentes bloques ideológicos que las han llevado a la fractura del proyecto de integración hemisférica. Es una herencia que viene desde la Cumbre de Mar del Plata y su rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (Alca). La región tiene que demostrar hoy su voluntad de forjar consensos internos y alcanzar una posición unificada. Hasta el momento, parece más una quimera que una realidad. Ello está conduciendo a América Latina a una situación de irrelevancia, pérdida de peso internacional y “soledad”.
La Unión Europea no se queda atrás. Debe demostrar su capacidad para construir alianzas y obtener resultados. Tiene serios retos internos y externos que se han agudizado con la invasión de Rusia a Ucrania, la situación de Gaza y el debilitamiento de la alianza con los EE. UU., lo cual le ha exigido reacomodar su autonomía estratégica hacia una autonomía interdependiente. Está en juego la relevancia del proyecto europeo y su proyección geopolítica. Se requiere, por lo tanto, renovar la relación trasatlántica, sumar nuevos socios, impulsar la cooperación, redefinir su política de seguridad externa y soberanía, mayor competitividad tecnológica y seguridad energética.
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En palabras de Enrico Letta, ex primer ministro de Italia, el proyecto europeo debe elegir entre la unidad o la irrelevancia: “Así que ahora es el momento para actuar. Ahora tenemos la última oportunidad, porque nunca como ahora la inercia significa decadencia”.
Estamos ante dos continentes que aún no logran encontrar sus puntos de equilibrio y unión. Las Américas carecen de un camino propio hacia una integración multidimensional bajo los principios de la geometría variable y el regionalismo interdependiente. El riesgo es que terminen primando las aproximaciones unilaterales sobre las colectivas.
Ambas cumbres se constituyen en un buen termómetro de las relaciones interamericanas y birregionales. En ese sentido, es posible delinear una ecuación directamente proporcional: a mayor desconfianza, mayor fragmentación; a mayor cooperación, mayor integración. Nuestra apuesta es por esta última: multidimensional, efectiva y dinámica.
Presidente Gustavo Petro durante la Cumbre Celac-EU. Foto:Cancillería colombiana.
Una decisión sensata
El escenario actual condujo a la postergación para 2026 de la X Cumbre de las Américas en Punta Cana (prevista inicialmente para diciembre de 2025), así como a una limitada participación de líderes en la Cumbre de la Celac-UE en Santa Marta.
Las autoridades dominicanas dejaron en claro que, en el actual escenario de las Américas, no existen las condiciones para su celebración, ni para generar un espacio constructivo de diálogo, concertación y cooperación. Debemos esperar a ver si el próximo año estas circunstancias se mantienen o cambian para bien.
Estamos en un punto de inflexión. Por ello, el país anfitrión –en consulta con diversos aliados– obró con pragmatismo y sensatez. Resultaba preferible buscar un momento más propicio en el futuro para la X Cumbre que exponerse a un foro debilitado y una batalla campal marcada por la ideología y la politización. En efecto, se anticipaban las reacciones adversas de algunos ante la exclusión de gobiernos autoritarios como Cuba, Nicaragua y Venezuela; el anuncio de la inasistencia de países como Colombia y México; la resistencia de ciertos sectores y del líder del cartel de los Soles ante la movilización de fuerzas armadas en el Caribe para redoblar esfuerzos en el combate contra el narcotráfico y el terrorismo, y la existencia de elementos exógenos, como los efectos devastadores de desastres naturales en el Caribe (por ejemplo, el huracán Melissa).
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Asistencia precaria
Por otra parte, en relación con la asistencia de jefes de Estado y Gobierno a la Cumbre Celac-UE, las autoridades colombianas se apresuraron al afirmar: “Tenemos una presencia interesante de líderes europeos, latinoamericanos y del Caribe, algo que nunca había pasado en Colombia. Seguimos haciendo historia en el multilateralismo”. Debemos ser claros: ni lo primero ni lo segundo ocurrió. Son declaraciones para la tribuna, pero se caen por su propio peso al contrastarlas con la realidad. Esta es la primera cumbre en Colombia que ha tenido una asistencia tan precaria. Marca una diferencia con los encuentros que hemos realizado desde los años noventa (Noal, Grupo de Río, Comunidad Andina, Alianza del Pacífico, Cumbre de las Américas, Iberoamericana, Asamblea General de la OEA, entre otros). No existen resultados, en esta ocasión, que constituyan un punto de quiebre. Aquí tampoco se ha hecho historia en el multilateralismo. Es parte de un relato fantasioso que se busca instalar ante el fracaso de la diplomacia y los escasos resultados de gestión del actual gobierno.
Los números no engañan. De los 60 jefes de Estado y Gobierno de ambas regiones, solo asistieron a Santa Marta: España, Portugal, Países Bajos, Brasil, Haití, entre otros. En pocas palabras, la asistencia se desplomó a pocos días de la reunión. Estas cifras contrastan con la nutrida asistencia a la COP30 en Brasil, liderada por el presidente Lula, que congregó más de 140 países y 50 líderes mundiales.
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El fracaso por la falta de consenso y escasa asistencia a la IV Cumbre Celac-UE evidencia –tal como lo hemos señalado desde el Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori)– la debilidad del liderazgo regional del presidente Petro, la fragilidad de su política exterior –irresponsable y de malas maneras– y el progresivo aislamiento internacional al que está llevando al país. El huésped de la Casa de Nariño se encuentra ensimismado en su diplomacia personal y sin un plan para Colombia.
Una verdad que pocos se atreven a revelar, pero que con honestidad y respeto debe decirse en estas páginas: los mandatarios invitados no se sentían cómodos al aparecer en la foto con el mandatario anfitrión sin visa, descertificado, incluido en la lista de la Ofac y señalado por el presidente Trump de ser “un líder del narcotráfico”. Ninguno quería quedar atrapado o ser usado en una confrontación innecesaria con los EE. UU., ni querían ser cómplices de las relaciones con la narcodictadura de Maduro.
Estos encuentros tienen un valor inigualable en el contacto personal y el diálogo político. Sin embargo, deben ser dosificados y celebrados en los momentos más oportunos con los liderazgos adecuados.
De lo contrario, pueden tener un efecto contrario y generar desánimo, frustración y conflicto
Agotamiento y disenso
Las cumbres están evidenciando agotamiento político, déficit institucional y deterioro del consenso multilateral. Este hecho se refleja en la falta de atención, resultados y seguimiento, exacerbados por las divisiones internas y las tensiones geopolíticas derivadas de la presencia de China, Rusia e Irán en América Latina. Asimismo, se cuestiona la vigencia y efectividad del multilateralismo.
La OEA, como secretaría técnica de la Cumbre de las Américas, refleja este agotamiento. El proceso se caracteriza por la politización y falta de inclusividad, la débil capacidad de implementación y seguimiento, la anemia de mecanismos efectivos de cumplimiento, financiamiento y evaluación, y la desconexión con las nuevas realidades del hemisferio.
Repensar la Cumbre de las Américas es una tarea urgente. Se deben revisar el formato, los mecanismos de toma de decisiones y la participación de actores estatales y no estatales. Se necesita una agenda temática que una. Es prioritario avanzar hacia una arquitectura hemisférica de cooperación de nueva generación, más flexible y orientada a resultados, que priorice los temas de convergencia.
Se requiere también una reflexión y reforma de la Organización de Estados Americanos desde el punto de vista de su misión, estructura, instrumentos, herramientas de trabajo y liderazgo. Robustecer y proyectar el sistema interamericano es el siguiente paso.
Repensar la Cumbre de las Américas es una tarea urgente. Se deben revisar el formato, los mecanismos de toma de decisiones y la participación de actores estatales y no estatales
La Cumbre Celac-UE, que fue relanzada en 2023 tras ocho años de suspensión, no termina de despegar. Si bien existen valores e intereses compartidos, existe el reto de construir “acontecimientos específicos” para alcanzar una verdadera solidaridad e integración en el Atlántico. En palabras de Josep Borrell, ex alto representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad Común, “el reto para la relación transatlántica es pasar de la nostalgia de afinidades histórico-culturales a la acción conjunta en asuntos capitales (…)”.
Ambas regiones requieren un salto cualitativo y cuantitativo en su relación multinivel. Deben poner en marcha un ejercicio realista que permita impulsar iniciativas que den vida y vuelo al proyecto de asociación estratégica. Se deben acelerar los esfuerzos alrededor de la triple transición (verde, social y digital), con impactos medibles y beneficios tangibles para la población. De manera especial, se requiere impulsar y reequilibrar las cadenas globales de valor estratégico. Este es el momento de ampliar las bases temáticas hacia nuevos desafíos, como la migración y el crimen transnacional, y superar los obstáculos existentes.
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Una pausa
Llegó el momento de hacer una pausa en el camino, repensar y actuar con sentido estratégico para renovar el multilateralismo interamericano, el diálogo y la cooperación ALC-UE, fortalecer las alianzas y convertir la región en un motor de progreso y bienestar, en democracia y seguridad.
Es prioritario esperar a nuevos aires e identificar el momento más conveniente para volver a convocar las cumbres, bajo una estricta reingeniería que impacte el fondo y también la forma.
Estos encuentros tienen un valor inigualable en el contacto personal y el diálogo político. Sin embargo, deben ser dosificados y celebrados en los momentos más oportunos con los liderazgos adecuados. De lo contrario, pueden tener un efecto contrario y generar desánimo, frustración y conflicto.
En un contexto de desafíos transnacionales –como las migraciones irregulares, la inseguridad, el cambio climático y la transformación digital– se requieren estructuras más ágiles y funcionales.
Adicionalmente, será fundamental promover la inversión, los encadenamientos productivos y el sector privado innovador entre Europa y las Américas como componentes clave para fomentar una prosperidad compartida, fortalecer el diálogo público-privado y brindar un rol más activo al empresariado.
En un contexto de desafíos transnacionales -como las migraciones irregulares, la inseguridad, el cambio climático y la transformación digital-, se requieren estructuras más ágiles y funcionales
Comentario final
En este ejercicio de reflexión se debería convocar –con el apoyo de la banca multilateral– la conformación de un grupo de alto nivel, integrado por expresidentes y expertos de la región, para repensar el sistema de cumbres y brindar nuevas alternativas hacia el futuro. Un espíritu propositivo y crítico será fundamental.
La integración será lo que los países y sus gobernantes quieran que sea. Debe consultarse, igualmente, a la academia, el sector privado y la sociedad civil. En esta ruta, nuestra única opción es la renovación de los liderazgos y del multilateralismo.
GUILLERMO FERNÁNDEZ DE SOTO Y ANDRÉS RUGELES
Para EL TIEMPO
(*) Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), excanciller y exembajador ante Naciones Unidas.
(**) Vicepresidente del Cori, exembajador, investigador sénior del Centro Adam Smith para la Libertad Económica, miembro asociado de la U. de Oxford, miembro de la Junta Asesora de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics.