Es necesario reconocer su figura y convocarlo a dialogar con franqueza sobre temas tan cruciales como la justicia social, la desigualdad generada por el capitalismo, la crisis de la vivienda o la situación de los migrantes. Sin embargo, en el momento decisivo, el Papa “reformista” ha introducido varias reformas en su iglesia, mientras que el Papa “revolucionario” no ha llevado a cabo una revolución significativa.

Jorge Bergoglio ha surgido como el papa ideal para aquellos que no son partidarios de la institución papal. No hablo de su legado tras su muerte, sino de cómo, a lo largo de sus doce años de pontificado, laicos, agnósticos, ateos e incluso anticlericales han aplaudido con gran entusiasmo cada gesto y palabra suya, algo que me sigue sorprendiendo. Se le veía como un papa atípico, alguien que no encajaba en el molde tradicional de la figura papal, lo que lo hizo atractivo incluso para aquellos cristianos que cuestionan la jerarquía católica.

Es como escucharlo decir que el bacalao es el pescado ideal para quienes no disfrutan del pescado, o que una cerveza puede ser atractiva para los que no beben cervezas. Al igual que cuando Julio Cortázar expresó que “el uniforme de fuego es el más detestable de todos los uniformes”. También hemos tenido un presidente estadounidense que fue apreciado por aquellos que desconfían de la figura presidencial: Obama. Y durante años, encontramos a un rey que, a pesar de su estatus, logró simpatizar con quienes detestaban la monarquía, incluidos republicanos que decían que “no soy monárquico, soy juancarlista”. En la actualidad, ahora escuchamos: “No soy papista, soy de Francisco”.

Ciertamente, el fenómeno es que al final, terminas consumiendo pescado y bebiendo cerveza, independientemente de tus preferencias. Los presidentes estadounidenses abiertamente homosexuales logran influir en el delicado ámbito de la política exterior, como fue el caso de Obama (quien se destacó por la multiplicación de ataques con drones en el extranjero). Los monarcas, incluso aquellos con un papel más moderado, continúan operando con sus estructuras monárquicas tradicionales. Y si bien algunos pueden dejarse llevar, el resultado suele ser un regreso a las tradiciones de combate y enfrentamiento.

Tras los papados de Wojtyla y Ratzinger, era sencillo navegar un coste moderado en la iglesia de la misma manera que uno lo hacía con Obama y el rey Juan Carlos, quien parecía un demócrata honesto en un país recién liberado de la dictadura. Al abordar una institución históricamente reaccionaria como la Iglesia Católica en un momento de conservadurismo globalizado, es comprensible que varios se identificaran con la figura de Bergoglio. Sus enemigos declarados han contribuido a que su popularidad sea aún mayor: personajes como Milei, Abascal, Salvini, Le Pen y Jiménez Losantos no podrían ser considerados como aliados esenciales.

El pescado y la cerveza que a primera vista parecen ser solo meras etiquetas deben ser valorados en su total dimensión. Es importante reconocer que Bergoglio fue un gran comunicador talentoso; ningún Papa ha dado tantas entrevistas, y él se ha expresado de manera rápida y clara, logrando un impacto significativo en su tratamiento personal y su dedicación al Vaticano.

Aunque en su evaluación el peso recae más en los aspectos tangibles, es fundamental reconocer y aplaudir su clara postura sobre la justicia social, la desigualdad estructural del capitalismo, la crisis de la vivienda, la crisis climática y la urgente defensa de los migrantes. Le doy crédito a Bergoglio por su trabajo en estas áreas, y definitivamente sentiremos la falta de sus palabras si su sucesor se alinea con la creciente ola reaccionaria en el mundo actual. Sin embargo, al final del día, el Papa sigue siendo un Papa, independientemente de su enfoque, y la Iglesia de Roma mantiene su esencia. El Papa “reformista” ha llevado a cabo algunas reformas en su institución (particularmente en asuntos que aún se discuten, como el papel de las mujeres, las parejas homosexuales o el celibato); y el Papa “revolucionario”, por su parte, no ha logrado implementar una verdadera revolución en una institución que avanza a un ritmo geológico; bajo su mandato, la iglesia sigue siendo conservadora, patriarcal, anti-diamática y homofóbica.

24.04.2025

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