La imagen pornográfica, cuyos arquetipos están muy extendidos, juega un papel fundamental entre los elementos que configuran el régimen escópico de la política contemporánea. Una parte cada vez más significativa de la práctica política articula los registros característicos de la pornografía como respuesta a la intensificación de la competencia por la atención provocada por la digitalización de la vida social. De esta manera, la actividad política se convierte en un bien digital que, como cualquier otro, capta una atención fugaz en un bucle de tendencias compulsivo y mantiene a la gente “conectada”, produciendo y consumiendo datos que alimentan el capitalismo de plataforma. El resultado es la pornopolítica: un espectáculo privatizado y autorreferencial, capaz de convertir incluso los antagonismos sociales más profundos en oportunidades de distracción, que separa la política de los problemas inherentes a la vida común y de la posibilidad de transformar el mundo.
Edición 2025, 176 páginas.