Los juicios de muchos dirigentes políticos que siguieron al atentado contra el precandidato presidencial de Colombia del pasado siete de junio, han tenido forma de discusiones y escándalos con tinte de ánimos carroñeros queriendo ganar puntos políticos con el sufrimiento de la familia de la persona víctima del atentado.
Se escuchan discursos de odio que van dirigidos a justificar las posiciones políticas del poder tradicional, así mismo, se escuchan otros dirigidos a cuestionar las políticas del poder ejecutivo actual, y críticas dirigidas hacia todos los puntos del espectro político nacional. Esto tomando en cuenta solamente las críticas que pretenden ser serias y que no caen en las discusiones mágicas o conspiranoicas.
En tal escenario y ambiente, toman forma discusiones acerca de la responsabilidad del menor de edad que disparó, que quien lo mandó y qué debería hacerse con él; se discute si hay una vuelta a la época de los ochentas del siglo pasado cuando Colombia era uno de los países, no en guerra, más violentos del mundo, en donde era cotidiano para los que vivíamos en Bogotá escuchar bombas en plena ciudad, mientras leíamos noticias de masacres, atentados y tomas en pueblos y veredas y, de tanto en tanto, noticias de muertes de políticos y candidatos presidenciales. Época en la que era cotidiano que saliéramos sin saber si volveríamos.
Pero en estas aguas turbias, en donde pescan los oportunistas, no se escuchan voces de psicólogos que pongan algún grado de claridad sobre los elementos que no son de la legislación o de la ejecución de la ley, ni de la determinación de qué hacer cuando se violenta dicha ley. Cuando deberían estar interviniendo en las discusiones acerca de los principios y fundamentos básicos que dan vida a esas mismas leyes, como claramente lo dejaron Kohlberg y Piaget en sus descripciones acerca del desarrollo moral y el surgimiento de la norma en las relaciones sociales.
La discusión debe ir más allá de la decisión lógica de la pena, que es el seguimiento del algoritmo que establece la ley; creo que el tema del objetivo a conseguir a través de esa pena es mucho más importante:
Uno de estos temas se está discutiendo en las mismas condiciones: el del manejo que se les da a las personas que infringen las reglas de juego de las sociedades, y el cumplimiento o no de las metas que justifican una de las principales herramientas para realizar este manejo: las cárceles.
Pero, ¿cuál es el propósito de las cárceles? y ¿cuáles alternativas existen?, siguiendo a Foucault, deberían ser: proteger a la sociedad, resarcir el daño, darles satisfacción a los familiares y cambiar el comportamiento del individuo. ¿Cuáles de estas se cumplen en el sistema penal actual?
Ante eventos que superan la posibilidad de un “simple –corte y edite–” al “sacar a un individuo de la libre interacción social y ponerlo en un ambiente controlado, nos vemos confrontados al hecho de que las raíces del problema están tan entrelazadas y son tan profundas, tocando muchas generaciones atrás, imbuidas en eventos históricos que tocan multitud de grupos humanos, por lo cual la “solución” dista mucho de qué se va a hacer con este joven perpetrador del crimen, y deben abarcar las condiciones que permitieron o hicieron que este humano se convirtiera en criminal, deben encargarse del proceso de convertirse en persona.
Verdad, justicia, reparación y no repetición son los objetivos que se han podido desarrollar, que tendrían la posibilidad de enfrentarse a un problema de semejante complejidad. Sin embargo, esto solo sería el comienzo de un proceso mucho más profundo.
Al momento de escribir esto acaba de ser publicado un primer análisis biográfico del joven perpetrador del crimen1; en este se ubican procesos de abandono paterno quien viaja para ser mercenario, una vida aparentemente normal hasta el fallecimiento materno; posteriormente el incremento del contacto con ambientes de pocos recursos (pandillas y microtráfico) que eran repartidos entre quienes mostraran capacidades de defender dichas «migajas» (el más violento, el más fuerte, el más dispuesto a la violencia y defender sus ganancias individuales) y posterior exposición a ambientes en donde esas capacidades que le permitieron defender las migajas eran altamente valoradas. Simultáneamente, en ese mismo tipo de ambientes, las acciones encaminadas a la colaboración, mutuo cuidado, aprecio por la belleza, el conocimiento y el reconocimiento de las consecuencias a mediano y largo plazo, no suelen ser apreciadas.
Asusta la afirmación de que el joven sicario había tenido una vida como la de cualquier otro niño colombiano, porque implica el desconocimiento de cuáles son las variables que tuvo el desarrollo ontogenético de este joven, y si estas variables podrían evitarse en el proceso de exposición en la vida de otros jóvenes.
Posteriormente aparecen intervenciones estatales que no lograron, con el vaso de agua que se ofreció, apagar el incendio que se había estado avivando desde hacía mucho.
¿Cuáles son las situaciones a las que se deben exponer los nuevos miembros de nuestra especie para poder que, eventualmente, se conviertan en personas sanas, ciudadanos ejemplares, en vez de personas que optan por la muerte y la violencia? ¿Cómo debe ser la sociedad, la ciudad, para que alguien pueda volverse un ciudadano ejemplar? ¿Cuáles son las aperturas y clausuras dramáticas de los ciclos: niñez, infancia y primera juventud, que deberían ser veladas para que crezcan y no se conviertan en sicarios? ¿Estas deberían dejarse al azar, o al designio de cada familia, o grupo social? ¿O se debería determinar que unos están capacitados y otros no? ¿Debería el Estado, usando el conocimiento científico disponible, determinar esto? ¿Qué disciplina científica podría dar elementos conceptuales para esta discusión?
La psicología es una ciencia y una disciplina científica al mismo tiempo; es decir, estudia los procesos básicos, las variables que generan el comportamiento, así como estudia los mejores métodos para usar esos conocimientos básicos, incorporarlos en técnicas y modificar la realidad. Es como la física y la ingeniería simultáneamente, o como la biología y la medicina al mismo tiempo.
Y al ser ciencia y disciplina científica, y no ser arte, ni deporte, ni política ni religión, implica que debe producir teorías que deben ser lógicas (la filosofía, a través de la lógica, se encarga de determinar esto: demostración), y que esas teorías deben tener respaldo empírico que indique su veracidad (las ciencias naturales se encargan de esto: comprobación). Por lo que los psicólogos deben realizar ambos ejercicios: demostración y comprobación de las teorías que proponen.
Y para ser rigurosas, las teorías deben abstraer, modelar y sintetizar la experiencia humana de la manera más fidedigna posible. Además, claro está, de que dichas explicaciones teóricas deben estar armonizadas con y dentro de los marcos que establecen otras ciencias supraordinadas: física, química y biología. Y deben estar en diálogo con otras disciplinas como la historia, la sociología o la antropología.
Otra de las actividades propias de la psicología, además de hacer observaciones particulares para construir teorías y de la puesta a prueba de esas teorías, es la de hacer críticas a la forma de entender la sociedad y el mundo por parte de los individuos. Asunto que está relacionado con las conclusiones a las que esos individuos llegan; las emociones que les suscitan y los planes que generan.
Esta tragedia pone de relieve la necesidad de revisar críticamente algunos de los valores y conceptos que se suelen dar por sentados: la libertad, la autodeterminación y la responsabilidad de los actos, el comportamiento fraternal o la igualdad de condiciones.
Así mismo, es necesario revisar las posiciones que asumen que las personas se forman iniciando en la esencia y luego en la existencia, ya que esto nos lleva a la metafísica y por lo tanto a la no-discusión; aceptando que lo que podemos controlar se encuentra en la visión de que iniciamos en la existencia y luego pasamos a la esencia, ya que en esa dirección nos lleva a la ciencia, y abre la posibilidad de cambiar nuestro sino.
De acuerdo con lo anterior, quedan en la mesa algunas de las aristas de la discusión de estos temas, que deberían ser resueltas por actores de diferentes ámbitos de la sociedad, incluyendo el sector político, de la abogacía y de la comunicación social, como ha sido hasta ahora, claro, pero esta discusión debería incluir otros actores como son los psicólogos:
¿De dónde surgen el juicio ético y la conciencia del acto ejecutado? ¿Qué significa ser libre? ¿Somos libres o determinados por los genes o por el medio? ¿Qué significa decidir? ¿De qué dependen las decisiones que tomamos? ¿Hasta qué punto funcionamos como individuos y hasta qué punto somos una «célula» del tejido social? ¿Los individuos pueden sobrevivir y prosperar solos o los grandes beneficios individuales son producto del beneficio al vivir en sociedad? ¿Cuáles son los procesos a través de los cuales los individuos entienden su dependencia de los social?, ¿Qué se requiere para que se apropien de las normas sociales que les permita aportar y beneficiarse del grupo social? ¿Qué se requiere para que la enorme diversidad humana pueda integrarse en una sociedad y convivir? ¿Qué hay que hacer cuando alguien infringe las normas construidas socialmente?
Respecto de la última pregunta, además de las amonestaciones y multas, es usual pensar en las cárceles, pero ¿hay alguna alternativa a esta institución?
Desde mi punto de vista, las alternativas a las cárceles deberían contemplar, por lo menos la intervención clínica desde la perspectiva de la modificación del comportamiento:
• Eliminación de la operación de establecimiento: consiste en suprimir o resolver la necesidad que motiva el comportamiento; ejemplo: si una persona roba para saciar el hambre, la intervención aquí iría dirigida a garantizar el acceso a la alimentación, es decir, que la persona no tenga hambre.
• Modelamiento de una conducta alternativa con la misma función: esta intervención va dirigida a que se enseñe otra forma mejor, socialmente aceptada, que tenga la misma función que la conducta problemática; en el ejemplo: enseñarle a trabajar y señalar que obtiene más y arriesga menos que robando.
• Extinción de conducta indeseable: la intervención iría dirigida a controlar el medio de tal manera que tal conducta no tenga consecuencias reforzantes; en el ejemplo implicaría que no se pueda robar o que lo robado deje de servir, como se hace con el número Imei de los celulares. Y de esa manera que no se repita la conducta, en tanto que dicha conducta deje de servir.
Dado que no siempre se pueden usar las tres estrategias simultáneamente, se recomienda usar por lo menos dos, para asegurar la efectividad y sostenibilidad de los cambios.
¿Qué otras intervenciones posibles hay?
Puede que mi opinión esté sesgada en tanto soy profesor, pero es la opción a la que le he «apostado» y en la que creo firmemente como alternativa a las violencias: la educación.
El Estado, en su funcionamiento centralista, tiene presencia que no es homogénea en todo el territorio nacional; de las pocas cosas que cubren casi todo el territorio son el ejército y la policía. Debido a ello, hace unos días reflexionaba que ojalá en la sociedad no fuera necesaria su existencia, pero hoy es necesaria. En esas condiciones, en la formación de individuos como policías o soldados, sería sumamente valioso que estas personas también recibiesen formación como licenciados, como pedagogos, de manera obligatoria y universal, de manera que se ampliase la formación que ya reciben. Esto ya que el orden, la polis, no se logra solamente a través del control y vigilancia, sino, principalmente, a través de la formación de la ciudadanía que queremos que pueble el territorio que queremos, dentro de 20 o 40 años.
Recordando que la proporción entre curación y prevención es de 10-12, tengo la seguridad que en materia de educación la proporción es mayor3/4.
Tenemos que poner sobre la mesa, de manera proactiva, las opciones para modificar la sociedad, de manera que los Juan Sebastián Rodríguez del futuro puedan decidir ser campesinos, abogados, artistas, psicólogos y no sicarios; que se opte por la vida, y que la vida buena sea posible para todos.
1 Infobae. (2025, junio 18). “La historia del adolescente que disparó contra Miguel Uribe Turbay: una infancia marcada por la ausencia familiar y violencia”. https://www.infobae.com/colombia/2025/06/18/la-historia-del-adolescente-que-disparo-contra-miguel-uribe-turbay-una-infancia-marcada-por-la-ausencia-familiar-y-violencia/
El Colombiano. (2025, junio 18). “Niño sicario: esta es la historia del menor que atentó contra Miguel Uribe Turbay”. https://www.elcolombiano.com/colombia/nino-sicario-historia-atentado-miguel-uribe-ME27769995