La figura de Jesús ha tenido un impacto profundo y duradero en la historia de la humanidad. A pesar de su enseñanza centrada en la paz, el amor y la humildad, su vida concluyó trágicamente con una ejecución pública, un tipo de castigo que era reservado para los criminales en el contexto del Imperio Romano. Continúa siendo un tema de debate profundo: ¿quién realmente fue el responsable de su muerte? ¿Fue Judas Iscariote quien lo traicionó? ¿Intervinieron autoridades religiosas? ¿O fue un imperio que se mostró incapaz de tolerar a quienes cuestionaban su dominio?
El historiador y antropólogo Ariel Horovitz, quien es el jefe del Centro Internacional Moriah, sostiene que para entender la muerte de Jesús, es crucial considerar el contexto político y social de aquel momento. Según él, la verdad sobre las circunstancias de su ejecución no reside únicamente en la figura de Judas, sino que involucra una serie de actores y fuerzas que persiguieron distintos objetivos.
El primer sospechoso en la muerte de Jesús es Judas. Foto:Tejer
“Judas es, sin duda, el primer sospechoso, ya que entregó a Jesús a cambio de una suma de dinero. Sin embargo, él no fue quien lo sentenció”, explica Horovitz en una conversación con la organización de raíz latina asignada a .
Horovitz también señala que los sacerdotes en el Sanedrín tenían motivos poderosos para deshacerse de Jesús: “Su presencia en el templo, su crítica abierta al poder religioso y su creciente popularidad representaban una amenaza directa para el orden establecido”.
De acuerdo con Horovitz, el juicio al que fue sometido Jesús presenta muchas irregularidades: “No se puede realizar un juicio de esta índole durante la noche. Si realmente fue un juicio, violaron sus propias leyes; si era más bien una audiencia, estaban simplemente buscando razones para entregarlo”. Lo que resulta evidente, añade, es que no encontraron suficientes pruebas bajo la ley judía para condenarlo y, por lo tanto, lo entregaron a las autoridades romanas.
Jesús fue condenado por el Imperio Romano. Foto:Tejer
Aquí es donde Poncio Pilato asume un papel crucial en este relato. “Roma no se ocupa de cuestiones de herejía. Lo que llevó a Jesús a la cruz fue la acusación de sedición. Al proclamarse “rey de los judíos”, se convirtió en una amenaza intolerable, puesto que el único rey legítimo era César.” La inscripción sobre la cruz, INRI, sintetiza la causa de su condena.
Horovitz hace hincapié en que el Sanedrín poseía la autoridad para imponer la pena de muerte en ciertos casos, como se observa en el juicio de Esteban años después. “Pero en el caso de Jesús, el método de ejecución fue la crucifixión, que era completamente romano. Esto es clave para entender el contexto de su condena.”
“Los Evangelios no aclaran este punto, pero si hacemos una lectura más profunda, podemos deducir que Jesús no cometió ninguna violación de la ley judía que pudiera justificar su condena. No causó disturbios, ni tampoco pronunció el nombre de Dios en vano”.
La respuesta a quién mató a Jesús no es única. Foto:Tejer
“Su falta a la ley representaba una culpa únicamente ante la ley romana, no ante la judía.
*Este artículo fue posible gracias a la colaboración de Fuente Latina, una organización periodística sin fines de lucro dedicada a conectar a los medios de comunicación de habla hispana con las problemáticas del Medio Oriente.