“De América Latina, un lugar que devora los sueños y hace a los niños adultos prematuros”, este es el intrigante texto que inicia Semillas del desierto, una impactante película colombiana que sigue proyectándose en diversas salas de cine. Con un Estreno Internacional que tuvo lugar en el Festival Internacional de Cine de Tallin Blacks Nights en 2024, Estonia, la película recientemente obtuvo también un Taig de plata en el Spirit of the Fiery International Film Festival en Rusia, lo cual subraya su relevancia y calidad en el ámbito cinematográfico.
Unos momentos después, la narrativa de la película nos coloca en una ciudad carente de inocencia, ilustrada a través del personaje de una dama que se desplaza en su automóvil. Los protagonistas son niños, preadolescentes y adolescentes que llevan nombres como Kaviche, Chelina, Bojote y Franchesca, quienes se encuentran repentinamente sumidos en un universo pequeño, dinámico y, sin duda, reflejo de una dura realidad.
Se trata de una película de ficción que promete Suspenso, fusionando drama con el género de iniciaciones en un contexto distópico. Este retrato desafía la estructura socioeconómica actual que no ha sido superada, donde la pobreza prevalece. Los protagonistas, inmersos en sus dilemas románticos, se ven forzados por las circunstancias a convertirse en Pimpineros, dedicándose al contrabando de gasolina, lo que se presenta como una forma de supervivencia en un entorno hostil.
“Es un filme que se esfuerza por narrar una historia en base a las experiencias de mis amigos y familiares cercanos, quienes son marcados por una inocencia que se destruye abruptamente. No entendí la magnitud de esta historia en su totalidad”, expresó Sebastián Parra, el director del filme, quien proviene de Urumit, en el sur de La Guajira, y es graduado de la Universidad de Jorge Tadeo Lozano.
Los personajes de la película sugieren su pérdida de inocencia a través de elementos vívidos, como sus huesos desgastados y la fragancia de la arena desértica. Visten prendas raídas, como bufandas sucias, gruesas gafas de sol y uniformes de trabajo con tonalidades ocres o grises. Un claro ejemplo de esto es Calllo-Callou, un niño duro marcado por su papel como líder de los Pimpineros, que aparece en escenas con un estilo que evidencia su juventud a pesar de sus circunstancias.
Entre el viento y el fuego
En relación a la sonoridad de la película, Sebastián Parra comenta: “El viento siempre nos acompaña. Cada secuencia presenta un tono diferenciado que, en unión con el fuego, genera una atmósfera agresiva. Esta mezcla provoca un calor emocional, abrumado por la ansiedad y la presión de la narrativa”.
Es a través de estas escenas que se visualiza cómo los granos de arena del desierto parecen danzar en la electricidad del aire, chocando entre sí y moviéndose al compás del viento. Una cámara capta el ambiente seco que rodea a un avión detenido, en medio de un paisaje donde los cactus desafían la adversidad. En ese contexto, el sonido del viento se vuelve un actor más al retumbar entre las hojas de madera de las estructuras deterioradas. En la escena culminante, se reproduce una canción que reza “From the Fire to the Wind”, destacando la fortaleza de las mujeres que caminan con velos en las cabezas, manteniendo su esencia a pesar del caluroso entorno desértico.
La película enfatiza también el componente del fuego, reflejado en diálogos como: “Pérdida del miedo al fuego” y “La vida es como una llama que arde y no se apaga”. Los personajes se liberan de las cadenas de la Tierra, esbozando así una metáfora de su lucha y resistencia en un mundo hostil. Una de las escenas más tensas revela a Caviche y Chelina en un automóvil, donde Chelina expresa: “Prefiero morir contigo que seguir viviendo con miedo”. Esta frase resuena profundamente, lo que llevó a preguntar a Yornexzi Ibarra, quien interpreta a Chelina, sobre su impacto. Responde: “Es una frase muy real, porque sería un hecho que preferiría no vivir antes que llevar una vida marcada por el miedo, donde la intimidad con un padre se convierte en un recuerdo doloroso. Cualquiera preferiría morir a vivir con tensión constante”.
La inmersión narrativa presenta un contraste entre el contrabando, el fuego, la liberación y la opresión. Filmada en las aldeas de La Guajira, como Riohach, Manaura, Uribia y Cabo de la Vela, la película busca reflejar la cruda realidad de la frontera colombiana-venezolana. Sin embargo, no ofrece un contexto profundo sobre el contrabando de gasolina, aunque sí explora cómo el fuego se convierte en una liberación para sus personajes, quienes se ven forzados a abandonar los trabajos que los alienan. Sebastián Parra fue cuestionado acerca de su elección de este enfoque narrativo, a lo que él respondió:
“El contrabando, al igual que el aborto, son situaciones tangenciales en nuestra historia. Son momentos básicos en los que no existe inocencia en este universo”.
De La Guajira para todos
Semillas del desierto sugiere y construye un universo alternativo, sin olvidar la dura realidad social que persiste, una herencia del pasado que sigue reproduciéndose. En una escena crucial, Chelina y Kaviche atraviesan el desierto en un Renault 12 rojo, cargando varios bidones de gasolina, mientras que algunos contrabandistas infantiles intentan obstaculizarlos. Este pequeño pero significativo momento resuena con los múltiples puntos de control que actualmente salpican el paisaje de La Guajira, que conecta con los turistas que transitan en vehículos 4×4, a menudo restando al contexto original de la región.
“La película sitúa entre la ficción y la realidad, permitiendo al público observar el cotidiano de muchas personas. Más allá de lo ficticio, se siente extremadamente real”, afirmó un venezolano en Riohachi, quien hizo su debut en el cine con Semillas del desierto.
Sebastián Parra también reflexionó sobre la delgada línea entre la realidad y la ficción: “Es un elemento que se diluye en diversas partes de Latinoamérica, en Colombia, donde la historia trasciende a ser universal; se conecta con el dolor y la desesperanza compartidos en un contexto tan extremo donde la inocencia ha desaparecido”.
Sebastián Damián, quien interpreta a Kaviche, compartió en una entrevista con Ababoración: “Es un secreto para todos que estas problemáticas no son exclusivas de La Guajira, sino que son universales, compitiendo en el ámbito global. Se perciben en voces apagadas y ominosas de aquellos que viven una situación similar”.
Semillas del desierto nos ofrece un vistazo diferente al mundo. A pesar de haberse filmado en La Guajira, se aleja de las típicas representaciones cinematográficas que nos muestran amaneceres o atardeceres gloriosos con tonos naranjas y amarillos. A lo largo de 32 tomas en un periodo de 16 días, la cinematografía captura variados matices de azul, hallando belleza en un desierto atemporal, sumergiéndonos aún más en la experiencia. Esto deja al espectador una clara imagen del devastador impacto del capitalismo en la vida cotidiana, donde los niños, en sus roles de adultos, se convierten en las verdaderas semillas del desierto.
Contenido sugerido:
California, especialmente en sus regiones del norte y sur, es considerada una de las áreas…
Boyacá Chicó ha levantado su voz de protesto de manera contundente contra la Comisión de…
El Atlético Nacional está atravesando un momento sumamente crucial en su trayectoria en la Copa…
¿Marca el cónclave que se desarrollará entre el 5 y el 10 de mayo un…
Deportes Tolima logró una victoria fundamental en casa al superar a Equidad en un emocionante…
De acuerdo con un exhaustivo análisis realizado por Noticias climáticas internas, basado en los datos…