Los últimos acontecimientos en la política global han develado el lado cómplice de la programación informática en las lógicas propias del capitalismo tecnológico: vigilancia, pensamiento único, consumo, condicionamiento, propaganda. No obstante, desde principios de los años 90 fueron públicas todas las alternativas a las formas dominantes de navegar en la internet. Retomamos esa realidad y los retos que nos abre.

Es una realidad olvidada: el software fue desarrollado en sus primeras décadas de manera mancomunada. Entre académicos e investigadores se compartían los códigos fuentes, es decir, la serie de líneas de texto escritas en cierto lenguaje de programación que le indican a las computadoras el proceso para ejecutar un programa informático determinado. De esta manera, la distribución de los códigos fuente eran pan de todos los días, en el esfuerzo global por el desarrollo informático para usos científicos, y también militares.

Durante la misma época, quienes se dedicaban al oficio de la programación, adquirían el software operativo y los ordenadores en un mismo paquete, de esa manera, cualquier computador que los usuarios adquirían contenía bajo un mismo precio tanto sus elementos de hardware como de software. La razón principal se debía a que los usuarios, en su mayoría con los conocimientos necesarios, podían modificar el software para corregir los errores o añadir nuevas funciones de acuerdo a sus necesidades. Es así como, para algunos expertos en la materia, el primer antecedente del software libre que hoy conocemos fue el sistema A-2, un programa desarrollado por la empresa Remington Rand para la computadora Univac1 en 1953, en el cual los usuarios pudieron acceder al código fuente, con el fin de enviar las sugerencias de mejoras a Remington. 

Dos acontecimientos que marcarán un cambio en el mundo de la informática. El primero, cuando la Comisión de los Estados Unidos sobre Nuevos Usos Tecnológicos de Obras con Derechos de Autor, decidiera en 1974 que todos los programas informáticos pasaban a ser materia adecuada de derechos de autor, convirtiéndolos en modelo de negocio, potenciado por el código cerrado o privativo. Atrás quedaba la colaboración y libre creación con propósitos colectivos a favor del conjunto social, y la posta pasaba a manos de los negociantes. Y ahí está el segundo cambio, que llega cuando las empresas tecnológicas optaron por separar los costos del software y los costos del producto del hardware. Como parte de la defensa de la tecnología cerrada, mercantilizada y privatizada, Bill Gates escribió un ensayo contra los aficionados que difundieron un producto de Microsoft sin pagar.

Como parte de esta lógica, desde 1980 las empresas empezaron a adoptar políticas de no distribuir más códigos fuente con el software adquirido y con él se esfumo la posibilidad de tener libertad en los usos que le damos a los programas. Frente a esta situación, Richard Stallman afirma que “La libertad consiste en ejercer el control de su propia vida. Si usted utiliza un programa para realizar actividades que afectan a su vida, su libertad depende del control que tenga sobre el programa. Usted merece tener el control de los programas que utiliza, especialmente si los usa para hacer cosas que para usted son importantes”2 permitiendo concluir que los retrocesos de la “Libertad de usuarios” ha sido causa de la “Libertad de mercado” de las empresas desarrolladoras.

Esta situación se convirtió en escenario preocupante para cientos de desarrolladores, lo que llevó a que Richard Stallman, fundara el Proyecto GNU en 1983 para poder constituir alternativas de software libre. En 1985 fundaría Free Software Foundation, para organizar de mejor manera su apuesta por el software libre. Un año después se publicaría la definición del software libre y en 1989 se publicaría la primera versión de la Licencia Pública General de GNU, en donde “El principal objetivo de GNU es ser software libre. Aun en el caso de que GNU no tuviese ventajas técnicas sobre Unix, tendría una ventaja social, permitir la colaboración entre los usuarios, y una ventaja ética, respetar la libertad de los usuarios” afirmaba Stallman3

Para terminar de armar la alternativa, a principios de 1991 un estudiante finlandés, que quería crear una mejor alternativa a Minix, un sistema operativo basado en Unix –desarrollado para su uso en el campo educativo–, comenzó a trabajar en su propio kernel como iniciativa personal, basado para ello en el proyecto GNU de Stallman. En 1994, su proyecto personal se lanzaría con el nombre de Linux, versión 1.0.

Software para vigilar, controlar y enriquecerse

En paralelo, iba creciendo la difusión y fortalecimiento de proyectos de Software privativo, que terminó consolidando a varias empresas estadounidenses como Microsoft, Apple, IBM, entre otras, en la punta de lanza del capitalismo tecnológico. Con el paso del tiempo se sumarían ya no solo empresas de producción y distribución de software privativo, sino que aparecerían las denominadas redes sociales, que bajo la misma orientación mercantilista, encontraron en los datos brindados por sus usuarios en una verdadera mina de oro.

Es así como queda arrinconado el software libre, una bella quimera de libertad creativa en pos de toda la humanidad, quedando arrinconado y usado solo por pequeños sectores sociales que comprenden su potencial, libertad y seguridad que implica. 

Paralelo a ello, el software privativo inunda la sociedad capitalista, quedando a la luz pública varios aspectos importantes de la informática en el capitalismo a favor del enriquecimiento, la vigilancia y el control social. La primera, es que las empresas que producen software privativo, realizan las mejoras de sus programas a partir de las experiencias, reportes y sugerencias de los usuarios que pagaron por un programa en específico. Sin embargo, aunque quienes la programan, como por ejemplo Adobe, emplean nuevas funciones y desarrollan actualizaciones gracias a sus usuarios, los dejan por fuera del control de sus datos, cobran por nuevas actualizaciones y limitan el conocimiento de su código fuente. En casos extremos, cada vez más generalizados, los programas se diseñan para espiar, restringir, censurar y abusar de los usuarios. Además de incluir una puerta trasera universal que permite a cualquier empresa o Estado modificar el programa a distancia sin necesidad del permiso de los afectados.

Frente a lo anterior, la Fundación para el Software Libre, afirma que “Si los usuarios no controlan el programa, el programa controla a los usuarios. En el caso del software privativo, siempre hay alguna entidad (el desarrollador o «propietario» del programa) que controla el programa y, a través del programa, ejerce su poder sobre los usuarios. Un programa que no es libre es un yugo, un instrumento de poder injusto”.

La segunda, a partir de la declaración a la guerra al terrorismo –2001–, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA en inglés) encontró en las empresas tecnológicas un aliado en la vigilancia masiva, no solamente de sus ciudadanos sino del mundo entero. Es así como se han desarrollado proyectos de vigilancia digital como el revelado por Edward Snowden en 2013, cuando se conoció que el gobierno estadounidense contaba con un registro de llamadas telefónicas, monitoreaba el correo electrónico y el tráfico de internet de virtualmente todo aquel que quisiera4.

La tercera, es la existencia de los algoritmos, que son un conjunto de reglas y criterios que definen el orden y la importancia del contenido que ‘consumen’ los usuarios en las redes sociales. Aunque parece un elemento autónomo, es necesario precisar que tanto el algoritmo como los Grandes Modelos de Lenguaje, mal llamados Inteligencia Artificial, son programados con grandes cantidades de información, seleccionada con una orientación ideológica clara.

De esa forma, el algoritmo de las redes sociales fortalece unas dinámicas de construcción de pensamiento único, es decir, de consumir contenido digital que reproduce nuestro esquema de pensamiento, hasta debilitarlo. Por ese motivo es normal que, cuando utilizamos una red social, la misma se encarga de darnos todo el contenido que nos gusta ver, pero además, nos niega o restringe el acceso a contenido político contrario al posicionamiento de publicaciones retrogradas, racistas, clasistas y homófobas que abundan y favorecen a un proyecto político claro.

Por otro lado, es importante mencionar que el funcionamiento de los servidores, es decir, esas computadores gigantes en su capacidad que despachan y almacenan datos para el funcionamiento de diferentes aplicaciones o programas, se realiza de forma centralizada. Por ejemplo, todos los mensajes que enviamos por las aplicaciones de mensajería instantánea de código privativo, se administran y despachan desde unos mismos servidores, colocando en riesgo nuestra información y aumentando las consecuencias ambientales, debido a las grandes cantidades de agua necesarias para su enfriamiento.

Es decir, que el uso y difusión del software privativo en todos los tipos de programas, especialmente por parte de las organizaciones y activistas anticapitalistas, también alimenta ese gran aparato de vigilancia que termina brindando toda la información sensible de nuestras actividades diarias a empresas privadas transnacionales que hacen negocio con nuestros datos. 

Aunque todo parezca perdido, es necesario tomar aire y reconocer que todo es posible, hasta construir un mundo informático alternativo al dominante, y eso ya sucede en el mundo de la informática.

Software libre para sociedades libres

El software libre aparece como un salvavidas en un profundo mar de desinformación, control, vigilancia, propaganda y ausencia de privacidad. Es así como lo que comenzó como el proyecto GNU
–una primera resistencia ante la perdida de la creación colectiva y libre en pos de toda la sociedad– y el sistema operativo Linux, hoy se acompaña de cientos, sino miles, de programas y aplicaciones de software libre, descentralizado, seguro y respetuoso de la privacidad de quienes los usen.

Según la Fundación Software Libre, la definición precisa es aquel que respeta la libertad de los usuarios y la comunidad. A grandes rasgos, significa que los usuarios tienen la libertad de ejecutar, copiar, distribuir, estudiar, modificar y mejorar el software. Es decir, el «software libre» es una cuestión de libertad, no de precio. Además, recoge cuatro principios irrestrictos que así lo determinan: La libertad de usar el programa para cualquier propósito; la libertad para estudiar como funciona el programa y adaptarlo a nuestras necesidades, el acceso al código fuente es necesario para esta libertad; poder copiar y distribuir copias; y por último, la libertad de poder modificar y mejorar el programa haciendo pública las mejoras a los demás. Esta es la forma que tiene de nutrirse una comunidad.

Con las dos primeras libertades, cada uno de los usuarios ejerce el control sobre el programa individualmente. Con las otras dos libertades, cualquier grupo de usuarios puede ejercer un control colectivo sobre el programa. Con todas las cuatro libertades, los usuarios controlan el programa. Si falta alguna de ellas, o si son inadecuadas, el programa es privativo (no es libre) e injusto5.

Por tal motivo, contrario a las limitantes de todo tipo que nos imponen las monopólicas empresas informáticas, que determinan y condicionan la forma que tenemos de navegar, en el software libre encontraremos siempre una alternativa a cualquier necesidad. Programas para edición, ofimáticas, redes sociales, navegadores, mapas, música, mensajerías, sistemas operativos para todos nuestros dispositivos tecnológicos. Todos ellos privados, descentralizados, de software libre y mejorados día a día de forma comunitaria.

Cuando afirmamos que son privados, es porque encontramos una encriptación de seguridad sin puertas traseras, es decir, sin niveles de acceso secreto a nuestra información. Por ejemplo, Tutamail, Proton, Root y Riseup, son servicios de correo electrónico que no rastrean la información, utilizan criptografía poscuántica, los servidores son cifrados y solo el usuario tiene la clave para abrir sus archivos. Esta privacidad, además, no es porque sus usuarios tengan paranoia alguna o lo utilicen para cometer delitos, sino porque nadie debería ser motivo de sospecha, y porque todos deberíamos tener la libertad de navegar sin ser vigilados, “por si las moscas”.

Asimismo, actúa a su favor y debería motivarnos a ser sus usuarios, la descentralización con que opera, entendida como una red donde no existe un único servidor central, sino cientos de pequeños servidores. De manera tal, que si uno de los nodos reguladores se desconecta, ninguno o pocos nodos restantes del conjunto de la red pierdan conectividad. Además, este enfoque aumenta la seguridad, su transparencia e impide el control de acceso y navegación por parte de quien controla un servidor centralizado. Este punto, en las redes sociales de software libre, es lo que permite que en su uso encontremos cientos de servidores y que podamos conectarnos a cualquiera de ellos y podamos acceder a los contenidos del resto, es decir, como si usando Instagram pudiéramos ver lo que nuestros amigos publican en Facebook y Twitter.

Por último, estos sistemas son software libre porque acogen los principios de libertad difundidos por el proyecto de GNU. Además, uno de sus grandes potenciales y beneficios es que los proyectos y programas son mejorados día a día por voluntarios expertos (o no) en el tema, que de acuerdo a sus necesidades y su uso, van mejorando el código fuente y su funcionamiento. 

De igual manera, así como el funcionamiento es mejorado, la moderación de los contenidos, en el caso de las redes sociales, se hace de forma comunitaria, de manera que todos los usuarios construyen y aceptan reglas que serán puestas en práctica de forma ética-política, sin algoritmos o “moderadores”. De hecho, los programas de software libre no cuentan con algoritmos que nos dicen qué ver, cómo ver y nos mantienen adictos a las notificaciones, sino que nos brindan contenido de todo tipo, permitiéndonos conocer nuevas cosas y destruyendo la lógica de pensamiento único que es parte sustancial del mundo de las redes sociales privativas.

Con todo esto, es posible afirmar que contamos con herramientas para hacer de internet un lugar, como fue su filosofía inicial, seguro, libre, descentralizado, colectivo y sobretodo libre de las garras de la vigilancia y la mercantilización. Iniciar la migración personal a otro tipo de software, es además, una posibilidad para empezar a conocer la forma en la que funcionan los programas que usamos a diario, dejando a un lado la actitud de navegadores pasivos. De igual manera, hay una cantidad de herramientas que nos ayudan a migrar, que pueden verse en el recuadro que acompaña esta nota.. 

Hay que proceder pues, por donde se le mire, ganamos todas y todos. 

1 Univac: Es el nombre de una computadora histórica, la primera computadora comercial producida en Estados Unidos, y su significado es “Computadora Automática Universal”.

2 Richard Stallman, “El software libre es ahora aún más importante”, https://www.gnu.org/philosophy/free-software-even-more-important.html

3 Richard Stallman, “Por qué los programas se deben compartir”, https://www.gnu.org/gnu/why-programs-should-be-shared.html

4 El proyecto de vigilancia era conocido como Prisma y tenía por objetivo videos, fotografías, llamadas de voz e imagen, actividad en los medios sociales, contraseñas y otros datos de usuarios contenidos por las principales empresas de tecnológicas en EE.UU, entre las que se encontraban: Google, Facebook, Apple, PalTalk, Microsoft, AOL, entre otras.

5 Richard Stallman, “El software libre es ahora aún más importante”, https://www.gnu.org/philosophy/free-software-even-more-important.html

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/search&search=B.%20suscripci%C3%B3n%20desdeabajo

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