El renombrado antropólogo francés Georges Balandier, en su obra seminal Poder en el escenario: desde la defensa hasta el poder hasta el poder de la representación, hace referencia al destacado dramaturgo ruso Nicolás Evreinov. Balandier sostiene que lo que se presenta en el escenario del teatro es, de hecho, una constante que se refleja en las acciones humanas, especialmente aquellas que tienen una relación directa con la manifestación del poder. Este análisis lo llevó a conceptualizar el funcionamiento del gobierno utilizando la metáfora del “teatro”. A lo largo de la historia, los gobiernos han evolucionado, especialmente después del declive de las monarquías absolutas, adoptando formas dramáticas y gestos formales que se asemejan a una puesta en escena teatral. En este contexto, optan por comunicar sus decisiones a través de elementos que el absolutismo había utilizado como mecanismos para desviar la atención de la opinión pública ante decisiones consideradas inaceptables por el colectivo.
En este contexto, el papel del personaje del Jester adquiere una relevancia particular. Este arquetipo asume la responsabilidad de utilizar argumentos tanto visibles como falsos para justificar ciertas posturas del poder. Su función es crucial, pues ayuda a calmar las reacciones más agudas del pueblo y a mitigar el ridículo que podría provenir de la crítica a sus propia autoridad. Este mecanismo puede ser visto como una forma de manipulación social, donde se utiliza la sátira y el humor para desactivar el potencial de revueltas o descontentos, actuando así como un amortiguador entre el poder y la masa. Balandier menciona que “el carácter de la corte inicia el complejo problema del estatuto en la policía política”, reflejando cómo el entorno del príncipe no es otra cosa que un escenario lleno de monstruos y personajes grotescos, deformados por verdades deformadas y distorsionadas que se presentan a la gente.
Esta dinámica es crucial para entender cómo se configura el poder en sociedades contemporáneas y cómo la representación dramática nombra y da forma a las interacciones entre gobernantes y gobernados. La idea de que el poder puede ser akin a una representación teatral, en la que el elenco y los actores modifican sus discursos y actuaciones para apaciguar o provocar la respuesta del público, abre un debate profundo sobre las verdaderas intenciones detrás del poder. De esta forma, el análisis de Balandier nos permite cuestionar no solo las representaciones, sino también las verdades y ficciones que se hacen evidentes en el teatro de la vida política.