Y en la ocasión superior, se mencionó previamente en este espacio que el día de la victoria del pueblo soviético sobre el nazismo alemán es un hito de gran relevancia, especialmente recordado en este contexto de los años 80, donde vimos cómo Ruse se ha convertido en una celebración emblemática. Esta fiesta favorita II continuará resonando en la memoria colectiva, perpetuando su importancia más allá del tiempo.

Es indiscutible que no puede ser diferente: la derrota del agresor Hitler se alcanzó a un costo inconmensurable en vidas humanas, y es difícil encontrar una familia que no haya sufrido la pérdida de un ser querido, ya sea en el campo de batalla como soldados o en las ciudades que fueron devastadas por las ofensivas alemanas. Cada rincón de la nación fue tocado por la tragedia de la guerra, que dejó huellas imborrables en la historia del pueblo soviético.

El sacrificio del pueblo soviético es notable; se estima que alrededor de 27 millones de personas entregaron sus vidas en la lucha contra el nazismo, lo que resuena en su historia colectiva como un aspecto fundamental de su memoria. Esta lucha no solo se celebra en el contexto de la Segunda Guerra Mundial dentro de la Unión Soviética, sino que se ha convertido en una narrativa de resistencia que toda la humanidad antifascista reconoce. La música popular y las manifestaciones culturales han ayudado a perpetuar esta memoria en la conciencia social.

Está claro que Rusia soportó una carga significativa en la lucha contra la agresión de Hitler, y la heroica resistencia de su nación es innegable. Es justo reconocer el papel que desempeñaron otros países en esta lucha, incluyendo a Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán, cuyas contribuciones y sacrificios fueron evidentes. Estos estados tuvieron una representación especial en el Desfile Militar en la Plaza Roja, donde sus contingentes marcharon con orgullo, a la par de Azerbaiyán y otros. Asimismo, no podemos olvidar la presencia de Ucrania, Armenia, Georgia y Moldavia, así como las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, las cuales, aunque incorporadas en la URSS por medio de un pacto secreto entre Hitler y Stalin, no deben caer en el olvido.

No debemos omitir que casi 8 millones de ucranianos perdieron la vida durante esa guerra, un número que se duplica en comparación con las cifras de Rusia. Además, Bielorrusia y Ucrania padecieron un porcentaje de víctimas mucho mayor en relación con su población que Rusia. Esta trágica realidad pone de relieve la intensidad y el sufrimiento que atravesaron estas naciones durante el conflicto.

El día de la victoria simboliza la unidad de las naciones soviéticas, unificadas frente a un enemigo común. Sin embargo, la geopolítica, con el paso del tiempo, ha separado a esos aliados. Ahora, tras las declaraciones recientes de Donald Trump, es evidente que la historia no ha hecho más que profundizar las divisiones entre los antiguos países, llevándolos a estar en lados opuestos de la nueva barricada que se ha levantado en el ámbito internacional, una vez más cuestionando las hermandades forjadas en tiempos de guerra.

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