En medio del lujo, la ostentación y la extravagancia de la era Trump, rara vez se escribe sobre la pobreza que existe actualmente en Estados Unidos. Menos aún sobre el hambre.

Cada mes, el gobierno federal de Donald Trump transfiere $8 mil millones al Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), lo que lo convierte en el programa de alivio del hambre más grande del país.

Alrededor de 42 millones de personas con ingresos bajos o nulos dependen directamente de los beneficios del SNAP: según cifras oficiales, la asignación promedio es de 332 dólares por hogar.

Los miembros del plan (uno de cada ocho estadounidenses) reciben sus recursos mensualmente en una tarjeta de débito que puede utilizar en supermercados, mercados de agricultores y otros establecimientos.

Para la mayoría de las personas que viven en la pobreza, SNAP es el único recurso que reciben para su propia supervivencia. Se estima que entre el total de beneficiarios de esta ayuda estatal se encuentran 16 millones de niños, 8 millones de personas mayores y 1,2 millones de veteranos de guerra.

Pero todo podría cambiar el próximo 1 de noviembre. Ese día no sólo se cumplirá un mes del “cierre del gobierno” (o “cierre del gobierno”): también se acabará el dinero para seguir financiando un programa cuya terminación podría provocar una crisis de hambre masiva como no se ha visto en Estados Unidos desde la Gran Depresión hace casi un siglo.

En medio de una intensa competencia en el Congreso entre republicanos y demócratas por la continuación de los subsidios al seguro médico, el anterior proyecto de presupuesto expiró el 30 de septiembre sin acuerdo y sin la aprobación de los fondos federales correspondientes al nuevo año fiscal.

Sin una nueva ley de presupuesto, la administración pública a nivel nacional ha quedado paralizada, abriendo un período de espera que obliga a negociaciones en la legislatura. En particular, el cierre del gobierno ha provocado la suspensión temporal de casi 900.000 servidores públicos en todo el país, mientras 2 millones continúan trabajando sin estar del todo seguros de cómo y cuándo recibirán sus salarios.

Si las asignaciones expiran el 1 de noviembre, será la primera vez en los 60 años de historia del programa que el gobierno federal no haya realizado pagos de ayuda alimentaria.

Hoy, los principales defensores de la continuidad del SNAP son los demócratas, que han señalado que el Departamento de Agricultura (USDA), que supervisa el plan alimentario, tiene un fondo de reserva de más de 5.000 millones de dólares autorizado por el Congreso para pagar en emergencias como el actual impasse presupuestario.

Sin embargo, el USDA advierte que esos recursos están reservados para emergencias como desastres naturales, no para un cierre inmediato del gobierno. En cualquier caso, el sitio web de esta organización denuncia que toda esta crisis fue provocada por el Partido Demócrata y su negativa a aceptar el presupuesto presentado por la Casa Blanca. El asunto podría estar en el centro de una disputa que, entre demandas y apelaciones, se prolonga en el tiempo, sin solución a la vista.

En un contexto tan difícil como el actual, los bancos de alimentos pronostican un aumento del 40% en la demanda, mientras los gobernadores estatales se preparan para afrontar un escenario de desesperación.

El estado de Virginia, por ejemplo, declaró el estado de emergencia y anunció que otorgaría subsidios alimentarios. El gobernador de Colorado instó a la gente a donar a los bancos de alimentos y California anunció que enviaría tropas de la Guardia Nacional para ayudar con los bancos de alimentos, como lo hizo durante la pandemia de COVID-19. Pero al tratarse de un programa nacional con recursos federales, los estados sólo pueden ofrecer asignaciones paliativas y de emergencia que, en el mejor de los casos, se agotarán en cuestión de semanas.

Todo este panorama podría empeorar en muy poco tiempo, ya que el Gobierno se encuentra en plena revisión de las condiciones para la realización de esta prestación social. Los republicanos aprobaron estos cambios al proyecto de ley de impuestos y gasto que se espera que excluyan del programa a más de dos millones de personas a partir de principios de la próxima década.

En un claro asedio a las grandes políticas sociales, el SNAP no sería la única víctima.

Además, se requiere otro plan social amplio. El Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres, Bebés y Niños, conocido como WIC, ayuda a unos 7 millones de mujeres embarazadas y nuevos padres. Ofrece apoyo a la lactancia materna, asesoramiento nutricional y atención a niños de hasta 5 años. La administración Trump ha utilizado 300 millones de dólares de varios aranceles para pagar WIC, pero todo indica que se quedará sin fondos en las próximas semanas.

Como si eso no fuera suficiente, los subsidios a la atención médica también expirarán, lo que provocará que las primas de los seguros médicos se disparen para millones de estadounidenses.

En medio de la paralización de la administración pública provocada por esta crisis fiscal, el gobierno reasignó fondos para cubrir los salarios de los que ahora se consideran “trabajadores esenciales”, como empleados del Departamento de Seguridad Nacional y agentes del FBI, entre otros. Incluso suceden situaciones sorprendentes, como señala. Los New York Timesen el que el multimillonario y megadonante republicano Timothy Mellon daría 130 millones de dólares de su propio bolsillo para pagar al personal militar…

Los principales líderes demócratas aprovecharon la oportunidad para criticar la última ola de gasto gubernamental, que incluye 300 millones de dólares para un nuevo salón de baile en la Casa Blanca y 170 millones de dólares para nuevos jets privados para altos funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional. Pero lo que provocó el mayor rechazo fue un rescate de hasta 40.000 millones de dólares para Argentina que Trump ya había aprobado y que, en principio, benefició a grandes fondos buitre como BlackRock, Fidelity, Pimco y Discovery Capital Management, fundado por el financiero Robert Citrone. Es evidente que los recursos existen, sólo que las prioridades son diferentes…

Con el cierre de SNAP y otros programas sociales, la actual situación política y económica en Estados Unidos toma su lado más trágico, acercándose cada vez más a la realidad distópica presentada en la saga literaria y cinematográfica de los juegos del hambre en el que, como un espectáculo público, los pobres compiten entre sí y luchan por su propia supervivencia. Aunque con una salvedad: si bien todavía no ha aparecido ninguna líder heroica como Katniss Everdeen, en cambio sí habría una contraparte del perverso y ególatra presidente Coriolanus Snow…

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