Por Las modestas calles del distrito en San Francisco, en el cartucho del norte, aparecieron sin notificación previa. En las primeras horas del lunes 21 de abril, el Vaticano confirmó desde Roma La muerte del Papa Francisco.
En casas donde no hay Internet ni televisión, como la de Lorenza Pérez, una dulce anciana y ferviente creyente, el mensaje de la triste noticia aún se esparce a través de conexiones informales, rumores y el eco de una radio extranjera. Sin embargo, cuando se enteró de lo sucedido, algo dentro de ella estalló.
“El periodista me llamó y me dijo que el Papa había muerto… no tenía idea porque la televisión está dañada. Mi alma se desplomó”, aseguró Lorenza a , mientras se sentaba en la misma habitación donde recibió al gran Papa hace casi ocho años. A pesar de su tristeza, estaba decidida a seguir adelante con su visita pastoral a uno de los distritos más empobrecidos de Cartagena.
Un accidente que le permitió participar
El 10 de septiembre de 2017, durante una visita a Colombia, Francisco decidió explorar las calles de este sector, que limita con Ciénaga de la Virgen y Caño de Juan Angola. Antes de su llegada, El Papa sufrió un pequeño accidente cuando su Papamóvil se detuvo de repente, y su cara golpeó un vidrio. La herida era pequeña pero notoria, con hinchazón cerca de su ojo. Sin embargo, continuó su plan. Fue en la casa de Lorenza donde el Papa hizo una parada inesperada.
No era un hogar donde tuve más tiempo”, recordó Lorenza con una voz entrecortada. “Pero miras, él era lo más. Limpié su frente con una toalla blanca, la única que estaba limpia ese día. Tenía algo de sangre. Después, puse peróxido de hidrógeno. Qué ironía, ¿en un Papamóvil?
Lorenza PérezLíder comunitaria de Cartagena
Desde aquel momento, la toalla blanca dejó de ser solo una simple pieza de tela. Lorenza la cuidó, preservando el vaso que contenía la sangre del Papa, y la colgó en su habitación como si fuera una santa reliquia. Para ella, esto no es solo un recuerdo, sino un testimonio de lo divino.
Fe que se convierte en un milagro
La toalla con la que se limpió el Papa. Foto:Leidys Rivero /
A lo largo de los años, la historia de la toalla ha cruzado las paredes de su hogar. Muchos vecinos, creyentes y admiradores comenzaron a preguntar por ella. Algunos incluso deseaban tocarla. No obstante, Lorenza nunca imaginó que ese pedazo de tela, impregnado con el sudor y la sangre del Papa, se convertiría en un canal de sanación para muchos.
“Una señora vino a decirme que su sobrina estaba muy enferma y hospitalizada. Me pidió una toalla para que la pusiera sobre ella. No quería que saliera de aquí, pero decidí envolverla en otra toalla nueva. Oramos. Ella se la llevó”, relató Lorenza.
Unas semanas después, la mujer regresó a la parroquia del distrito de San Francisco con un testimonio lleno de lágrimas: su sobrina había sanado por sí misma. “Escucha, no soy médico, pero creo en los milagros. Y esta toalla tiene un poder especial para mí porque contiene la sangre de un santo“, dice Lorenza, mientras el marco de la toalla cuelga en la pared de su hogar.
“Ya está en el cielo para mí. Lo vi con cuidado, sentí sus ojos. Era un hombre modesto, igual que yo. Y ahora siento que he perdido algo especial“, añade, entrelazando las manos sobre las rodillas.
Una visita que significó el distrito
El Papa Francisco en Cartagena, 2017. Foto:Leidys Rivero /
La presencia de Francisco en el distrito de San Francisco fue simbólica y poderosa. Su visita no solo fue un acto de cercanía, sino también un importante mensaje de inclusión y amor en uno de los rincones más vulnerables de la ciudad. La elección de este lugar no fue accidental, ya que históricamente esta comunidad ha sido olvidada, enfrentando problemas relacionados con el desplazamiento, las familias empobrecidas y las comunidades afro que día tras día lidian con desigualdades y abandono.
En aquel día de 2017, el Papa estuvo a solo cinco minutos de la iglesia del vecindario. Sin embargo, se detuvo durante quince minutos en la casa de Lorenza. “Pienso que Dios quería que fuera así”, confiesa.
En su humilde hogar, decorado con pinturas religiosas y flores artificiales, Lorenza recuerda vívidamente cada detalle: el olor de la habitación, la manera en que Francisco se sentó y su voz suave. “Siento que todavía está aquí. Cierro los ojos y veo cómo va un hombre herido”, confiesa entre lágrimas.
Entre el luto y la esperanza
Francisco también dedicó su pensamiento a todos los países. Foto:Efe
La muerte del Papa Francisco impactó a millones de feligreses en todo el mundo, y en lugares como este distrito de Cartagena, donde la fe a menudo representa el único sustento en medio de la incertidumbre, su partida dejó un vacío profundo.
“Le estoy pidiendo a Dios ahora que reciba su alma con los brazos abiertos porque hizo mucho por los pobres“, dice Lorenza. “Y que el nuevo papa que elijan sea como él: bueno, amoroso y paciente, alguien que pueda comprender el sufrimiento de los demás.”
En el distrito de San Francisco, la parroquia ya ha comenzado a organizar misas en honor al Papa. Muchos recuerdan el día de 2017 como uno de los momentos más significativos de sus vidas. Algunas tiendas exhiben fotos, otras apenas atesoran sus recuerdos. Sin embargo, Lorenza tiene en su poder algo diferente: la prueba de un momento sagrado y maravilloso.
Porque en una modesta casa, situada en un distrito que enfrenta dificultades todos los días, la toalla blanca colgada en la pared se ha transformado en un símbolo de fe, esperanza y del Papa, que incluso herido nunca dejó de acercarse a aquellos que más lo necesitaban.