

En el barrio El Campestre, justo al lado de la frontera invisible que bordea el sector de Villa LorenaLa noche del martes 18 de noviembre dejó de ser una tarde cualquiera y se convirtió en el sitio de la tragedia que hoy enluta al gremio médico de Cartagena y deja a una niña de cinco años esperando un abrazo que nunca llegará.
Eran las 6:50 de la noche. Aún se escuchaban ecos de la música y de las fiestas de noviembre entre el rugido de la pólvora. El viento apenas empezaba a enfriar el asfalto caliente cuando El rugido seco y repetido de la detonación cambió el ritmo del movimiento.
En la vía pública, un automóvil Mazda blanco, distinguido por placas IHU-481detuvo su marcha no por voluntad del conductor, sino por la fatal orden de violencia. él estaba detrás del volante Giancarlo Gómez Arnedo, médico de 35 años quien dedicó su vida a salvar a otros, pero no tuvo un segundo para intentar salvar la suya.
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Los asesinos atacaron con precisión.
Un joven médico fue víctima de asesinos en Cartagena Foto:archivo privado
Según las versiones preliminares elaboradas por la Policía Nacional y los testimonios de testigos que presenciaron con asombro la ejecución, El crimen tuvo las características inconfundibles de los asesinos profesionales: frialdad, precisión, traición y las horas oscuras de la noche.
Gómez Arnedo conducía su vehículo particular, posiblemente rumbo al barrio El Carmelo. Mientras desaceleraba justo antes de llegar a la curva, la muerte lo alcanzó sobre dos ruedas. Dos hombres en una motocicleta, protegidos por el anonimato de sus cascos y la velocidad, se fusionaron con el Mazda blanco. No hubo pelea, ni robo, ni palabras. Grillman sacó una pistola de 9 milímetros, apuntó directamente a la ventanilla del conductor y disparó a quemarropa.
Hubo varias influencias. Preciso. Mortal. El médico murió en el acto, al caer al volante del automóvil, que se convirtió en su última cama y símbolo de una nueva tragedia, y los agresores se perdieron entre los laberintos de una ciudad que clama justicia, dejando tras de sí olor a pólvora, caos y dolor.
El llanto de dolor de una madre
Unos minutos más tarde, la escena del crimen se convirtió en un teatro de dolor. Patrullas policiales acordonaron la zona con cinta amarilla de vida y muerte en un intento por recabar evidencias para el Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) y la Sijín. Sin embargo, ninguna película puede contener la angustia de la familia.
En medio de la multitud de curiosos que se habían reunido para ver qué había sucedido, la mujer irrumpió con la fuerza que sólo la desesperación puede aportar. Era la madre de la víctima. Corriendo frente al Mazda blanco, ignorando los protocolos y actuando por instinto maternal, rogó a los uniformados que la dejaran ver y abrir la puerta principal derecha. Tenía que comprobar si la pesadilla que le contaban sus vecinos era cierta.
Cuando la puerta blanca se abrió y sus ojos confirmaron la identidad del hombre inerte sentado en el asiento del conductor sobre un río de sangre, un grito desgarrador desgarró el alma de los presentes: “¡Es mi hijo, Giancarlo!” Esa es una frase cargada impotencia, sonó más fuerte que los disparos anteriores, marcando el punto un colapso emocional luego de una noche en la que una muerte en motocicleta rondaba las calles de Cartagena.
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“Todavía no sé qué decirle a mi nieta”.
La tragedia de Giancarlo Gómez no termina en la escena del crimen; Se extiende como una onda expansiva hacia quienes lo amaban. Entre ellos, Arnulfo Urruchurtu, un conocido locutor de radio y periodista cartagenero, tuvo que afrontar la noticia más difícil de su carrera: el asesinato del padre de su nieta.
A través de sus redes sociales, Urruchurtu compartió un mensaje que refleja la dimensión humana de la pérdida más allá de los reportes policiales. “Él era el padre de mi nieta de 5 años. Aunque mi hija no vivió con él por más de cuatro años, él era un padre muy responsable y adoraba a mi nieta”, escribió el comunicador, revelando el drama familiar que ahora atraviesa.
La pregunta que se hace Urruchurtu es la misma que se hacen miles de familias víctimas de la violencia en este país: ¿Cómo podemos explicarle a los inocentes que el mal existe?
“Es muy doloroso porque veo a mi nieta y todavía no sé qué decirle cuando veo hoy que su padre no puede recibirla”, confesó el abuelo, finalizando su mensaje con un pedido de la bendición de Dios ante la falta de consuelo terrenal.
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Hipótesis y grabaciones de cámaras de seguridad.
Mientras los peritos forenses retiraban el cuerpo y recogían la vainilla, investigadores del CTI y la Sijín comenzaron a armar los primeros hilos de la investigación. Oficialmente existen dos hipótesis sobre los móviles del crimen, aunque las autoridades guardaron total secreto para no entorpecer el juicio. Lo único que está claro hasta ahora es que esto no sería un error; Lo persiguieron, lo que quedó registrado en las cámaras de seguridad de la ciudad, que mostraron las acciones posteriores de los asesinos.
Colegas, amigos y pacientes inundaron las redes con mensajes que describen a Giancarlo no sólo como un trabajador sanitario, sino también como un hombre noble. “Viejo Giancarlo, duele tu partida, amigo. Qué fugaz es la vida”, escribió uno de sus compañeros. Otro mensaje, lleno de nostalgia, decía: “Gian Carlitos, como te dije cuando nos conocimos… Es difícil, muy difícil asimilar esta noticia, hermano”.
Hoy, El Mazda blanco ya no está en la esquina de El Campestre, pero la mancha de la violencia sigue siendo imborrable. Cartagena se despide de otro de sus hijos, un médico de 35 años cuyo… la vida terminó prematuramentedejando los expedientes abiertos en la Fiscalía, una madre devastada y una niña de cinco años que, lamentablemente, todavía esperará a su padre.
Además, nuestro documental “Explotación
Relaciones sexuales en Cartagena: voces silenciadas
Documental de la periodista Jineth Bedoya. Foto:
cartagena